martes, 9 de mayo de 2017

Por qué en Dinamarca los niños de ojos marrones descienden de españoles, y otras alegres invenciones











Fieles a ese carácter filantóprico que tienen todas nuestras aportaciones al progreso de la Humanidad, los españoles fuimos hace unos 209 años los primeros en extender por toda Europa, donde el común de los mortales fumaba en pipa (sobre todo en las elaboradas en porcelana y cerámica por los maestros holandeses) una saludable práctica social hasta entonces desconocida fuera de los confines de nuestro Imperio: el uso de los cigarrillos. Unas virutas de tabaco liadas en buen papel, como una respuesta más económica a esa artesanal filigrana vegetal que eran, y son, los cigarros puros.

 Semejante acontecimiento se produjo durante las primeras campañas napoleónicas, en las que los gabachos nos la metieron doblá (no habría por allí ningún murciano) y camelaron a nuestras altas autoridades para mandar buena parte de lo mejorcito de nuestro ejército en la Península a remotas tierras centroeuropas en beneficio del 'Pequeño Corso' y sus maquiavélicos planes, de los que seguramente participaron, ignorantes de lo que realmente se avecinaba, los soldados españoles, retratados en muchos casos en compañía de sus familiares, por los hermanos alemanes Christoph y Cornelius Shur.  quienes dejaron el testimonio gráfico -a modo de estudio antropológico- de todas las tropas que pasaron por la ciudad de Hamburgo durante las guerras napoleónicas entre 1806 y 1815.  Sus láminas dedicadas a los militares españoles, además de información, se cuentan entre las más famosas del periodo por su naturaleza costumbrista y detalles tan extraños para los centroeuropeos de entonces como ver a soldados y mandos retratados en tan poca marcial pose y dándole al fumeque durante su estancia en tierras alemanas y posteriormente en sus guarniciones en Dinamarca.

No hay mejor imagen que describa a nuestros compatriotas que la imagen que abre el post, de un voluntario del Regimiento de Infantería Ligera 2º de Cataluña, a lomos de un pequeño corcel, apurando su pitillo y protegido del frío con su capote.

Allí no sólo llevaron sus novedosos pitillos y sus exóticos cigarros puros... también sus guitarras y sus alpargatas de esparto, el calzado más común entre las tropas españolas de entonces por lo barato y resistente del material. Por las frías tierras de Escandinavia en esparteñas.. ahí es nada...

La mejores imágenes de los hermanos Suhr pueden verse en estos fabulosos enlaces...

http://www.napoleon-series.org/military/organization/Spain/c_Suhrspanish.html

http://www.eborense.es/soldados1808_pg_infanteria_linea.html

 De aquellos compatriotas nuestros desplazados a orillas del frío Báltico por las veleidades políticas de unos pocos escribió el historiador danés Henning Petersen:

"Desde mi infancia he escuchado un sinfín de anécdotas sobre los soldados españoles, que causaron gran impacto en la población, ya que resultaron muy exóticos. De ahí nacieron muchos mitos, como que todos los daneses de ojos marrones descienden de ellos".

"Nunca entraron en combate, sólo estuvieron estacionados. Y fueron los primeros soldados extranjeros que no arrasaron el país. Vivían entre la gente, se comportaban de forma familiar, aceptaban sin remilgos la comida local (no como los franceses y belgas); jugaban con los niños, tocaban la guitarra y hacían fiestas".

Uno de los daneses más universalmente conocidos y entre quienes más impacto tuvo la presencia de los españoles en Dinamarca fue el propio Hans Christian Andersen, entonces todavía un niño muy pequeño, tal y como recuerda la Sociedad Geográfica de Publicaciones:

"El 14 de marzo de 1808 la española División del Norte, formada por quince mil hombres, desembarcó en Odense (Dinamarca), enviada por el rey Carlos IV a petición de Napoleón para fortalecer el bloqueo contra los ingleses, en cumplimiento de lo acordado en el Tratado de San Ildefonso en 1796. Un mes antes, Dinamarca, aliada de los franceses, había declarado la guerra a Suecia por negarse aquella nación a secundar el bloqueo a Inglaterra; la división española había sido destinada al país nórdico con un doble fin: prevenir una eventual invasión sueca de Dinamarca y sacar tropas españolas de la Península Ibérica que podrían oponerse a la planeada invasión francesa. 

Las fuerzas de ocupación franco- españolas, mandadas por el mariscal Bernadotte (quien, a la conclusión de las guerras napoleónicas, demostró ser un tipo tan hábil y espabilado que acabó siendo rey de Suecia y cabeza de la dinastía de la que desciende el actual soberano sueco y su heredera al trono), fueron recibidas con hostilidad por los daneses.

Pero mientras crecía día a día la desconfianza y el odio de la población hacia los franceses por su arrogancia y despotismo, la cortesía y el buen humor de los españoles ganaban la simpatía y el aprecio del pueblo danés. El recuerdo de la buena impresión causada por los soldados españoles se conservó de padres a hijos tanto tiempo en la isla de Fionia que, cien años después, el 14 de marzo de 1908, se conmemoró solemnemente en Odense el Centenario de aquel desembarco, en recuerdo y elogio de la conducta de los españoles durante su estancia en Dinamarca. 

Pero ninguno de los discursos de la celebración de aquel Centenario logró una carga emocional semejante a lo escrito unas décadas antes por el más universal de los escritores daneses, que tenía tres años recién cumplidos cuando llegaron los españoles a su ciudad natal.

"Un buen día, me alzó un soldado español en sus brazos y apretó contra mis labios una medalla de plata que llevaba colgando sobre su pecho desnudo -escribió Hans Christian Andersen en 'El cuento de mi vida'-. Recuerdo que mi madre se enfadó mucho y dijo que eso era católico; pero a mí me habían gustado la medalla y el extranjero aquel, que bailara girando conmigo en brazos mientras lloraba; por lo visto él tenía niños allá en España. Vi cómo llevaban a uno de sus compañeros para ajusticiarlo. Muchos años más tarde, acordándome de aquello, escribí mi poemita 'El soldado' (Soldaten), que traducido al alemán por Chamisso, se hizo popular en Alemania y ha sido incluido en las canciones militares alemanas como algo original alemán".

A partir de estos episodios de su niñez, España se convirtió en una obsesión que perduró durante la mayor parte de la vida de Hans Christian Andersen, el autor inmortal de cuentos que han despertado la ilusión en las mentes de generaciones y generaciones de niños de todo el mundo. Además de este recuerdo infantil, que rememora también en su 'Viaje por España' (1863).

Andersen publicó varias obras relacionadas con la presencia de los españoles en Dinamarca, todas con anterioridad a su visita a nuestro país en 1862, a sus 57 años y cuando ya era unánimemente reconocido como un genio de la literatura universal, acompañado de Jonas Collin.. Una estancia cargada de anécdotas, muchas de ellas gastronómicas, como no podía ser menos, y que disfrutó como pocas cosas más en su vida... incluidos los días que pasó en Murcia, "la cual nos habían descrito como una ciudad de lo más interesante, donde encontraríamos vestigios árabes (los trístemente desaparecidos Baños, entre ellos), veríamos gitanos y también los atuendos más pintorescos de España". http://cvc.cervantes.es/lite…/andersen/de_viaje/viaje_05.htm

Un viaje que, pese a las recomendaciones de que tomara un barco, hicieron por tierra "aunque había que admitir que las historias más terribles sobre atracos y desvalijos estaban asociados con esa ruta". En Murcia, donde estuvo del martes 23 de diciembre al viernes 26, Andersen queda impresionado por la feraz huerta regada mediante acequias, y ante su magnífica catedral, de cuya preciosa fachada reniega por considerarla sobrecargada de estatuas y motivos decorativos, seguramente debido a la sobriedad característica de sus creencias protestantes.

También presencia, por primera y única vez en el viaje, lo que él creía que era una procesión religiosa, siendo en realidad el cortejo mortuorio de una joven murciana cuyo rostro marmóreo le causó gran impresión. Pese a todo, no pudo cumplir su sueño romántico de pasar unos días entre esos gitanos que sólo existián en la imaginación de los escritores extranjeros cuya visión de España era un compendio de tópicos...  En diligencia, los viajeros salieron al día siguiente hacia Cartagena ("...jamás vi un paisaje tan asolado y agreste como aquel", rememoró con posterioridad sobre aquel recorrido por tierras murcianas) donde pasó una estancia de lo más agradable antes de coger el barco hacia Málaga, la ciudad que más le gustó de todo su periplo español y en la que una estatua recuerda su visita...

¡¡¡FELIZ DÍA DE EUROPA...!!!

2 comentarios:

Conde de Salisbury dijo...

Soldados españoles fumando como carreteros ... como me recuerda eso a mi servicio militar, ja, ja, ja ... Si no recuerdo mal el episodio de la División del Norte y su fuga -y la no fuga de algunos de sus miembros- era evocado en "La sombra del águila" de Pérez Reverte. Por cierto, hoy es también el aniversario de la capitulación alemana ante los soviéticos en 1945. Saquemos el vodka, Nasdrovia!

sushi de anguila dijo...

Bueno, los españoles pusimos de moda los pitillos en todo el mundo... cuando aún éramos el imperio más extenso hasta entonces conocido... Un "invento" nacional que poca gente conoce...