martes, 16 de octubre de 2012

Ponzoña en carne excelsa

























































































El abuelo Diego nos enseñó muy bien. Ni siquiera sabíamos nadar cuando mi hermano pequeño y yo, a bordo del mítico 'Apolo', ya éramos conocedores de todos los peligros y riesgos que acarrea la captura del legendario y terrorífico pez araña, y de las terribles consecuencias que su 'picadura' puede provocar al confiado bañista, pescador incauto o cualquier persona expuesta a la tóxica ponzoña de este poco agraciado morador de los fondos marinos, tan relevante en la cocina mediterránea como desconocido a nivel general en España y resto de Europa.

Las arañas y el resto de peces de su familia (Trachinidae) suelen aparecer en territorios y fondos arenosos donde también abundan los galanes http://horapensar.blogspot.com/2008/09/pesquera-de-galanes.html y diversas especies de peces planos que allí habitan. Entre finas arenas, fangos y limos se camuflan de tal manera que son prácticamente imposibles de detectar, para amarga sorpresa de sus víctimas, bien sean marinas o humanas, de las que este feorro y voraz ser constituye una de sus peores pesadillas.

Existen cuatro especies principales de este tipo de peces: escorpión, araña, faneca brava, xalvera, xalvario, xabirón o escarapote (Trachinus draco, el gran protagonista de nuestras fotos), araña (Trachinus araneus), víbora (Trachinus radiatus) y salvariego (Trachinus vipera), el más venenoso de todos pese a ser el de menor tamaño (apenas 20 cm de longitud máxima) y cuyo nombre común nos resulta menos amenazador en apariencia, no así el científico. Todas se pueden encontrar al Este del Océano Atlántico -Madeira, Canarias, etc.- , y los mares como los del Norte, Mediterráneo y Negro. Si queremos abordar su pesca con éxito, las gambas son la carnada ideal, irresistible para estos aprendices marinos de monstruo hollywoodiense... y tampoco entran mal a los tiernos trocitos de chipirón engarzados en el anzuelo...


Su blanca carne es tan excelsa como poco valorada desde un punto de vista comercial, lo que hace que se venda en las pescaderías dentro de ese ilimitado cajón de sastre piscícola que es la denominada morralla o el más prosaico 'pescado de sopa' con el que, al parecer, supuestamente sólo se pueden preparar caldos, fondos o fumets, relegando sin más explicación otros usos culinarios de tan valioso recurso. Lo alucinante es que se ofrezca a los clientes así, al mogollón, junto con otros pescados del todo inofensivos como los rubios, rascacios, doncellitas, serranos, mojarras, chapas, salmas, trompeteros, brecas, sargos, agujas, tembladeras, perlones, garneos, pageles, raspallones, mujoletes, obladas, doradicas, rapitos, lechas, palallas, vaquetas, pejeverdes, magrecicos, cabrillas, bogas, gobios, tordos, petos, zorzales, torillos, burros, verrugatos, cintas, podas, tapaculos, viejas, taberneros, maragotas, merlos, chuclas, peces voladores o golondrinas de mar... más algunas especies de cangrejitos como las coñetas, zapateros o mariquitas, violinistas o barriletes; las gambas mantis o galeras, cigarritas de mar, cigalitas, caracolicas varias como la cañadilla o similares, y las coriáceas lapas, entre otros moluscos y crustáceos dedicados a este menester...

Como aprendimos en las pesqueras garrucheras de nuestra niñez, antes de manipular cualquier pez de la familia de las arañas, incluso muerto, hay que cortar totalmente todas las espinas venenosas con las que la Madre Naturaleza las ha dotado: las de la primera aletilla dorsal, en forma de siniestro abanico negro (fotos 5 y 6) y las temibles púas que llevan, a modo de colmillo de víbora o sediento vampiro, en cada opérculo (fotos 2-4), las más peligrosas y las que inoculan una mayor dosis de tóxico. Hay gente que ha oído hablar de la leyenda que acompaña a estos peces con cara de diablo estreñido y de los efectos de su picadura, pero ignoran que ésta también puede producirse perfectamente estando el pescado muerto, como cuando te pinchas de manera inesperada con una aguja. Una vez eliminadas las púas, ya se puede manejar este pez como cualquier otro.

Entonces sí que las arañas pueden ya cocinarse con toda normalidad de múltiples maneras, bien sea al vapor, fritas, a la plancha, rebozadas, guisadas con patatas, én escabeche, como ingrediente principal del caldo del que se obtiene el meloso caldero del murcianísimo Mar Menor o la rica sopa bullabesa junto con el congrio, la gallineta y otros pescados blancos, o como integrante del típico guiso marinero con patatas y almejitas (reforzado si se quiere con algunas gambas o langostinos) como el de la foto 7, que constituye para mí toda una delicia y me retrotrae a esos inolvidables sabores de los veranos de mi infancia y adolescencia en las costas almerienses.

Pero, si resulta un pez tan peligroso de manipular, ¿cómo es posible que unos niños fuéramos capaces de desanzuelarlo y manipularlo con cierta soltura dentro del barco? Pues gracias a la previsión del abuelo y, por encima de todo, a la disciplina basada en tantos años de experiencia marinera, que regía todas sus pesqueras como el verdadero elemento clave para que todo funcionara perfectamente estando ya embarcados y lejos de la costa, con el máximo respeto a la mar y a todo lo que ésta supone y condiciona. Cualquier pescado que enganchábamos y subíamos en el chambel o el volantín tenía que ser supervisado estando aún en el agua antes de izarlo a cubierta, como elemental medida de seguridad y precaución. Sólo cuando se tenía bien clara la identidad de lo atrapado, se introducía en la bañera del fiable 'Apolo', donde se le propinaba un fuerte cachiporrazo con una mazota de carpintero hecha de madera. Entonces, el abuelo cogía unas tijeracas y, con nuestra captura sostenida sobre el agua aún colgando del sedal, recortaba las púas del dorso y de los opérculos del difunto pez. Los preciosos y escurridizos galanes, nada venenosos pero dotados de sendos colmillitos de Draculín que sobresalen de sus pequeños labios, recibían idéntica dosis de 'tranquilizante' para poder ser liberados del anzuleo sin el riesgo de terminar con el pulgar más mordido que la yugular del novio de Vampirella...

La verdad es que, con tan rústicas y espachurrantes (para la cabeza del animalico) medidas de protección, estábamos a salvo de ese dolor intensísimo y punzante que siempre origina la picadura de estos peces, bastante similar en algunos síntomas aunque menos letal que el de ciertas serpientes venenosas; y más teniendo en cuenta que, al estar embarcados, se tardaría mucho más tiempo del aconsejable en poder recibir asistencia que si nos encontrasemos a pie de playa. Un dolor, el de estas picaduras, que se expande por todo el miembro afectado y persiste, según el tratamiento y el momento de la cura, de 2 a 24 horas, en las que el infortunado individuo padecerá síntomas tales como disestesias, palidez, adormecimiento y un edema progresivo que en apenas media hora puede afectar a toda la extremidad; continuar durante 24 a 48 horas y persistir de 10 a 12 días. En aquellos pacientes confiados o desinformados que piensen que no es para tanto, o desconozcan que han sido objeto de la picadura de una araña, y acudan a recibir tratamiento en torno a los dos días de haberse producido el ataque, puede provocar también infecciones secundarias, y lo que es peor, la necrosis de los tejidos y una gangrena, que pueden requerir amputación, fundamentalmente de uno o varios dedos, e, incluso de toda la mano. Igualmente, el veneno puede provocar síntomas mas graves, como dificultad respiratoria, convulsiones, visión borrosa, coma y hasta la muerte por parada cardiorrespiratoria, aunque no es nada usual este último desenlace tan funesto.

Todavía hoy recuerdo aquellas amenas charlas con pescadores ya muy mayores sentados en los escalones de la preciosa casa garruchera de mis abuelos, reemplazada ahora por la puerta de un coquetuelo edificio, y lo que me impresionaba cada vez que participaba en la tertulia algún veterano lobo de mar al que le faltaba el pulgar o cualquier otro dedo. "Han sido las arañas, ¿verdad, abuelo?", preguntaba yo, entre curioso y morboso, a lo que él solía responderme con un lacónico "Sí", que también tenía algo de advertencia de cara a próximas pesqueras. Aprendí entonces el método tradicional con que los pescadores almerienses combatían la ponzoña de las arañas cuando tenían la desgracia de pincharse con algún ejemplar enredado en las redes que les tocaba manipular. La solución era tan lógica como original... si lo que se quería era extraer la mayor cantidad posible de veneno, se necesitaba un elemento succionador improvisado y fácil de manipular por su pequeño tamaño y ligereza, lo que a bordo de un buque o una lancha de pesca es bastante complicado. La solución la ofrecían nuestros campos y huertas: tras hacer una incisión en el dedo o zona afectada por la picadura, se sujetaba fuerte contra la herida un gran haba seca como las que se emplean en Murcia para hacer los deliciosos y contundentes michirones... en teoría, la mustia legumbre ejercía su gran poder de rehidratación a costa del flujo sanguíneo del afectado, reteniendo en su reseca y absorbente carne de leguminosa aquel porcentaje del veneno que hubiera podido succionar de una manera tan natural como sencilla, a la par que pasiva.

Mejor eso que nada, pensaba yo siempre, aunque ni antes ni tampoco hora, con tantos avances médicos y de los tratamientos, se consiguiera evitar las amputaciones en aquellos casos más graves. Sin embargo, mucho se ha avanzado en este campo desde que ya griegos y romanos citaran en sus obra los estragos causados por estos 'dragones marinos' de los que deriva su nombre científico, tal y como nos recuerda Andrés Portillo Strempel en su magnífico estudio 'Historia natural del pez araña y su picadura' http://www.amigosjabega.org/uploads/images/PDF/PDF%202011/20110301%20El%20pez%20ara%C3%B1a.pdf , toda una referencia para los interesados en el tema, y especialmente a lo que atañe en las costas malagueñas, que os recomiendo vivamente leer... Precisamente en sus páginas, y en otras muchas publicaciones, se hace referencia al muy eficaz tratamiento en varios pasos puesto en marcha con gran éxito por el Hospital Clínico Universitario de Málaga 'Virgen de la Esperanza', entre cuyos pasos se incluye sumergir el miembro afectado en agua tan caliente como se pueda soportar entre 30 y 90 minutos, ya que el veneno de las arañas es termolábil (vulnerable a la temperatura)...

Ahora que las playas del Levante español, y más en concreto algunas murcianas, parecen vivir presa de cierta psicosis ante las picaduras de ciertas -no todas- especies de medusas que, debido a diversos factores, proliferan en un número más que respetable en nuestras aguas, ni me imagino el revuelo que podría armarse aquí si los reportes de ataques por parte de peces araña y familia, en sus diferentes denominaciones, fueran tan habituales como en otras latitudes de lo más turísticas de nuestro litoral patrio http://www.abc.es/20120723/sociedad/abci-hacer-picadura-peces-arana-201207231035.html , desde mi adorada Costa del Sol http://www.elconfidencial.com/cache/2007/10/24/97_arana_ataca_costa.html , pasando por las hermosas playas gallegas http://www.lavozdegalicia.es/noticia/sociedad/2012/08/29/incomodo-companero-bano/0003_201208G29P27991.htm , donde debido a sus picaduras llaman 'fanequeras' a las protectoras y flexibles sandalias que aquí llamaos cangrejeras  http://www.farodevigo.es/portada-pontevedra/2012/08/08/fanecas-bravas-prefieren-mogor/672321.html,  las valencianas http://www.levante-emv.com/comunitat-valenciana/2009/06/29/peces-arana-hieren-treintena-banistas-perello/606439.html , o las vascas http://www.diariovasco.com/v/20111001/al-dia-local/menos-atendidos-playas-tiempo-20111001.html , por poner algunos ejemplos...

Sí; al final era cierto, en materia de tratar con los peces araña, otras fieras aún más corrupias y las mil y una maravillas que (aún, a pesar del expolio que sufren) albergan los Siete Mares, aquel dichoso lobo de mar al timón del 'Apolo' que fue nuestro querido abuelo Diego siempre nos enseñó muy bien...