lunes, 30 de diciembre de 2013

70 años de mi cuento de Navidad favorito: 'El cazador con alma de caballero'









http://en.wikipedia.org/wiki/Charlie_Brown_and_Franz_Stigler_incident

Está demostrado que Alemania es una de las grandes patrias chicas de los cuentos y leyendas más increíbles y apasionantes; pero, también, el escenario real de historias verdaderas que harían palidecer de envidia a esa inigualable legión de mitos, leyendas y relatos. Tal sucedió así hace justo 70 años, a punto de iniciarse las Navidades de 1943. El 20 de diciembre, 'Ye Olde Pub', un bombardero estadounidense B-17 F 'Fortaleza Volante' perteneciente al 379 Grupo de Bombardeo de la 8ª Fuerza Aérea estadounidense basada en Inglaterra, y pilotado por el joven segundo teniente de 21 años Charles 'Charlie' Brown (hay nombres geniales que lo predisponen a uno a las mayores heroicidades) en la que era su primera misión, intentaba volver a su base en Kimbolton gravísimamente dañado tras una incursión sobre Alemania, con la fábrica de Focke Wulf de Brema (otro escenario de un cuento entrañable) como objetivo. Tras un certero impacto por parte de la terrible y letal artillería antiaérea alemana, la FLAK,  habían logrado rechazar durante 10 minutos el ataque de 15 cazas enemigos (Me-109 y FW-190), de ocho frontalmente y de los otro siete por la cola. Con sólo un motor de cuatro a pleno rendimiento, otro inservible y dos perdiendo potencia a espuertas, con el fuselaje agujereado como un queso suizo, el puesto del radiotelegrafista arrancado de cuajo, sin establilzador izquierdo ni fluido hidráulico, y privados del cono transparente del morro donde se alojaba el bormbardero, lo que hacía que la tripulación tuviera que soportar vientos de más de 350 km/h, el avión perdía altura víctima de grandes daños que aconsejaban abandonar el aparato cuando aún fuera posible. El ametrallador de cola yacía muerto y el artillero dorsal estaba herido y había perdido el conocimiento. De los otros ocho tripulantes, todos salvo tres, estaban heridos de diversa consideración y próximos al estado de shock al ver el destino que les aguardaba. La razón pedía saltar en paracaídas, aunque fuera sobre territorio enemigo, para salvar la vida y pasar el resto de la guerra como prisioneros...

Sin embargo, Charlie Brown, herido por metralla en el hombro derecho y que antes había perdido el conocimiento por hypoxia (falta de oxígeno) para recuperarlo cuando el avión, tras entrar en barrena al desmayarse el piloto, descendió hasta los 300 metros de altitud, se negó a dar la orden de abandonar el avión con su compañero inconsciente a bordo, sabedor de que le condenaba a una muerte segura... Lo tenía decidido. Se salvarían todos... o tal vez ninguno... Por eso hizo descender al pesado B-17 y redujo la velocidad a apenas 200 km/h, justo la mínima para evitar entrar en pérdida, convencido de que los cazas enemigos les darían por derribados y abandonarían la persecución... y su estratagema, al menos inicialmente, pareció funcionar, posiblemente confundidos sus perseguidores por la aparatosa barrena... En esos pensamientos estaba enfrascado cuando un grito de terror recorrió el aparato... Un 'BANDIT', un caza enemigo, concretamente un flamante Me-109 G-6 perteneciente al Gruppe 6 de la mítica JG27, la Jagd Gewschawader (ala de caza) 27 'Afrika', pilotado por el veterano as Franz Stigler, que con 22 derribos entonces en su haber, sólo necesitaba una víctima aérea más ese día para obtener su ansiada Cruz de Caballero... y más teniendo en cuenta el gran valor que en la Luftwaffe se le concedía a derribar a un VIERMOT (de 'vier motoren' = cuatrimotor) estadounidense, hazaña nada fácil... y de los que ese día Stigler ya había abatido dos... Acababa de repostar combustible (la autonomía de los Me-109, incluso con un depósito suplementario de combustible, no daba para mucho, en comparación con la de sus rivales) y cargado más municiones, y ahora buscaba ese tercer 'viermot' que le concedería la tan ansiada condecoración... Sólo tenía que elegir cómo derribar al coloso... y pensó que el típico ataque por la cola, tras acabar con el artillero trasero sería lo mejor, pero enseguida notó que algo no iba como de costumbre: apenas a 200 metros de distancia, las dos ametralladoras de cola no sólo no disparaban frenéticamente ráfaga tras ráfaga, sino que permanecían misteriosamente silenciosas... El 'experte' alemán pronto descubrió la causa: el artillero de cola yacía muerto envuelto en sangre, y el resto de armas de a bordo parecían inutilizadas... el B-17 parecía el blanco más fácil de toda su carrera como piloto de caza...

Sin embargo, como los hechos demostrarían posteriormente, al por entonces teniente Stigler, no le hacía falta ninguna distinción que corroborase su innata caballerosidad. Este veterano de los frentes de África e Italia, donde ya se las había tenido que ver con los pilotos aliados, tenía un concepto de la guerra aérea distinto al "todo vale"desde que recibió en la sofocantes tierras libias el consejo de uno de sus directos superiores, el teniente y distinguido as Gustav Rödel, quien le conminó a que siempre combatiera "siguiendo las reglas y sin perder su humanidad", y quien también le advirtió de que si escuchaba o veía que disparaba a un hombre descendiendo en paracaídas, él mismo le derribaría. Stigler captó el mensaje e hizo suya la filosofía de Rödel, en unos momentos en que por ambos bandos no se concedía el mínimo cuartel a quienes colgaban inermes de su paracaídas. El propio Stigler había compartido un café con el primer piloto al que derribó sobre el desierto, un inglés a los mandos del letal Spitfire, capturado nada más ser abatido, y cuyo descenso a tierra fue vigilado y protegido por el alemán. Por eso, cuando, a través de los grandes agujeros que presentaba el fuselaje del mastodonte americano, Stigler avistó a los tripulantes del bombardero atendiendo a su compañero herido y sin intención de saltar, fue invadido por un espíritu caballeresco y quién sabe, dadas las fechas en que se encontraban, por los sentimientos de paz y concordia propios de las inminentes fiestas navideñas. Stigler, que descendía de un linaje de caballeros que se remontaba al siglo XVI, había estudiado para monje en un seminario durante su niñez y que siempre volaba con un rosario bajo su chaqueta de piloto, decidió no sólo no derribar a aquellos americanos en situación de total indefensión, lo que convertía su duelo en desigual y abusiva carnicería, sino ayudarles a llegar sanos y salvos a tierra... Para ello, les indicó repetidamente, mediante gestos desde la angosta cabina de su caza, que aterrizasen en cualquier base alemana para poder ser atendidos de sus heridas, algo a lo que Charlie Brown se oponía frontalmente. Tras comprobar lo inútil de sus demandas, les volvió a indicar mediante aparatosas gesticulaciones, que virasen en dirección a la neutral Suecia, apenas a 30 minutos de vuelo, donde pasarían el resto de la guerra internados, pero vivos. Brown, obcecado en regresar a Inglaterra, e ignorante de que el alemán les indicaba la opción nórdica, se negó nuevamente... años después confesaría que no había entendido las indicaciones y que desconocía no sólo que Stigler se refería a Suecia, sino que estaba convencido de que el alemán les indicaba que descendieran en un aeródromo germano para rendirse...

Otro problema se sumaría pronto a los muchos que afectaban al avión estadounidense: entraban en una zona cubierta por la temida FLAK... Stigler, consciente de ello, hizo de nuevo señales a Brown para que cambiaran el rumbo, y de nuevo éste, creyendo que era una treta para forzarles a aterrizar en territorio enemigo, también de nuevo ignoró la recomendación. Así, para que los artilleros germanos no disparasen al bombadero, Stigler decidió volar junto a los yankees, haciendo creer a los encargados de los cañones que el avión estaba siendo escoltado a un aeródromo propio para entregarse... Y funcionó! Así evitaron la letal lluvia de proyectiles, y se encaminaron rumbo al mar...  Harto de los signos de Stigler en dirección a Suecia, y temiéndose una argucia del 'experte' de la Luftwaffe, Brown ordenó a su artillero de la torreta dorsal (la única en funcionamiento -junto a una ametralladora manejada a mano en el morro- de las 11 armas con las que originalmente estaba armado el bombardero) apuntar al caza alemán, como una manera simbólica de decir "basta" a tantas indicaciones y que éste les dejara proseguir tranquilos su camino rumbo a casa... Stigler captó el mensaje, y no insistió más... para entonces ya sobrevolaban el Mar del Norte y decidió poner fin al incidente regresando a su base, mientras los americanos se internaban en sus frías aguas rumbo a Inglaterra. El alemán se despidió cortesmente con un último saludo, ante la incredulidad de Charlie Brown y de su co-piloto Spencer 'Pinky' Luke, tal y como reflejan las fotos 2 y 3, detalles del memorable y famoso cuadro del gran pintor de temas aéreos que es John D. Shaw que abre el post.
En su vuelo de retorno, el alemán se preguntaba si sería posible que el cuasi moribundo B-17 lograse llegar a Inglaterra, tal y como pretendía su obstinado comandante.
Entonces no pudo saber que 'Ye Olde Pub' había conseguido franquear milagrosamente los 400 km que le separaban de su objetivo, tras ordenar Brown que se arrojase al mar todo objeto susceptible de hacerlo mientras el avión pudiera seguir volando, salvo los propios tripulantes... hasta los casquillos vacíos empleados en la defensa del avión acabaron haciendo compañía a Neptuno y sus tritones y sirenas. Un par de cazas de los que P-47 del 56 Grupo de Caza (imagen 7) que habían escoltado la incursión a Brema, los acompañaron hasta el cercano aeródromo de Seething, base del 448 Grupo de Bombardeo, donde finalmente aterrizaron sin más novedad, lo que confirma que el apodo de 'Fortaleza volante' no le venía grande al B-17, sino todo lo contrario.

Y Stigler no supo que lo habían conseguido, ni entonces ni después, porque en cuanto Brown contó su historia a sus superiores, la maquinaria de inteligencia del Ejército inició su cometido. Inicialmente, les costó creer el relato de lo sucedido. Después, se ordenó a todos los tripulantes el más estricto secreto y la prohibición de contar nada de lo acontecido. Se perseguía un doble objetivo: en primer lugar, evitar que los aviadores estadounidenses pudieran pensar que había pilotos alemanes capaces de albergar sentimientos humanos, lo que podía afectar su moral hacerles dudar a la hora de combatir sin cuartel al enemigo, al que la propaganda de guerra estadounidense había construido una prototípica imagen de fanáticos nazis sanguinarios deseosos de inmolarse por su Führer, cuando en realidad la mayoría sólo estaban sacrificando sus vidas por intentar salvar a sus seres queridos y sus hogares del terrible infierno que les lanzaba noche y día la incesante campaña aliada de bombardeo estratégico, capaz de concentrar en ocasiones más de 1.000 aparatos en una sola misión. Otro de lo motivos que justificaba la prohibición de hacer pública cualquier referencia al incidente se basaba en la prudencia: se creía que quizás se trataba de una estratagema alemana para generar confianza entre los pilotos americanos y poder así derribarlos con más facilidad en cuanto bajaran la guardia.

 La medida irritó grandemente a Brown, quien muy molestó comentó: “Alguien ha decidido que no puedes ser a la vez humano y ocupar la cabina de un avión alemán". El secretismo oficial privó asimismo a los tripulantes de las condecoraciones que, de no mediar el veto oficial, se habría concedido a cualquiera que hubiera realizado semejante viaje de vuelta con el avión en tales condiciones. Simplemente, aquella misión constaría como una más sin nada que destacar. Sea como fuere, el bloqueo informativo americano acerca de lo sucedido, contribuyó decisivamente a salvar la vida de Stigler, al que, de haber trascendido la historia en el campo aliado, le esperaba el pelotón de fusilamiento por colaboración con el enemigo, y más en un periodo en el que entre los altos jerarcas nazis se extendía la convicción de que era la cobardía y la falta de coraje de sus pilotos de caza la que permitía a los bombarderos enemigos asolar Alemania, en lugar de atribuir el hecho a la inmensa superioridad en aviones, recursos de todo tipo y combustible de la que disfrutaban los aliados. Incluso la Gestapo, la temida Policía Secreta del Estado, había tomado cartas en el asunto interrogando, e incluso deteniendo, a algunos pilotos de cuyo valor frente al enemigo o de su lealtad al Führer se dudaba.

El propio Stigler, en el vuelo de regreso a su base comenzó a pensar en las consecuencias que para él tendría su honrosa acción si esta trascendía, bien por parte estadounidense o por algún informe de las baterías de la FLAK que habían interrumpido su fuego para no abatirle junto al B-17. Finalmente, tras aterrizar su caza en otro aeródromo, comprobó aliviado que no había nadie esperándole para pedirle explicaciones o interrogarlo, y tras dejar su caza a los mecánicos (había sido alcanzado por un proyectil del calibre 0.50 en el radiador izquierdo durante los combates del día) e informar de que el bombardero americano se había precipitado al mar, se marchó en busca de su novia Eva, con las inminentes festividades navideñas en mente como principal pensamiento. Consciente de lo que se jugaba en caso de ser descubierto, tampoco contó entonces a ninguno de sus compañeros lo sucedido.

Stigler, 7 años mayor que Brown, procedía de una familia bávara de creencias católicasy tradición de pilotos: su padre sirvió como observador en la Primera Guerra Mundial, y tanto él como su hermano Gustel, (que prefería que lo llamaran August) cuatro años mayor, le tomaron el relevo, iniciándose Franz Ludwig a los 12 años en el vuelo en las múltiples escuelas de planeadores para jóvenes que proliferaban cual setas en otoño en una Alemania deseosa de desembarazarse de la prohibición de poseer aviones militares de acuerdo al infausto Tratado de Versalles. Como muchos jóvenes pilotos, Stigler comenzó en 1933, con apenas 17 años  a lomos de un fiable biplano de entrenamiento FW-44, su trayectoria en la Lufthansa con la intención de que pudiera aplicar esa experiencia adquirida en cuanto Alemania pudiera dotarse de una fuerza aérea digna de tal nombre, lo que ocurrió a partir del ascenso de Hitler al poder. En aquellos días de preguerra, junto a diversos polimotores, pilotaba un elegante y veloz monomotor Heinkel He-70, el equivalente a los actuales jets privados, capaz de trasladar a seis pasajeros casi a la misma velocidad que el más moderno caza de entonces, y cuya ala elíptica era muy similar a la del entonces todavía joven Supermarine Spitfire británico, un caza destinado a entrar en la leyenda al igual que los aviones pilotados por Stigler durante el conflicto: Bf-109 F-2 (en África), Me-109 G-6 (en Italia y Alemania), Me-109 K-4 y el revolucionario birreactor Me-262 durante los meses finales de la guerra. También probó diversos cazas aliados capturados, siendo el P-51 Mustang el que más temía en combate por su velocidad y maniobrabilidad, y le encantaban los no menos míticos Focke Wulf 190 (que había probado en vuelo aunque nunca lo voló en combate por no estar su unidad equipado con ellos), especialmente el D-9 y el Ta-152, a los que consideraba los mejores cazas alemanes de pistón. En 1939, Stigler se incorporó a la Luftwaffe como instructor, labor en la que era bastante competente, y entre sus alumnos más brillantes tuvo al gran Gerhard Barkhorn, segundo mayor as de caza de la historia con 301 victorias confirmadas, aunque lejos de las 352 del inalcanzable Erich Hartmann. En 1940 sufrió un duro golpe, la muerte de su hermano, piloto de bombardero, durante una incursión de ataque a Inglaterra que terminó en accidente sobre el Mar del Norte, aunque su cadáver fue recuperado en la orilla francesa del Canal de la Mancha, pero, tal y como establecían las ordenanzas, no pudo ser repatriado a casa y fue enterrado en tierra francesa. En febrero de 1942, deseoso de más acción inspirado por el recuerdo de hermano mayor, Franz se incorporó como piloto de combate al Gruppe 4 de la JG 27, en el seno de la cual siempre combatió contra pilotos aliados estadounidenses o británicos, nunca del Frente Oriental (en general, bastante menos capaces, lo que explica las grandes cifras de derribos cosechadas contra los pilotos soviéticos), a los que les derribó 15 aviones, todos cazas, en sus campañas del Mediterráneo, fundamentalmente Curtiss P-40 Tomahawk y algunos Hurricane y los más sofisticados Spitfire. Precisamente, fue en un combate contra el mítico caza inglés que Stigler vivió antes una experiencia similar a la acontecida contra el B-17 de Brown: en pleno 'dogfight' contra el piloto británico, ambos aviones se acercaron tanto que pudo avistar la aterrorizada cara de su enemigo, al que, de forma inconsciente, dejó escapar. Stigler fue derribado 17 veces (4 por cazas enemigos, 4 por la artillería antiaérea y 9 por los artilleros de los bombarderos americanos), saltó seis en paracaídas y once veces realizó aterrizajes forzosos, fue herido cuatro veces -una en la frente y otra en las piernas- por los artilleros de cola de los B-17 con sus gruesos proyectiles del calibre 0.50 capaces de travesar el muy grueso cristal blindado de su parabrisas y en una ocasión consiguió escapar de sus captores británicos en África. Curioso resulta que una de las veces que fue derribado fue de manera indirecta, por impacto con un ala del P-47 que acababa de abatir, que se desprendió del pesado caza estadounidense y voló sin control hasta impactar en la cola del Me-109 de Stigler, de estructura mucho menos robusta, y que resultó arrancada de cuajo, obligando al as alemán a saltar en paracaídas. Además de en tierras africanas, combatió en Sicilia, península de Italia, Bulgaria, Austria y Alemania.

Comandó 3 grupos de caza de la consagrada JG 27 (6, 8 y 12) y en dos ocasiones mandó una Jadgeschwader. De los 28.000 pilotos de caza que sirvieron con la Luftwaffe, sólo unos 1.300 seguían vivos al terminar el conflicto, una buena parte de ellos los ases veteranos con los seis años de guerra a sus espaldas. A diferencia de los aliados, que enviaban a sus mejores pilotos de caza a casa para servir como instructores una vez cumplido cierto número de misiones y así poder transmitir a los jóvenes en formación sus experiencias, los 'experte' alemanes no tuvieron tregua durante toda la guerra, viéndose forzados a servir en el frente interrumpidamente y sin apenas descanso, lo que explica en parte las grandes cifras de derribos logradas por los grandes ases de la Jadgwaffe, el arma de la caza alemana. En total, Stigler voló 487 misiones a bordo de los Me-109, cosechando 28 victorias confirmadas y otras 30 probables, y finalizó su participación en la guerra con otras 16 misiones en Me-262 (el '3 blanco' de la ilustración), sin camuflar por falta de pintura en aquellos días finales en las que se carecía de todo, con el que consiguió derribar otros 2 cuatrimotores americanos (que no le fueron oficialmente reconocidos) como integrante de la mítica JV 44, el ala de caza de aviones a reacción integrada únicamente por ases expertos liderada por el hipercarismático Adolf Galland, gran amigo de Stigler... En total, junto a 17 cazas aliados, derribó 11 cuatrimotores estadounidenses, toda una hazaña. Su emblema personal, que pintaba sobre sus cazas 'Gustav', era una manzana con una serpiente, en lugar de gusano, y el nombre de su primera esposa, Eva... Stigler también tiene anécdotas relacionadas con España: durante su periodo de piloto de Lufthansa volaba desde Berlín a nuestro país en misiones de estafeta y suministro para la Legión Cóndor, entonces plenamente implicada en la Guerra Civil Española. Una vez finalizado el conflicto mundial, ante la antipatía de los funcionarios de la nueva Alemania surgida del cataclismo, que veían en cualquier piloto condecorado y de brillante historial a un nazi, aunque no fuera ni mucho menos el caso de Franz Stigler, no le quedó más salida que trabajar como albañil poniendo ladrillos. Harto de tanto desprecio y marginación funcionarial, viajó en 1953 a Canadá, por consejo de otros amigos alemanes ya instalados allí. En Vancouver inició una nueva vida y formó otra familia, primero como simple mecánico de una compañía maderera y posteriormente con su propia empresa de alquiler de camiones, y fue allí que adquirió una avioneta Messerschmitt Bf-108 Taifun decorada con los colores de la Luftwaffe que había sido empleada en el rodaje -en 1969- en España del famoso filme 'La Batalla de Inglaterra', que conservó y voló durante 16 años.

Hace apenas un lustro, se recuperaron en un pantano de Alemania los restos del último caza Me-109 del que Stigler se lanzó en paracaídas a finales de 1944, y está previsto que sea restaurado.

Las condecoraciones de Franz Stigler incluyen la Cruz de Hierro de segunda y primera clase y la Cruz Alemana de Oro (a la que los pilotos llamaban cariñosamente "el huevo frito", pero, aunque estaba mencionado para recibir su tan ansiada Cruz de Caballero, el final de la guerra lo impidió.

Por su parte, Charlie Brown, el joven granjero de Virginia Occidental, tras 'Ye Olde Pub' le fue asignado un nuevo bombardero, más moderno y mejor armado, un B-17 G llamado 'Carol Dawn', a bordo del cual cuajó una hoja de servicio de lo m´s distingida y premiada. En total, consiguió sobrevivir a 31 misiones de bombardeo -2 abortadas y 29 completadas-, 24 de ellas sobre Alemania, derribando su tripulación cinc cazas enemigos y otros siete más probables, siendo herido dos veces, antes de abandonar el frente de combate, como era costumbre en la USAAF , y dedicarse a vuelos de traslado de cazas y bombarderos entre Estados Unidos e Irlanda del Norte. También sirvió como instructor de B-17, hasta que el gusanillo en busca de algo más de acción le hizo pedir el traslado al frente de China, Birmania y la India, donde pilotó polimotores de transporte C-54 y C-87 en labores de suministro. En 1949, después de pasar por la universidad de su estado, volvió a la ahora USAF y tras actuar en labores de inteligencia en la Guerra de Vietnam se retiró en 1972 como teniente coronel, para dedicarse a los negocios y a su vocación de inventor con gran éxito. A lo largo de su vida militar y posteriormente, recibió numerosas condecoraciones, una de ellas impuesta por el mismísimo gobernador de Florida Jeb Bush.

Ni uno ni otro conocían lo sucedido después de su insólito encuentro, y ambos mantuvieron durante décadas una enorme curiosidad por conocer el desenlace definitivo de lo acontecido aquel frío 20 de diciembre de 1943 en los cielos de Alemania. Y entonces, como en las mejores historias, las fuerzas del destino se pusieron en marcha.

El curso de pilotos de Charlie Brown (el 43-D) había sido la mayor promoción de pilotos de la historia de la aviación, y en abril de 1943 hasta 5.923 aviadores recibieron a la vez sus alas como pilotos del US Army. En 1986, una asociación de veteranos de las fuerzas aéreas puso en marcha 'El encuentro de las águilas' un evento que pretendía reunir en Las Vegas a pilotos veteranos de la Segunda Guerra Mundial de todo el mundo. Allí había tres pilotos de la promoción 43-D que había recibido la prestigiosa Medalla de Honor del Congreso y que decidieron invitar a su estimado Charlie Brown, que entonces vivía en Seattle, a la convención de Nevada para que compartiera con ellos y otros veteranos sus recuerdos de guerra. Cuando fue preguntado por sus condecorados amigos qué era lo más inusual que le había sucedido durante su servicio como piloto de bombarderos en Europa, Charlie Brown refirió con pelos y señales su encuentro con el Me-109 de Stigler. Poco antes, se lo había contado a su mujer, que quedó verdaderamente impresionada. Al principio, su relato provocó risas e incredulidad entre los presentes, pero luego ya hubo quien empezó a creer en una historia totalmente desconocida para los militares debido a su condición de clasificada por motivos de seguridad nacional.

Ahora que había revelado su secreto, quería llegar más lejos y contactó con el historiador responsable de los archivos de la Fuerza Aérea de la República Federal Alemana, quien, evidentemente, ignoraba ese episodio de la contienda mundial ya que Stigler no se lo había contado a nadie durante su servicio como piloto de caza. Contactó entonces con Adolf Galland, ignorando ambos que Stigler, gran amigo del legendario as famoso por su caza BF-109 E decorado con un sui generis Mickey Mouse y por los purazos habanos que siempre llevaba en la boca, era el protagonista de ese misterio que Brown ansiaba resolver. El carismático aviador germano le recomendó que pusiera un anuncio en Jäger Blatt, una publicación que solían leer los pilotos alemanes en activo o retirados, a ver si alguno de esos lectores resultaba ser el piloto que el americano intentaba encontrar. El editor de la revista se negaba en redondo a publicar nada escrito por un antiguo enemigo de una buena parte de sus lectores, y tuvo que ser precisamente la insistencia de Galland, el aviador alemán más famoso de la Segunda Guerra Mundial, y admirado y respetado por ambos bandos, la que diera a torcer el brazo del editor. Poco después de poner el anuncio solicitando información sobre el incidente, Charlie Brown recibió una carta con remitente canadiense. Poco podía imaginar que llevaba décadas viviendo a menos de 200 millas del hombre a quien le debía la vida y que con tanto anhelo buscaba. En la carta venía un nombre, Franz Stigler, y una frase: "Ése era yo". Brown inmediatamente llamó a información de Vancouver, donde le confirmaron que sólo figuraba un Stigler en la guía, y a su número telefoneo el ex piloto estadounidense. Nada más coger el teléfono, y tras un breve saludo, Stigler volvió a decirle lo de "ése era yo". Entonces, Brown le repuso: "Convénzame". Y vaya si lo hizo. Le refirió la historia con tal lujo de detalles que Brown reconoció que al fin había dado con el hombre que, durante décadas, había ocupado un importante lugar en su memoria.

Tres meses después, Brown tomó un avión rumbo a Vancouver para su tan ansiado encuentro en persona con Stigler, pero no llegó con las manos vacías. Encargó a un viejo amigo con buena mano para la pintura un cuadro en el que se reflejara el incidente tal y como él lo recordaba. El artista no era otro que Robert 'Bob' Harper, quien fue uno de los oficiales en labores de inteligencia de la base de Seething a los que relató su historia nada más aterrizar. Entonces Brown le pidió al conserje del hotel en el que había quedado con el as alemán, que cuando viera a éste entrar le preguntara: - ¿es usted Franz Stigler, el famoso piloto alemán? ¿Le importaría firmarme este pintura, por favor?- y que, a continuación, le entegara la obra de Harper para su rúbrica, cosa que el piloto alemán hizo de lo más orgulloso (su firma acompaña a la de Brown en la imagen 8, el cuadro de Harper, no el que mejor relata el incidente, pero sí el primero que lo hizo) mientras Charlie y su esposa Jackie reían mientras contemplaban escondidos la escena. Nació así una amistad tan intensa por ambas partes que los dos veteranos aviadores comenzaron a llamarse el uno al otro"hermano" y a compartir aficiones y reuniones familiares, amistad que también compartieron sus esposas, Hija y Jackie, y que perduró cuando la familia Brown se trasladó a Miami.

Una vez que su historia trascendió, alcanzó una gran popularidad, y atrajo no sólo la atención del gran pintor de aviones que es John D. Shaw (en la imagen 6), cuyo talento se puede admirar en su web http://www.libertystudios.us/about/  , cuyos tres cuadros dedicados al incidente abren el post, especialmente el espectacular 'A Higher Call' y el más reciente 'In the presence of my enemy' (imagen 5), así como el best seller 'A Higher Call' de Adam Makos y Larry Alexander, en el que se refiere con mayor enjundia en los detalles lo apuntado en estas líneas.

Como si su unión hubiera sido forjada por el mismo destino y a pesar de su diferencia de edad, ambos protagonistas fallecieron el mismo año, 2008, Franz en marzo y Charlie en noviembre.

En el obituario de Stigler, publicado en el Vancouver Sun, y que aquí os reproduzco, se hace referencia a su 'hermano' Charlie Brown


Photo

STIGLER - FRANZ After a long extraordinary life, Franz passed away on March 22, 2008. Predeceased by his parents Franz, Anna and brother Gustel, he is survived by his loving wife Hija; daughter Jovita; grandchildren Melina, Corbin, Jason and Nathan; great grandchildren Mackenzie and Aidan; niece Christiane (Burkhard); special brother Charlie Brown; soul mates Jim, Anne and many friends. No flowers and service by request. -



 Además de sus muchas condecoraciones de la Luftwaffe, Franz Stigler fue distinguido con la Orden de la Estrella de Paz por la Federación de Excombatientes Aliados en Europa por su acto de caballerosidad, siendo hasta hoy el único piloto de Luftwaffe que ha recibido este honor. También fue nombrado miembro honorario del 379 Grupo de Bombarderos.

Nada mejor para despedir este post que ejemplifica los mejores valores navideños que el vídeo en el que estos dos recordados combatientes de la Segunda Guerra Mundial evocan en persona el episodio que los unió para siempre como hermanos...
http://www.youtube.com/watch?v=_8EkmyoG83Q

jueves, 12 de diciembre de 2013

Chang y Eng, los inseparables gemelos unidos para siempre por el diccionario


















¿Cuál es el origen del término "siamés" para definir a las personas que nacen unidas por una parte de su cuerpo? La solución a esta cuestión reside en dos hermanos originarios del Reino de Siam, la actual Thailandia, cuya historia están tardando en llevar al cine Tim Burton o Guillermo del Toro, y de la que, aunque ya ha sido contada en numerosas publicaciones y blogs, no me resisto a dar mi propia versión por lo apasionante e increíble de la misma...

Nacidos el 11 de mayo de 1811 en una barquichuela sobre el río Mekong donde vivían sus hermanos y sus padres,  una pareja de campesinos -chino él y chino-malaya ella- a los que ayudaban criando patos y vendiendo sus huevos y a quienes la dura vida en los cultivos se los llevó pronto al otro mundo, Chang y Eng, a los que sus vecinos llamaban 'los gemelos chinos', estaban condenados por su deformidad a ser asesinados, dadas las crueles tradiciones de su país para con aquellos que sufrían anormalidades físicas, y que el rey Rama II les consideraba un símbolo de mal augurio, aunque a partir de los seis años de edad, les permitió vivir a cambio de explotarlos económicamente en su provecho como monos de feria.

En 1824, mientras nadaban en un río, conocieron por casualidad al comerciante escocés Robert Hunter, y posteriormente a su socio, un explorador americano que se hacía llamar Capitán Abel Coffin que no andaba muy sobrado de escrúpulos, quienes se los compraron por 500 dólares a su madre con la promesa (incumplida,claro) de hacerles volver a Siam cuando cumplieran los 21 años, para hacer negocio en una época de gran popularidad de los circos humanos en los que la sociedad condenaba a los afectados con malformaciones físicas como su único medio de ganarse la vida frente a la gran discriminación de los que eran objeto.

Nada más abandonar Siam, partieron rumbo a Inglaterra, donde fueron presentados al popular vencedor de Napoleón, el duque de Wellington y reunieron a más de 100.000 personas para presenciar su espectáculo.   Como curiosidad, solían hablar de forma simultánea pero sin interrumpirse: uno comenzaba la frase y el otro la terminaba, aunque no solían hablarse entre sí, como si cada uno conociera ya los pensamientos del otro. Rondaban el 1'70 de estatura y Eng era un par de cm más alto que su hermano. Juntos dejaban boquiabierto al personal cuando demostraban su perfecta sincronización a la hora de andar, nadar, remar, e incluso talar árboles con un hacha. Su aficiones estaban muy asociadas a la vida silvestre: senderismo, pesca y caza...

En la Pérfida Albión se hicieron extremadamente populares, ya que no se limitaban a ser exhibidos entre barrotes, sino que protagonizaban números de malabarismo, sketches humorísticos y sorprendentes trucos de magia. Allí hizo fortuna el término 'siamés' para describir el fenómeno médico que compartían ambos hermanos, unidos ya desde entonces en adelante por el diccionario. Arrasaron también en Edimburgo, Dublín, Berlin, París o Amberes, lo que les llevó a probar la aventura americana en 1829, visitando, ademas de Canadá, la Cuba entonces aún española y otros lugares de Iberoamérica. Cosecharon un gran éxito en Boston o Nueva York, donde conocieron en persona al Príncipe de Gales, Bertie, futuro Eduardo VII. En Estados Unidos, Coffin se hizo con sus derechos en exclusiva, cediéndolos al afamado Circo Barnum como una de sus más demandadas atracciones, en el que, con mucha guasa y cierta mala leche, eran presentados dentro de la jaula en la que viajaban con el eslogan “E pluribus unum” (de muchos uno), que databa de los tiempos de la Guerra de la Independencia Americana. 

Tres años después de su llegada a Norteamérica, y tras comprobar de qué iba el negocio, decidieron deshacerse de los servicios de Coffin, iniciando su carrera en solitario tras probar diferentes managers que no les convencen, y comienzan a trabajar para Barnum sin intermediarios que se lleven su dinero. 94 centavos costaba presenciar su espectáculo en 1834, año en que fueron recibidos con todos los honores y gran curiosidad en el campus de la Universidad de Carolina del Norte. A los espectadores mutilados en piernas o brazos les rebajaban 50 centavos de la entrada, que en Inglaterra costaba un chelín...

En tan sólo 6 años de carrera los gemelos de Siam, que adoptaron la ciudadanía americana, consiguieron reunir un total de 10.000 dólares, con los que en 1839 decidieron retirarse al condado de Wilkes, en Carolina del Norte, haciendo caso al consejo de uno de sus más fervientes admiradores, el doctor James Calloway, nacido allí, donde compraron una modesta plantación de tabaco con sus esclavos y todo, en la que también cultivan maíz, fríjoles, patatas, guisantes y fruta, y crían pollos, ovejas y vacas... En 1843 se casaron, como no podía ser de otra manera, con dos hermanas, Adelaide y Sarah Anne ('Sally') Yates, con las que tuvieron 10 y 11 hijos, (7 niñas y 3 niños, y 6 niñas y 5 niños) respectivamente, algunos de los cuales combatirñan con la caballería confederada durante la Guerra de Secesión...  Las memorias de guerra de Christopher Wren Bunker, el hijo mayor de  Chang, constituyen todo un hito histórico, por ser el único testimonio escrito sobre el conflicto a cargo de un estadounidense de ascendencia china...

Ambos hermanos habían competido por el amor de Sally, la mayor y también la más guapa y alta de las dos. Al final, Eng, que era el que llevaba la voz cantante del dúo, consiguió seducirla y Chang se vio obligado a casarse sin amor con su 'cuñada' más joven, Adelaide. La boda estuvo a punto de no celebrarse, pues muchos de sus vecinos y amigos, sureños con poco mundo y no pocos prejuicios, consideraban una aberración lo de que tres o cuatro personas compartieran lecho conyugal, exigiendo la separación previa de los siameses para permitir la celebración de la boda, y aunque ambos hermanos estaban dispuestos a someterse al bisturí por amor en la clínica del doctor Thomas Harris de Philadelphia, la determinación de las Yates consiguió sacar adelante el doble matrimonio, que se celebró sin necesidad de cortar nada.

Para evitar más 'problemas conyugales', celos, reproches y envidias varias, los siameses tenían cada uno su casa propia ubicada en cada extremo de la plantación y separadas por un riachuelo, donde, por turnos, pasaban 3 días de la semana con sus respectivos hijos y esposa. En 1844 adoptaron el apellido Bunker. Antes de la Guerra Civil de 1861, invierten buena parte de sus beneficios en la plantación, mediante la compra de esclavos, llegando a contar con 28 de ellos, valorados en 30.000 dólares de entonces. Unidos por apenas 10 cm el esternón y por un robusto cartílago, al compartir parte del sistema circulatorio y el hígado no se atrevieron a ser separados con la tecnología quirúrgica de la época -hoy sería bastante fácil-.

Una vez concluida la Guerra de Secesión, y ya sin esclavos, continuaron viviendo en su plantación, aunque arruinados -toda su fortuna se habia evaporado en forma de bonos de guerra confederados que ya no valían nada y sólo disponían de 2.100 dólares en metálico, y los pocos negros que continuaban a su servicio cobraban un sueldo como trabajadores libres- se vieron forzados en 1868 a retomar por un tiempo sus giras circenses con Barnum por Inglaterra y otros países europeos, para poder subsistir y dar de comer a tan ingente prole, que se había visto menguada con la muerte prematura o durante la infancia de algunos de los niños Bunker... Como los hermanos estaban algo viejunos y su fama había menguado con el paso del tiempo, al avispado Barnum se le ocurrió, para recuperar la atención del público, que los gemelos compartieran escenario con dos de sus hijos y vender la idea de que ésta era su última gira antes de ser definitivamente separados, cosa que ni por asomo era cierta, y el ardid del empresario se repetía así año tras año... En Francia, en esta ocasión, ya no se les permitió la entrada.

Ambos hicieron la promesa de no separarse hasta que uno de ellos muriera. pero Chang, dado a la bebida y la vida disoluta tras la muerte de dos de sus hijas, comenzó a tener graves problemas de salud, al contrario que Eng, el más listo y autoritario de los dos y más sobrio en sus costumbres, entre las que estaba leer a Shakespeare, y jugar partidas nocturnas de póker que impedían a su hermano, más dormilón, poder descansar y recuperarse convenientemente. Tanto empeoró Chang que Eng se vio forzado a llevar unos arneses en los que sostenía casi como una marioneta a su hermano, a quien le fallaban las piernas y era incapaz de andar por sí mismo, y cuyo rostro parecía siete años más viejo que el de su hermano, a juicio de quienes los conocían.

Tras superar un ictus, en enero de 1874 contrajo una neumonía que se agravó durante un temporal que sorprendió a ambos hermanos en campo abierto durante su habitual cambio de residencia terminó por llevarle a la tumba la noche del 17 del mismo mes, mientras dormía. Al contrario de lo declarado anteriormente, Eng se habría negado a ser separado de su hermano por el doctor Hollingsworths, el médico del pueblo, que se ofreció a ello, imagino que aterrado con la idea de exponerse a ser troceado como en un matadero, y murió a las pocas horas (3, según la autopsia). También hay quien asegura que el doctor no llegó a tiempo de separar a Eng y salvarle la vida. Para evitar el saqueo de los cadáveres por los buscadores de curiosidades, ambos hermanos fueron introducidos en un único ataud de nogal que estuvo un año escondido en la bodega de casa de Chang antes de ser enterrado bajo un arbol. En 1917, los restos mortales fueron inhumados y un hojalatero construyó un gran ataúd de metal para los cuerpos, que fueron enterrados en una fosa doble y con una lápida común en la iglesia baptista de White Plains. El hígado común de ambos, el único órgano que compartían, se conserva en formol en el Mutter Museum de Philadelphia, junto a un sobrecogedor vaciado en masilla de su máscaras mortuorias, todavía unidas por el pecho.

Según los expertos, la anormalidad de Chang y Eng se repite en uno de cada 200.000 nacimientos, aunque en el caso de los gemelos sería más frecuente, afectando a uno de cada 200 de media en el momento del parto. Su historia ha inspirado un disco, el último del grupo gallego Lovely Luna, titulado 'Chang y Eng', que incluye una canción homónima;  una novela, la conocida 'Chang y Eng' del norteamericano Darin Strauss; una película, la no menos famosa 'Inseparables' (1988) de David Cronenberg, con Jeremy Irons como inquietante protagonista por duplicado; y más recientemente, en su Thailandia natal, donde fueron unos grandes desconocidos hasta que en el año 2000 se popularizó su historia, un musical sobre su vida producido y dirigido por Ekachai Uekrongtham y una entrañable estatua en su memoria, erigida en Samut Songkhram, su lugar de nacimiento, que atestigua la nada espectacular estatura de la pareja.

De este par de gemelos cuya trascendencia histórica ha dado lugar a una palabra tan universalmente conocida, nos quedamos como recuerdo con la última foto del post, el impresionante retrato de 1830 que en plena juventud les pintó Irvine, durante su visita a Inglaterra, y que se conserva en el Real Colegio de Cirujanos de Londres.


P.D: No quiero despedirme sin recordar el gran homenaje que, de manera sutil, la Disney le tributó a Chang y Eng en la película 'La Dama y el vagabundo', con el excelso dúo musical de los taimados y gatunos "gemelitos siameses"... https://www.youtube.com/watch?v=s_8-nPv9YHw

martes, 3 de diciembre de 2013

De cuando Robert Louis Stevenson acabó con el auténtico Dr. Hyde






119 años ha, en su casa polinesia en Vailima, próxima a la capital de Samoa, fallece un 3 diciembre, de un ictus cerebral, el escritor británico Robert Louis Balfour Stevenson. A sus 44 años, deja tras de sí una extensa obra que incluye crónicas de viaje, novelas de aventuras, relatos breves, lírica y ensayos, ninguneado por la crítica literaria inglesa (¿será por su condición de escocés?) al considerarlo únicamente un autor de novelas de aventuras para jóvenes y de historias de terror. El desprecio hacia su figura, promovido por Virginia Woolf y los literatos de la generación posterior a la Primera Guerra Mundial, hizo que su literatura, y hasta su nombre, desapareciera de los planes de estudios de los colegios ingleses hasta su reciente rehabilitación como una de las figuras claves del fenómeno literario más identificado con la Inglaterra victoriana: 'La Era de los Contadores de Cuentos', junto a figuras de la talla de Arthur Conan Doyle, John Buchan, A.E.W. Mason, 'Sapper', Rudyard Kipling, H.G. Wells, Arnold Bennett, H. Rider Haggard, Anthony Hope, P.C. Wren, G.A. Henty... Hoy día, la obra de Stevenson está reconocida en el ranking de la UNESCO como la 26ª más traducida del mundo, por delante de clásicos tan universales como Tolkien, Edgar Allan Poe o el mismísimo Oscar Wilde... En España ocupa el puesto del séptimo escritor extranjero más traducido, sólo superado por Julio VerneAgatha ChristieEnid BlytonRené GoscinnyIsaac Asimov William Shakespeare.

En el día en que lamentamos su muerte, allá en las paradisíacas islas polinesias, siendo más joven que quien esto escribe, no se puede por menos que recordar una de los más certeros pensamientos de aquel a quien los nativos llamaban 'Tusitala': Contador de historias...

"El hombre de éxito es el que vivía bien, se echaba a reír a menudo y amaba mucho, el que ha ganado el respeto de hombres inteligentes y el amor de los niños, que llegó a una posición de respeto y cumplimiento de sus deberes, dejó este mundo mejor de lo lo encontró al contribuir con una flor más hermosa, un poema perfecto o una alma rescatada, que nunca dejó de apreciar la belleza del mundo o de expresarlo, que buscó lo mejor de otros y dio lo mejor posible".

Otro fascinante guiño del destino asociado a la apasionante vida de mi escocés favorito... poco podía sospechar él cuando escribió 'El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde' en 1886 que apenas cuatro años después se iba a enfrentar de manera epistolar a otro diablo de idéntico apellido al que él había creado, pero éste de carne y hueso, y con hábitos de predicador (doctor, se llaman a sí mismos) presbiteriano, Charles McEwen Hyde, asentado en Honolulu, quien vilipendió públicamente al famosísimo Padre Damián nada más fallecer éste en la isla leprosería de Molokai de la que había sido la verdadera alma mater hasta su reciente muerte, acusándole en una incendiaria carta publicada en el diario australiano 'The Presbyterian' no sólo ser "testarudo, sucio y fanático", sino también de haber contraído la enfermedad que le llevó a la muerte tras mantener relaciones sexuales con leprosas de aquella ínsula maldita para cualquiera que no hubiera contraído el mal que devora a los hombres lentamente. Una de las cosas que más asqueó a Stevenson es que el Dr Hyde (menuda ironía de nombre) siempre había puesto por las nubes al Padre Damián en vida de éste, y nunca se atrevió entonces a criticarlo. Otra, que la diatriba de Hyde evitó que se construyera un memorial dedicado al Padre Damián, que por arte de magia había pasado de santo a criminal en cuestión de horas. y, como suele pasar en estos casos de calumnias basadas en rumores, por un patinazo imperdonable del impresentable Dr Hyde, que se había confundido de sacerdote: es cierto que por aquel entonces existía en las islas Hawaii un cura bastante mujeriego al que privaban las nativas, pero su nombre era Fabián (Fabien), y no Damián (Damien), aunque el mal ya estaba hecho de manera irreparable por el imprudente y cotilla reverendo presbiteriano...


Así rezaba la carta de Hyde a su amigo el reverendo H. B. Gage, reproducida en 'The Presbyterian' el 26 de octubre de 1889:


"Querido hermano. En respuesta a sus indagaciones sobre el padre Damián, sólo puedo contestar que nosotros que lo conocimos estamos sorprendidos con las extravagantes alabanzas del periódico, como si fuera un muy santificado filántropo. La simple verdad es que era un vulgar hombre sucio, testarudo y fanatizado. No fue enviado a Molokai, sino que fue ahí sin órdenes; no permaneció en el asentamiento de los leprosos (hasta que se volvió uno él mismo), sino circulaba libremente por toda la isla (menos de la mitad de la isla está dedicada a los leprosos), y venía a Honolulu a menudo. No tomó parte en las reformas y mejoras realizadas, que fueron trabajos de nuestra Junta de Salud, como lo requería la ocasión y los medios provistos. No era un hombre puro en sus relaciones con las mujeres, y la lepra que lo mató debe atribuirse a sus vicios y descuidos. Otros han hecho bastante por los leprosos, nuestros propios ministros, los médicos del gobierno, pero nunca con la idea católica de merecer la vida eterna. Suyo, etc., C. M. Hyde".

Stevenson, enfermo crónico de tuberculosis, visitó Molokai al poco de fallecer el sacerdote belga, nuevo santo de la Iglesia Católica desde 2009, y quedó impactado por la fantástica labor del religioso por quienes nada tenían más que una cruel enfermedad agravada por el rechazo y el temor de sus semejantes... Por ello, indignado a la vez que conmovido, escribió una carta abierta contra Hyde, a quien había conocido personalmente con anterioridad, que se encuentra entre las más celebradas en lengua inglesa, y más teniendo en cuenta que Stevenson no lo hacía por una cuestión religiosa -él no era católico sino, tachán, tachán, de creencias presbiterianas, aunque había acabado harto de sus imposiciones durante su juventud en Edimburgo- sino de justicia y humanidad...


Así replicó el bueno de Robert Louis al Dr. Hyde el 25 de febrero de 1890 desde Sydney, ciudad donde se editaba el diario presbiteriano:

"Señor: Puede que usted recuerde habernos encontrado y visitado, conversado; de mi parte, con interés. Usted puede recordar que me hizo varias cortesías, por las que yo estaba dispuesto a la gratitud. Pero existen deberes que vienen antes de la gratitud, y ofensas que apartan justamente a los amigos, más aún a los conocidos. Su carta al reverendo H. B. Gage es un documento que, a mi vista, así me hubiera usted llenado de pan cuando estaba hambriento, hubiera atendido usted a mi padre cuando él yaciera moribundo, aún así me habría absuelto de los lazos de la gratitud. [...]

Debo empezar por citarlo en extenso: luego procederé a criticar su declaración desde varios puntos de vista, divinos y humanos, en el curso de los cuales trataré de delinear otra vez, y con mayor especificación, el carácter del santo muerto a quien usted se complació en vilipendiar: una vez hecho eso, le diré a usted adiós para siempre. (...Y tras reproducir la carta de Hyde contra el Padre Damián, antes comentada, entra en materia):

Para tratar en forma adecuada una carta tan extraordinaria, debo hacer uso de mi conocimiento privado del firmante y de su secta (se refiere a los presbiterianos).

Yo lo concibo a usted como un hombre más allá y por debajo de las reticencias de la civilidad: con la vara que usted mida, con ésa será medido a su vez; con usted, por fin, me regocijo al sentir el seguro del florete y arrojarme gustoso. Y si en todo lo que voy a decir ofendiese a otros, sus colegas, a quienes respeto y recuerdo con afecto, sólo puedo ofrecerles mi pena; no soy libre, estoy inspirado por una consideración de intereses mucho más vasta; y tanto dolor como cualquier cosa mía pueda infligir debe ser ciertamente trivial comparado al dolor con que leyeron su carta. No es el verdugo, sino el criminal, quien trae deshonra a la casa.

Usted pertenece, señor, a una secta (mi secta, creo yo, y ésa en la que se afanaron mis antepasados) que ha disfrutado, y fracasado parcialmente, al emplear una ventaja excepcional en las islas de Hawaii. [...]

Este no es lugar para ahondar en el grado o en las causas de su fracaso, tal como es. Sólo un elemento es pertinente, y debe tratarse aquí con franqueza. En el curso de su llamado evangélico, ellos (o muchos de ellos) se enriquecieron. Puede que sea noticia para usted que las casas de los misioneros son motivo de burla en las calles de Honolulu. Será noticia al menos para usted, que al devolverle su civil visita, el chofer de mi carro comentó sobre el tamaño, el gusto, y el confort de su casa en la calle Beretania. [...]

Pienso que (para emplear una frase suya que admiro) "debe atribuirse" a usted el que usted nunca haya visitado la escena de la vida y la muerte de Damián. Si lo hubiera hecho, y la recordara, y la hubiera visto en medio de sus agradables salones, tal vez incluso su pluma se habría detenido.

Su secta (y recuerde, tanto como cualquier secta lo permite, es la mía) no ha hecho el mal en el reino de Hawaii en un sentido mundano. Cuando cayó la calamidad sobre sus inocentes parroquianos, cuando la lepra bajó y se enraizó en las ocho islas, se tuvo que buscar un QUID PRO QUO. Para esa misión próspera, y para usted como uno de sus ornamentos, Dios había enviado por fin una oportunidad. Sé que aquí toco un nervio sensible en forma aguda. Sé que otros colegas suyos voltean a ver la inercia de su iglesia, y el decisivo heroísmo intruso de Damián, con algo que casi se llamaría remordimiento. Estoy seguro que así sucede con usted; estoy persuadido de que su carta fue inspirada por una cierta envidia, no esencialmente innoble, y el rasgo humano que debe observarse en esa actuación. Usted estaba pensando en la oportunidad perdida, el día ido; aquello que debió haber sido concebido y no lo fue; el servicio debido y no rendido. TIEMPO FUE, dijo la voz a su oído en su agradable salón, cuando estaba usted sentado, escribiendo y rabiando; y si las palabras escritas eran de bajeza sin paralelo, la rabia, me hace feliz repetirlo (es el único elogio que le haré), la rabia era casi virtuosa. Pero, señor, cuando hemos fallado y otro ha triunfado; cuando nos hemos quedado por ahí, y otro ha irrumpido; cuando nos sentamos y nos hacemos voluminosos en nuestras encantadoras mansiones, y un simple campesino tosco penetra en la batalla, bajo los ojos de Dios, y socorre al afligido y consuela al moribundo, y es afectado él mismo a su vez, y muere en el campo del honor; no se puede recuperar la batalla como su desdichada irritación ha sugerido. Es una batalla perdida, y perdida para siempre. En su derrota le quedó a usted una cosa; algunos harapos del honor común; y de ésos se apresuró usted a desprenderse. [...]

Si el mundo lo recuerda a usted en algo, el día en que Damián de Molokai sea nombrado santo, ello será en virtud de un trabajo: su carta al reverendo H. B. Gage.

Usted puede preguntar con qué autoridad hablo. Fue mi inclemente destino ser conocido, no de Damián, sino del Dr. Hyde. Cuando visité el lazareto, Damián se encontraba ya en su tumba de reposo. Pero la información que tengo la reuní en el lugar en conversaciones con aquellos que lo conocieron bien y por mucho tiempo. [...]

Kalawao, que usted jamás ha visitado, acerca de lo que usted nunca se ha empeñado en informarse por sí mismo; porque, breve como es su carta, usted ha hallado los medios para tropezar con esa confesión. "MENOS DE LA MITAD de la isla", dice usted, "está dedicada a los leprosos".

A lo largo de todo su flanco norte, Molokai ("MOLOKAI AHINA", la "gris", elevada, y más desolada isla) hunde un frente de precipicios en un mar de inusual profundidad. Esta hilera de riscos es, de este a oeste, el verdadero final y frontera de la isla. Allí sólo en un lugar se proyecta en el océano, áspera y triangular, herbosa, pedregosa, ventosa, y alzándose en medio una colina con un cráter muerto: de alguna forma el todo guarda con el risco que la sobrepasa la misma relación que una repisa con una pared. Ya con esta pista será usted capaz de destacar la estación de leprosos en un mapa; será capaz de juzgar cuánto de Molokai se halla cortado así entre la marejada y el precipicio, sea menos de la mitad, o menos de un cuarto, un quinto, o un décimo; o, digamos un vigésimo; y la próxima vez que usted se active en forma impresa estará en situación de compartir con nosotros la fuente de sus cálculos. [...]

Cuando bogamos a su orilla una mañana temprano, iban conmigo en el bote dos hermanas, lanzando adioses (en humilde imitación de Damián) a las luces y alegrías de la vida humana. Una de ellas sollozaba en silencio; no pude evitar acompañarla. Si hubiera estado usted ahí, creo que la naturaleza habría triunfado incluso en usted; y cuando el bote tiró tan sólo un poco más cerca, y contemplara usted las escaleras atiborradas con abominables deformaciones de nuestra humanidad común, y se viera a usted mismo desembarcar en medio de población tal que sólo nos rodea a veces en el horror de una pesadilla; ¡qué ojo trasnochado habría girado sobre el hombro reticente hacia la casa de la calle Beretania! De haber seguido adelante; cada cuatro caras habría hallado usted una pústula sobre el paisaje; de haber visitado el hospital y ver los restos de seres humanos yaciendo ahí casi irreconocibles, pero aún respirando, aún pensando, aún recordando; habría entendido usted que el lazareto es una ordalía que encoge los nervios del espíritu de un hombre, incluso cuando sus ojos se atemorizan bajo la brillantez del sol; habría sentido usted que era (incluso hoy) un lugar lastimoso para visitar y un infierno para habitar. No es el miedo a la posible infección. Eso parece poca cosa comparado con el dolor, la lástima, y lo desagradable del entorno para el visitante, y la atmósfera de aflicción, enfermedad y desgracia física en que se respira. No creo ser hombre más tímido que lo usual; pero jamás recuerdo las noches y los días que pasé en aquel promontorio de la isla (siete noches y ocho días), sin gratitud sentida en el corazón por hallarme en otra parte. Veo en mi diario que hablo de mi estadía como una "experiencia trituradora": en una ocasión anoté al margen, "ATORMENTADORA es la palabra"; y cuando el MOKOLII me llevó al fin hacia el mundo exterior, me puse a repetir para mí mismo, con una nueva idea de su preñez, esas palabras simples de la canción:

"Este es el país más desolado que se haya visto jamás."

Y mire: eso que vi y sufrí fue un asentamiento purgado, mejorado, hermoseado; el nuevo pueblo construido, el hospital y la Casa Obispo arreglados con excelencia; las hermanas, el doctor, y los misioneros, todos infatigables en sus nobles tareas. Era un lugar bien distinto cuando Damián llegó ahí e hizo su gran renuncia, y esa primera noche durmió bajo un árbol en medio de su putrefacta cofradía: solo en la pestilencia; y esperando (sólo Dios sabe con qué coraje, con qué lastimosos hundimientos en el miedo), una vida ataviada de llagas y muñones.

Usted tal vez dirá que yo soy muy sensible, que en los hospitales de cáncer abundan vistas tan dolorosas y son confrontadas diariamente por médicos y enfermeras. Hace tiempo que aprendí a admirar y envidiar a los doctores y a las enfermeras. [...]

Por último, no se llama a ningún doctor o enfermera a que entre para siempre en las puertas de ese gehena; no dicen adiós, no necesitan abandonar la esperanza en su triste umbral; a su eminente llamado sólo van por un tiempo, y cuando van, pueden esperar alivio, recreación y descanso. Pero Damián cerró con su propia mano las puertas de su sepulcro.

Ahora extraeré pasajes de mi diario en Kalawao. [...]

"Empiezo a tener una idea de Damián. Parece haber sido un hombre de clase campesina, de tipo campesino ciertamente: astuto, ignorante y fanático, pero con mente abierta, y capaz de recibir y digerir una reprimenda si era administrada con franqueza; extraordinariamente generoso en la cosa más pequeña como en la más grande, y tan dispuesto a dar su última camisa (aunque no sin humano refunfuño) como lo estaba para sacrificar su vida; esencialmente indiscreto y oficioso, lo que lo hacía un colega problemático; dominante en todos sentidos, lo que lo hacía incurablemente impopular con los kanakos, y sin embargo desprovisto de toda autoridad, de forma que sus muchachos se reían de él y debía realizar sus deseos por medio de sobornos. [...]

"Lo mejor y lo peor del hombre aparece muy claro en sus manejos del dinero del señor Chapman; él lo había empleado originalmente [intentado emplearlo originalmente] todo en beneficio de los católicos, y aún así no muy atinadamente; pero luego de una larga, franca plática, admitió su error y revisó la lista. El triste estado de la casa de los muchachos es en parte el resultado de su falta de control; en parte de sus modos desaliñados y su falsa idea de la higiene. Los hermanos funcionarios solían llamarlo ‘El Barrio Chino de Damián’. ‘Bueno’, dirían ellos, ‘su Barrio Chino sigue creciendo.’ Y él reiría de perfecta buena gana, y se adheriría a sus errores con perfecta obstinación. Tanto así de verdad he recogido sobre este sencillo, noble hermano humano y padre nuestro; sus imperfecciones son los rasgos de su cara, por los que lo conocemos como nuestro semejante; nada puede disminuir o anular su martirologio humano y su ejemplo; y sólo aquí en el lugar una persona puede apreciar correctamente su grandeza."

Como usted percibe, he transcrito estos pasajes privados sin corregir; gracias a usted el público los tiene en su franqueza. Casi son una lista de las fallas del hombre, porque es más bien eso lo que yo buscaba: con sus virtudes, con el heroico perfil de su vida, yo y el mundo estábamos bastante familiarizados. Además, yo tenía sospechas del testimonio católico; no en un mal sentido, sino simplemente porque los admiradores y los discípulos de Damián eran los críticos menos probables. Sé que usted tendrá aún más sospechas; y todos los hechos transcritos arriba fueron recogidos de labios de protestantes que se habían opuesto en vida al padre. Sin embargo, o fui engañado en forma extraña, o ellos construyeron la imagen de un hombre, con toda su debilidad, esencialmente heroico y vivo, con tosca honestidad, generosidad, y regocijo. [...]

Algo está mal aquí; o usted o yo. Es posible, por ejemplo, que usted, quien parece tener tantos oídos en Kalawao, haya escuchado del asunto del dinero del señor Chapman, y fuese impactado singularmente por el mal proceder intencional de Damián. A mí también me impactó eso, y lo anoté honestamente; pero mucho más me impactó el hecho de que él tuviera la honestidad de conciencia para dejarse convencer. Puedo decirle aquí que fue un asunto largo; que se sentó con él tarde en la noche uno de sus colegas, multiplicando argumentos y acusaciones; que el padre escuchó con "perfecto buen modo y perfecta obstinación"; pero al final, cuando fue persuadido, "Sí", dijo él, "estoy en gran deuda contigo; me has hecho un servicio; habría sido un robo".

Hay muchos (no sólo católicos) que requieren que sus santos y sus héroes sean infalibles; esta historia será dolorosa para ellos; no para los verdaderos amantes, patronos y sirvientes de la humanidad.

Y yo lo considero a usted, este es un rasgo de nuestra división, como uno de ésos que tienen ojos para las faltas y los fracasos; que a usted le da placer hallarlos y publicarlos; y que, una vez hallados, se da prisa en olvidar las virtudes encubiertas y el verdadero éxito que presentaron sólo para conocimiento de usted. Es una peligrosa ventana de la conciencia. Para que pueda usted entender cuán peligrosa, y a qué circunstancia le he traído ya, iremos nosotros (si gusta) de la mano por las diferentes frases de su carta, y examinaremos con franqueza cada una desde el punto de vista de su verdad, su aposición, y su caridad.


Damián era VULGAR.

Es muy posible. Usted nos hace sentir lástima por los leprosos, que sólo tenían a un vulgar campesino por amigo y padre. Pero usted, que era tan refinado, ¿por qué no estaba ahí para consolarlos con las luces de su cultura? O puedo recordarle que tenemos razones para dudar que Juan el Bautista fuera gentil; y en el caso de Pedro, sobre cuya carrera usted sin duda ha hablado favorablemente en el púlpito, ¡de seguro que era un pescador "vulgar, testarudo"! Pero se le llama santo incluso en nuestras Biblias protestantes.


Damián era SUCIO.

Lo era. ¡Piense en los pobres leprosos molestos con este sucio camarada! Pero el limpio Dr. Hyde estaba con su comida en una buena casa.


Damián era TESTARUDO.

Creo que tiene razón otra vez; y agradezco a Dios por su testarudez de mente y de corazón.


Damián estaba FANATIZADO.

Yo no simpatizo con los fanáticos, porque ellos no simpatizan conmigo. ¿Pero qué se entiende por fanatismo, que debamos verlo como mancha en un sacerdote? Damián creía en su propia religión con la simplicidad de un campesino o un niño; como podría haber supuesto yo que lo haría usted. Por eso lo percibo a él un poco extraviado; y de haber sido ésa su única personalidad, lo habría evitado en vida. Pero el punto de interés en Damián, que ha hecho que se hable tanto de él, y al final lo hizo tema de su pluma y de la mía, fue eso, su fanatismo, su fe intensa y estrecha, forjada para bien con potencia, y dándole fuerza para ser uno de los héroes del mundo y ejemplo.

Damián NO FUE ENVIADO A MOLOKAI, SINO QUE FUE AHÍ SIN ÓRDENES, ETC.

¿Estoy leyendo mal? ¿O de verdad cree usted que con estas palabras señala una culpa? Yo he escuchado de Cristo, en los púlpitos de nuestra iglesia, que se le toma como ejemplo sobre la base de que Su sacrificio fue voluntario. ¿El doctor Hyde piensa diferente?

Damián NO PERMANECIÓ EN EL ASENTAMIENTO, ETC.

Es verdad que le permitieron muchas indulgencias. ¿Debo entender que culpa al padre por beneficiarse de ellas, o a los funcionarios por otorgárselas? En cualquier caso, es una regla muy espartana para medir desde la calle Beretania; y estoy convencido que hallará usted pocos partidarios.


Damián NO TOMÓ PARTE EN LAS REFORMAS, ETC.

Creo que incluso usted admitirá ya que he sido franco en mi descripción del hombre al que defiendo [...]. Pero seré más franco aún, y le diré que tal vez en ninguna parte del mundo pueda un hombre probar más placentera sensación de contraste que cuando pasa del "Barrio Chino" de Damián en Kalawao a la hermosa Casa Obispo en Kalaupapa [...].

Lo he llevado a usted suficientemente lejos para encontrarlo en un terreno de hechos común, y para decirle que a una mente no prejuiciada por los celos, todas las reformas del lazareto, e incluso aquellas a las que se opuso con más vigor, son precisamente la obra de Damián. Son la evidencia de su éxito; son lo que provocó heroísmo en el reticente y el indiferente. [...] Antes de él, incluso usted aceptará, habían hecho poco. Fue su papel, por un acto de impactante martirologio, apuntar los ojos de todos los hombres hacia ese desconcertante país. De golpe, y a costa de su vida, hizo el lugar ilustre y público. Y eso, si usted lo considera lo suficiente, fue una reforma necesaria, preñada de todo lo que triunfaría. Trajo dinero; trajo (de todas ellas la mejor suma individual) a las hermanas; trajo supervisión, porque opinión pública e interés público desembarcaron con ese hombre en Kalawao. Si alguna vez un hombre trajo reformas, y murió por traerlas, ése fue él. No hay una toalla o taza limpia en la Casa Obispo, que el sucio Damián no haya lavado.

Damián NO ERA UN HOMBRE PURO EN SUS RELACIONES CON LAS MUJERES, ETC.

¿Cómo sabe usted eso? ¿Es ésa la naturaleza de la conversación en la casa de la calle Beretania que el cochero envidia al pasar?, ¿detalles picantes del mal comportamiento del pobre sacerdote campesino, afanándose bajo los riscos de Molokai?

Muchos han visitado la estación antes de mí; no parece que hayan oído el rumor. Cuando estuve ahí escuché muchas historias impactantes, porque mis informadores eran hombres que hablaban con la simpleza del laico; y escuché muchas quejas de Damián. ¿Por qué no se mencionó eso nunca? ¿Y cómo llegó hasta usted en el retiro de su salón clerical?

Pero ni siquiera debe parecer que lo engaño. Este escándalo, cuando lo leí en su carta, no era nuevo para mí. Lo había escuchado una vez antes, y debo decirle cómo. Vino a Samoa un hombre de Honolulu; él, en un bar sobre la playa, ofreció la afirmación de que Damián había "contraído la enfermedad por tener conexión con las mujeres leprosas"; y encuentro alegría al decirle cómo fue recibido el reporte en el bar. Un hombre se incorporó de un salto; no estoy en libertad de decirle su nombre, pero por lo que escuché, dudo que usted pudiera recibirlo a cenar en la calle Beretania. "Tú, pequeño miserable __ "(aquí hay una palabra que no me atrevo a transcribir, tanto impactaría sus oídos). "Tú pequeño miserable __," gritó, "si la historia fuera mil veces cierta, ¿no puedes ver que tú eres un millón de veces más bajo __ por atreverte a repetirla?" Deseo que se pudiera decir de usted, que cuando llegó el reporte a su casa, tal vez después de la adoración familiar, hubiera encontrado usted suficiente ira santa en su alma para recibirla con las mismas expresiones; ay, incluso con aquella que no me atrevo a transcribir; no habría sido necesario borrarla, como el juramento del tío Toby, con las lágrimas del ángel testimonial; habría contado a su favor por su brillante rectitud. Pero usted escogió deliberadamente el papel del hombre de Honolulu, y lo ha representado con mejoras propias. El hombre de Honolulu; miserable, maliciosa criatura, comunicaba el cuento a una ruda cuerda de vagabundos en un bar, donde (hasta ahí acordaré con sus temperadas opiniones) el hombre no siempre saca de sí lo más noble; y el hombre de Honolulu también había estado bebiendo; bebiendo, podemos suponer caritativamente, en exceso. Fue a su "Querido hermano, reverendo H. B. Gage", que escogió usted para comunicar la nauseabunda historia; y el listón azul que adorna su corpulento regazo me impide concederle el argumento absolutorio de que estaba usted ebrio cuando hizo eso. Su "querido hermano" (un hermano en verdad) se apresuró a entregar su carta (como un medio de gracia, tal vez) a los periódicos religiosos; donde, luego de muchos meses, la encontré y leí y me maravillé con ella y la he reproducido ahora para maravilla de los demás. Y usted y su querido hermano han construido, por medio de este ciclo de operaciones, un contraste muy edificante para examinarlo en detalle. Por un lado, el hombre al que usted no se atrevería a recibir a cenar; por el otro, el reverendo Dr. Hyde y el reverendo H. B. Gage: el salón del bar en Apia, la mansión de Honolulu.

Pero temo que usted apenas pueda apreciar cómo aparece ante sus prójimos; y para llevarla a su casa, supondré que su historia es verdadera. Yo supondré (y Dios me perdone por suponerlo) que Damián falló y tropezó en su angosto sendero del deber; supondré eso, en el horror de su aislamiento, tal vez en la fiebre de la enfermedad incipiente, él, que estaba haciendo mucho más de lo que había jurado, falló a la carta de su juramento sacerdotal (él, que era un hombre mejor que usted o que yo, que hizo lo que nosotros no nos habríamos atrevido a soñar) él también demostró nuestra fragilidad común. "¡O, Yago, lástima de eso!" El menos tierno debería conmoverse hasta las lágrimas; el más incrédulo hasta rezar. ¡Y todo lo que usted pudo hacer fue escribir su carta al reverendo H. B. Gage!

¿Le va quedando a usted clara qué imagen dibujó usted de su propio corazón? Trataré de hacerla aún más clara. Usted tuvo un padre: suponga que esta historia fuera sobre él, y un informante la llevara a usted, prueba en mano: ¿no estoy haciendo una estimación demasiado elevada de su naturaleza emocional cuando supongo que usted lamentaría la circunstancia? ¿Que usted sentiría esa historia de fragilidad en forma más aguda porque avergonzaba al autor de sus días? ¿Y que la última cosa que usted haría sería publicarla en la prensa religiosa? Bueno, el hombre que trató de hacer lo que Damián hizo, es mi padre, y el padre del hombre en el bar Apia, y el padre de todos los que aman la bondad; y él era su padre también, si Dios le hubiera dado la gracia de verlo".



POR ALGO, ESE ADMIRABLE SER HUMANO QUE FUE ROBERT LOUIS STEVENSON ES Y SERÁ SIEMPRE MI ESCRITOR FAVORITO...

(Ilustran el post el homenaje en forma de Cómic a Stevenson del grandioso Alfonso Font, a través de esa fantástica serie que es 'Rohner'.... La transcripción y traducción de los textos es del periodista mexicano Rubén Moheno, publicados el 6 de junio de 2004 en 'La Jornada Semanal', semanario cultural del diario azteca 'La Jornada')...