miércoles, 28 de octubre de 2009

Cuando un cuadro te lleva a otro...


















































































































































































































































































































































































































































































Me sucede muy a menudo que, a la hora de interesarme por todas aquellas circunstancias que rodean a una obra de arte de ésas que me fascinan, acabe conociendo los entresijos de otras realizaciones magistrales relacionadas de alguna manera con aquella. A veces son creaciones del mismo autor, pero en la mayoría de los casos me lleva a descubrir maravillas inspiradas por las musas a otros artistas igualmente notables, de los que, en muchas ocasiones, ni siquiera tenía noticias, o apenas escasas refrencias...

Esta costumbre tan habitual en mí se ha vuelto a producir recientemente. Como gran admirador y estudioso (en lo artístico y lo histórico) de las tropas de caballería europeas de los siglos XVI al XIX, confieso mi predilección por un cuadro en concreto de los miles de fantásticos lienzos dedicados a este tema, muchos de ellos de origen español. Se trata en concreto de 'Los húsares de la Guardia Real de Prusia afilan sus sables en los escalones de la embajada francesa en Berlín, 1806', obra del fantástico pintor austrohúngaro Felicien Myrbach, Freiherr (barón) von Rheinfeld, uno de los mejores especialistas en temática napoleónica, de la que nos ha brindado escenas tan emotivas como sensacionales... En la obra en cuestión, la que abre el post, retrata con maestría esa chulería intrínseca de una tropa de élite como era la caballería real prusiana, parte de cuyos escogidos jinetes, desafiantes, acuden a afilar sus sables en las piedras de los escalones de la legación francesa, como tétrico vaticinio del destino que espera a las tropas napoleónicas en sus continuos enfrentamientos con las de Prusia...

Buena prueba de la genial maestría de Myrbach la refleja la segunda pintura del post, un bucólico paisaje invernal francés delicadamente reproducido sobrevolado por uno de los primeros globos a motor que recorrieron el país vecino. El disfrutar tanto con sus cuadros, me llevó a interesarme vivamente por la trayectoria artística y personal de este afamado aristócrata pintor, y supe así que, en virtud de sus evidentes méritos, ocupó de 1899 a 1905 el cargo de director de la afamada Kunstgewerbeschule de Viena en uno de los momentos más decisivos, fascinantes e irrepetibles de la Historia del Arte, en particular, y de la Humanidad, en general, el protagonizado por la Secesión vienesa, que Myrbach presidió hasta su abandono en 1905.

Este movimiento artístico, uno de mis favoritos desde siempre por su creatividad, plasticidad y espíritu renovador de las formas, es extrapolable, a nivel europeo, a nuestro rico Modernismo, el sobrecogedor Art Nouveau, el apabullante Modern Art anglosajón, la colorista Floreale italiana o la innovadora Jugendstil germano-escandinava... Cualquiera que haya tenido la ocasión de disfrutar de sus realizaciones en tierras austrohúngaras (en Budapest el movimiento también dejó obras maravillosas) comprenderá mi devoción por esa inmensa explosión de talento vivida en esa añorada y feliz Arcadia, lamentablemente despedazada por la inquina de sus enemigos, que para las artes, las ciencias y el progreso humano en general fue el imperio centroeuropeo de los Habsburgo.

Bajo la tutela del gran Myrbach (que pasó largas temporadas en España y Francia) crecieron como artistas, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, genios de la talla del arquitecto y diseñador checo Josef Hoffmann (inspirado a su vez, por otro de mis genios predilectos de esta época, el escocés Charles Rennie MacKintosh), de su paisano y también diseñador de escenarios y pintor Alfred Roller, del caligrafista italoaustríaco Rudolf von Larisch, el pintor checo Franz Cizek y los diseñadores vieneses Carl Otto Czeschka y Koloman Moser, que acabarían siendo todos profesores en esa misma Escuela de Artes y Oficios Vienesa de la que fueron alumnos. Todos ello son la demostración más palpable de que la Secesión iba mucho más allá de lo que aportaban leyendas de la talla de Gustav Klimt, Egon Schiele, Otto Wagner, Joseph Maria Olbrich u Oscar Kokoschka...

De todos estos artistas formados bajo la égida de Myrbach, me llamó profundamente la atención Kolo Moser, aparte de por ser la única persona famosa que luce semejante nombre además de nuestro ex atleta -hoy político- Colomán Trabado, Moser es un artista completísimo en los más diversos campos, que alcanzó una gran relevancia como diseñador de muebles, lámparas, ropa y cristalería; como escultor y cartelista; como pintor, ceramista y vidriero.
Me parece de justicia reivindicar desde esta humilde atalaya su brillante contribución al espendor cultural europeo de hace un siglo, algunas de cuyas mejores realizaciones os cuelgo para que pinchéis sobre las fotos y flipéis con sus obras en un tamaño óptimo.
Por ejemplo, con dos de sus cuadros más famosos, su autorretrato (imagen 4), que me rechifla, o el famosísimo joven desnudo que protagoniza 'FRÜHLING' (Primavera) , en el que que mezcla con envidiable talento colorido, movimiento, textura y la desvergonzada y provocadora osadía tan características de las vanguardias. Una joya del arte contemporáneo subastada el pasado año por la cifra récord de 375.000 euros con la que consiguió batir el récord anterior pagado por un cuadro de Moser, cifrado en unos 300.000 euros.
Y qué decir de su 'Castaño creciendo en el jardín' (foto 10) y de sus 'Crisantemos' (9), de sus burós, bibliotecas, taburetes y sillas, como la famosa (y maravillosa) silla con asiento en damero para el Santorio de Purkersdorf (foto 5), las lechuzas de la fachada del impresionante edificio de la Secesión erigido por Olbrich (6) , o la espectacular vitrina para la Iglesia de San Leopoldo de Viena (foto 7). A tanto llegó su talento, que sus diseños textiles fueron también elegidos por las autoridades monetarias imperiales para ilustrar un billete de 100 coronas de aquel tiempo. Lo dicho, un artista irrepetible, de cuyas increíbles obras me he empapado, vaya por Dios, gracias a mi afición por las épocas más gloriosas de la caballería europea... A veces sólo basta con tirar del hilo...
Este post está dedicado a mi gran musa del Modernismo, con la que tengo la suerte y el placer de compartir tan increíbles momentos descubriendo a su vera estas y otras maravillas semejantes...

4 comentarios:

Major Reisman dijo...

Buenas

Muy interesante la entrada y el salto por las diferentes corrientes artísticas

Un saludo

sushi de anguila dijo...

¡Gracias, Reisman, un lujazo y un placer tenerle aquí de nuevo! Un cordial saludo, Mayor...

Wunderkammer dijo...

¡Sushi, qué estupendo recorrido por el arte de este artista menos conocido de la Secesión vienesa!

También el Modernismo es uno de mis movimientos favoritos (Athena lo puede suscribir, que menuda paliza les di en clase con este movimiento cuando expliqué Arquitectura Contemporánea).

En este museo virtual que has creado en tu bitácora es difícil escoger una pintura o un diseño favoritos... ciertamente todas las obras son una maravilla.

Seguro que a tu musa le ha encantado este pedazo de entrada.

Besos, Sushi.

sushi de anguila dijo...

Tampoco es manca en obras maravillosas su Wunderkammer, mi querida Idem.

Le informo de que el post ha gustado bastante a su destinataria. Ya tenemos una excusa más para regresar a esa fascinante capital de todas las artes que es Viena.

Besos