martes, 8 de septiembre de 2009

¡SOBACHKOI!


































































































































































Mucho más que una preciosa y romántica melodía compuesta por ese genio que era el gran Francis Lai, más que una agradable (aunque no exenta de polémicas y críticas) adaptación de 'La dama del perrito' y de otros cinco cuentos de Anton Chejov, más allá de un melodrama amoroso a medio camino entre la comedia de inspiración felliniana y el elegante refinamiento viscontiano, 'Ojos negros' es una magistral y emotiva reflexión sobre la condición humana, el verdadero sentido de la vida, de las consecuencias que acarrea dejarse llevar por los sentimientos en un mundo dominado por el materialismo y las convenciones sociales...

Es, además, la obra maestra con la que el buen actor y bastante mejor realizador ruso Nikita Mikhalkov se dio a conocer (por la puerta grande) al mundo, a un sorprendido y fascinado público occidental en el Festival de Cannes de 1987, cuando aún existía el Telón de Acero y todo el cine soviético era sinónimo de infumable ladrillo sesudo al estilo de Andrei Tarkovski, y además repleto de una empachosa carga ideológica plegada siempre al inmisericorde ojo del censor...
Al son de una de las melodías más bellamente plasmadas en una pantalla, y con una fotografía y un vesturio tan sugerente que evoca a esa burguesía levantina de finales del siglo XIX y principios del XX retratada por Sorolla en sus cuadros, Mikhalkov nos seduce más que el canto de las sirenas con una historia cuyo comienzo nada tiene que ver con su impactante, demoledor e inesperado final....
La acción comienza cuando, al contrario de lo que suele ser habitual, el camarero de un barco de adinerados pasajeros le cuenta, entre cigarrillo y cigarrillo, la azarosa historia de su vida, terriblemente marcada por el amor, a Pavel, uno de los acaudalados viajeros, de origen ruso, los motivos por los que un hombre como él, antaño rico y respetado en su Italia natal, ha terminado como mesero al servicio de los turistas por un mísero sueldo...
Romano Patroni, que así se llama el personaje maravillosamente interpretado por Marcello Mastronianni en la cúspide de su madurez artística, ha conocido antaño épocas mucho mejores. Arquitecto de orígenes humildes y cierto talento, en lo que es un auténtico fenómeno es en engatusar y seducir a las mujeres. Gracias a esa innata habilidad, pudo casarse con la Elisa, una mujer rica de aristocráticos orígenes y muy atractiva (deliciosa Silvana Mangano) que soporta estoicamente las públicas infidelidades de su marido, incluso cuando éste toma como amante a Lina (Marthe Keller) , una de las mujeres de su círculo social más íntimo.... aunque, como compensación y porque tampoco es tonta, no le suelta más dinero de la cuenta a su marido, al que tiene atado económicamente a sus faldas.
Pero el seductor empedernido que es Romano va a encontrar la horma de su zapato donde menos se lo espera. En un caro y exclusivo balneario donde suele acudir a perpetrar sus adulterios, conoce a la joven Anna Sergeyevna, una distinguida y bellísima rusa, cuya proverbial timidez sólo es superada por la magia que desprende su melancólica mirada... sólo el perrito blanco que inseparablemente la acompaña parece ofrecer consuelo a la distante y enigmática dama, de la que el casanova italiano, hasta entonces inmune al hechizo de las mujeres, cae rendido a sus pies como un adolescente enamorado. Son tales las maniobras de seducción que emplea y resulta tan evidente su pasión, que la joven termina por ceder a los impulsos amorosos del ardiente Romano y le concede sus favores.
Es así como Romano descubre, a su pesar, que la reina de su corazón está casada nada menos que con el gobernador de la remota Sisoiev, y que es terriblemente infeliz en su matrimonio, a decir de lo que cuenta. El italiano vive una segunda juventud junto a Anna, provocando delirantes escenas que le espectador agradece, como cuando el enamorado se arroja a la piscina de caliente barro termal para recuperar el sombrero de su amada, por no citar las mil y una anécdotas propiciadas por el travieso y escuchiminizado can de su amada, Sobachkoi, (precisamente, "perrito", en lengua rusa)... por cuyo bienestar se desvive el bueno de Romano, sabedor de que la mejor manera de estar a buenas con Anna es tener contento a su omnipresente mascota.... De hecho, cualquier espectador del filme no podrá olvidar en su vida el nombre de Sabachkoi (pronunciese "Sabaska"), hasta el extremo que hay quien ha bautizado así a su mascota canina.
Pero todo tiene un final, casi siempre triste, y cuando la Sergeyevna tiene que retornar a casa, Romano decide jugarse el todo por el todo, y poniendo en juego lo que hasta entonces ha sido una cómoda existencia burguesa como mantenido de una mujer rica, decide romper con todo y se marcha a Rusia para intentar reunirse con Anna en la ciudad donde ésta vive. Comienza así un periplo tan entrañable como esperpéntico, por la Rusia zarista de finales del XIX, tan idílica como costumbrista, y que despertó una oleada de críticas y de inmensa frialdad por parte de las autoridades e intelectuales soviéticos de entonces, incapaces de aceptar las bondades de la vieja Madre Rusia, de sus gentes e instituciones aniquiladas y borradas de la faz de la tierra para siempre por la tiranía bolchevique...
Romano se presenta en Rusia alegando ser el fabricante de un cristal innovador y con mucho futuro. Mientras trapichea con las autoridades en busca de recursos económicos que le permitan vivir feliz con Anna, experimenta mil y una peripecias, que, tristemente, no logran su objetivo, por lo que la pareja no puede revivir aquellos momentos maravillosos de amor disfrutados en el balneario. A Romano, arruinado y derrotado, no le queda sino volver a su casa Italia, en busca del consuelo y la protección que siempre le ha ofrecido su indulgente esposa, no sin antes prometerle a Anna que volverá a por ella en cuanto reúna el dinero necesario.... Pero nada sucede como lo tiene planeado. Su mujer Elisa está enferma y poco predispuesta a perdonarle una humillación como la propinada, y aún peor, su familia se ha arruinado y ya no queda dinero en la caja para sostener a un ocioso como Romano, que, de la noche a la mañana, se encuentra tirado solo en la calle, sin oficio ni beneficio, y, lo que resulta aún más lacerante, sin la única mujer de la que se enamoró en toda su vida, con la que le resulta imposible volver a reunirse....
Es así como el maduro italiano, hecho un guiñapo en comparación con su pasado esplendor, ha acabado trabajando de camarero, y gracias, para aquellos ricos turistas burgueses de los que él mismo formó parte no hace tanto tiempo. Conmovido ante lo escuchado, Pavel también le cuenta una historia, su bonita historia personal recompensada por el amor verdadero, haciéndole ver al chuchurrío camarero que mientras se vive aún queda esperanza y posibilidades de remontar el vuelo.... Dicho esto, se despide de Romano y sale a cubierta a reunirse con la bella mujer que le ha devuelto las ganas de vivir y la fe en el futuro... y es entonces cuando, emocionado por el antológico final pergeñado por Mikhalkov y sus guionistas, el público descubre que todo lo relatado por Romano no eran ensoñaciones de un hombre fantasioso, sino que se correspondían exactamente con la verdad verdad, sino que la vida puede resultar tan maravillosa como extremadamente cruel e hija de puta, a partes iguales... http://www.youtube.com/watch?v=58rQlmFiiSY
Resulta imposible ver esta película sin enamorarse perdidamente de esa belleza que era Yelena Sofonova (de ahí que su foto abra y cierre el post), y sin rendirse a la grandiosa actuación de Mastroianni, nominado al oscar ese año y premiado en Cannes como mejor actor... y me sigue llamando mucho la atención el hecho de que sea en España el único país en el que se ha cambiado el cartel original de la película por otro que es una copia mucho más burda y zafia....
Este post va dedicado a mi Anna Sergeyevna particular, con quien espero disfrutar cuanto antes de esa maravillosa experiencia para el corazón y los sentidos que es 'Ojos negros'.... y gritar juntos "¡SOBACHKOI!"

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hacky, dice: Puñetera afición la española la de no mostrar las cosas como son originalmente-por el comentario que haces sobre el cartel original-, de donde viene esta absurda afición?.
No he visto esta pelicula, pero, por tú post, la veré en breve.
Marcello Mastroniani -el "Gran Marcello", como lo llamaba la Loren- creo que fué esta su última pelicula?, y puede que fuese rodada en Portugal?, o tal vez fué su última pelicula "Ginger y Fred"? Ginger y Fred sé que fué la última pelicula que rodó el genial Federico Fellini, lo que no tadavia si fué la última de ambos.
Podrias aclarar este pequeño lio, Gracias¡

sushi de anguila dijo...

Hacky, fíjate que uno no es infalible, y a veces la memorieta no churula como es debido, pero pensaba que la última película del gran Marcello era 'Sostiene Pereira' y resulta que hizo otras dos más, finalizando su carrera con 'Viaje al principio del Mundo', que imagino que no tenía yo en el disco duro porque su veteranísimo director, el luso Manoel de Oliveira, en general, me parece un pestiñazo colosal...

Tampoco 'Ginger y Fred' fue la úlima que dirigió Fellini, sino la premiada 'La voz de la Luna', con un elenco que incluía a Roberto Benigni...