Justo a las 17 horas de mañana, 5 de septiembre, se cumple el centenario del primer vuelo tripulado con motor acontecido en nuestro país. Un siglo de gloriosos sueños, aventuras y sentimientos, experimentado en ese etéreo e inabarcable espacio que configura el reino de las nubes y los vientos, la patria de truenos y relámpagos, las anchas autopistas de difusos carriles por las que transitan las aves... Una proeza obra del corajudo valenciano Juan Olivert Serra, estudiante de Ingeniería Industrial natural de Cullera, quien, de manera algo inesperada sobre lo planeado, tal día como hoy sobrevoló hace cien años poco más de 50 metros del campo de Paterna en Valencia, en 60 segundos que debieron parecerle interminables.
Corría el año de 1909 y en Valencia se estaba celebrando la gran Exposición Regional organizada por el Ateneo Mercantil, en la que ese invento entonces recientísmo que era la aviación (el 'Kitty Hawk' o 'Flyer I' de los hermanos Orville y Wilbur Wright había protagonizado el primer vuelo a motor tripulado de la historia en diciembre de 1903) estaba designado para desempeñar un papel relevante. A tal fin, sus promotores solicitaron la colaboración de Juan Olivert y de Enrique Sanchis Tarazona, los cuales estaban diseñando y terminando sus propios aeroplanos para tan suculenta ocasión. El aeroplano de Olivert se expuso en el Palacio de Industrias aunque sin motor y sin hélice, donde fue visitado por el rey Alfonso XIII, quien, en su visita inaugural, conversó un buen rato con el aviador en ciernes recibiendo explicaciones sobre el aparato, de la misma manera que unos meses antes las recibiera de Willbur Wright sobre su 'Flyer', en el aeródromo francés de Pau, prometiendo a Olivert patrocinio económico para sus proyecto. Debido a ésta y otras gestiones, el motor y la hélice del aparato fueron financiados posteriormente por el Ayuntamiento de Valencia, con una ayuda económica de 25.000 pesetas!!! (un capitalazo para la época).
A lo largo de ese tórrido verano de 1909 se buscaron espacios en los alrededores de Valencia para el despegue, eligiendo finalmente la amplia explanada situada a las espaldas del Cuartel de Artillería de Paterna, campo de instrucción del Regimiento de Artillería número 11, contando siempre con un apoyo entusiasta de los militares (ese mismo 25 julio, el osado francés que era Louis Blériot había cruzado en 37 minutos el Canal de la Mancha a bordo de un monoplano Blériot XI, ganando las 1.000 libras ofrecidas a quien realizara tal hazaña por el Daily Mail, desatando la locura en su país y el resto del mundo por la aviación y los diferentes récords que podían conseguirse en aquellos emocionantes inicios). A la conclusión del mes de agosto, el aeroplano de Olivert fue desmontado de los locales de la Exposición y trasladado a Paterna.
Ese 5 de septiembre acudieron al debutante campo de vuelo unas 4.000 personas, espectadores de excepción de tan histórico acontecimiento, el primero en la gloriosa aventura aeronáutica que todavía hoy tiene en España a una de sus grandes protagonistas. El aeroplano recorrió sus 50 metros de manera recta y estable, controlado y dirigido por el piloto en todo momento. De apenas 200 kg de peso en vacío y el doble en el despegue, el artefacto alado era un biplano diseñado por el ingeniero Gaspar Brunet i Viadera, profesor de Olivert en la Universidad, inspirado en los producidos con gran éxito por Voisin y Curtiss, y era la perfecta simbiosis de los conocimientos y experiencias acumulados hasta entonces por los dos pioneros españoles.
Realizado en los talleres Rosell y Vialta de Barcelona, a costa de buena parte del patrimonio familiar de quien habría de ser su piloto, el 'Olivert-Brunet' estaba constituido por dos vigas longitudinales de madera de fresno arriostradas por diagonales de acero, las alas tenían una envergadura de 10'30 metros y 1'80 de cuerda revestidas con tela de algodón. El motor era un Anzani de 25 cv (el mismo que el del exitoso Blériot XI) y tres cilindros, y la hélice de la casa Chauviére de 2'25 metros de diámetro.
Según parece, el verdadero motivo del primer vuelo de nuestra historia aeronáutica respondió en realidad al deseo de algún o algunos concejales valencianos de que el vuelo de Paterna constituyera un festejo más de la clausura de la Exposición Regional, para lo cual se esperaba que 'El Volaoret' (apodo con el que rebautizaron sus paisanos de Cullera a Olivert, al que su bigotazo le daba un aire de más edad a sus 22 tiernos años) contribuyera con su aparato a toda una exhibición aérea, despegando de Paterna y dirigiéndose a la Exposición, ubicada entonces en las inmediaciones de lo que hoy es el Estadio de Mestalla.
Una vez que sobrevolara la muestra, lo previsto era que realizara una exhibición aérea para epatar al público con sus maniobras antes de aterrizar en las playas próximas.
Pero la cruda realidad se encargó de trastocar estos supuestos planes del avispado edil, si es que alguna vez se formularon, ya que fue mientras probaba el motor de su aeroplano, que el empuje que proporcionaba en tierra, las ganas de dispersar al gentío concentrado alrededor suyo, un error de cálculo, la emoción del momento o todo junto, le hicieron dar más gas del necesario y el aeroplano se despegó del suelo y voló, a unos escasos decímetros de altura, del orden de cincuenta metros. La falta de terreno hacia adelante y el movimiento desordenado del público asistente le llevaron a cortar el encendido del motor, al mismo tiempo que iniciaba el viraje, con lo que inmediatamente volvió el contacto de las ruedas con tierra.
Debido a la improvisado y agreste del terreno, el aeroplano cayó en una zanja, se produjo la rotura de la ballesta y de la débil rueda izquierda, no pudiéndose continuar la experiencia. Aunque se pensó en reparar el avión, unas fuertes ráfagas de viento terminaron de destrozar poco después su débil estructura en el cobertizo donde había sido depositado. Vuelo chapucero, poco vistoso y a una altura ridícula el de Olivert, pero vuelo al fin y al cabo, como ratificaron los testigos y una eufórica prensa local por unanimidad. Según contaban los presentes, el valiente aviador lució para la ocasión cazadora de dril, pantalón, polainas de cuero y gorra tipo marina.
Cien años han pasado ya desde entonces, como bien conmemora el maravilloso sello puesto hoy en circulación por Correos con el valor de 32 céntimos de euro, en el que se reproduce de manera estilizada el biplano con el que Olivert (sin su característica gorra marinera en la ilustración del sello) realizó su breve pero significativa hazaña. Asimismo, los Príncipes de Asturias, un día y un poquito antes de lo que sería el perfecto centenario (es decir, a las 13:30 horas de hoy, día 4) descubrirán esta tarde en Paterna una placa conmemorativa del acontecimiento, en una rotonda donde previamente se habrán instalado un caza Mirage F-1 cedido por el Ejército del Aire y una de las dos réplicas recientemente construídas en España, y con capacidad de vuelo, del Blériot XI, modelo que protagonizó las primeras gestas de la historia de la aviación, aunque no tenga mucho que ver directamente con lo realizado por el bueno de Olivert aquella memorable jornada.
La razón oficial de esta elección es que del mítico biplano Olivert-Brunet ya existen en la actualidad dos replicas: una en el Museo Príncipe Felipe de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y la otra está ubicada en el Museo del Aire de Cuatro Vientos en Madrid.
Otra de las réplicas, estupenda (la de la foto siete), del Blériot XI, es la realizada en Cataluña para conmemorar en febrero de 2010 el que hasta fechas recientes fue considerado inicialmente por buena parte de historiadores aeronáuticos el primer vuelo propiamente dicho en cielos de nuestro país. El 11 de febrero de 1910, el francés, natural de Bourges, Julien Mamet, profesor de la citada escuela de Pau, a los mandos de un Blériot XI propiedad del uruguayo José García Comes, sobrevoló (curiosamente despegó a las 16:59 horas, tan sólo un minuto después de la hora elegida por Olivert... yes que parece que para los españoles, por la tarde todo tiene que suceder a partir de las cinco: apertura de los comercios, toros, cine, fútbol...) durante un buen rato Barcelona, empleando como aeródromo el hipódromo de Casa Antúnez, acción que repitió días más tarde, el 17 del mismo mes. Vuelos que fueron plasmados en imágenes por la prensa local. Como no exitían pruebas fotográficas del 'saltito' de Olivert en tierras valencianas meses atrás, ni tampoco Mamet tenía conocimiento en ese momento de lo sucedido en Paterna un año antes, el francés se autoproclamó como el primero en pilotar un aeroplano en nuestro país, reclamación que fue secundada por no pocas mentes pensantes relacionadas con el sector y buena parte de los medios y autoridades catalanas, hasta que finalmente las pruebas y testimonios aportados les hicieron rendirse a la evidencia y conceder ese honor al piloto de Cullera.
El 23 y 26 de marzo el obstinado galo realizó los primeros vuelos sobre Madrid, empleando como aérodromo un improvisado campo de aterrizaje instalado en la Ciudad Lineal. Otro francés, Stoeckel, y también en un Blériot XI, volaba también ese 26 de marzo de 2010 sobre la capital, destrozando su aparato al aterrizar en el campo de Chamartín preparado a tal efecto. El 28 de junio, en su gira por tierras españolas para promocionar la aviación, Mamet visitaba Mallorca, despegando del hipódromo próximo a Pont d'Inca, donde destrozaba poco después su avión en un accidente sin más consecuencias para quien llegaría a convertirse en unos de los más destacados protagonistas de la historia aeronáutica de comienzos del siglo pasado... Primeros y torpones pasitos de lo que llegaría a ser una rauda y apasionante carrera que, entre sus hitos, incluso lograría llevar a un español hasta el Espacio... pero eso, como dijo mi admirado e idolatrado Kipling, ya es otra historia....
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