jueves, 1 de enero de 2009

De aquellas historias que me contaba el abuelo sobre algo llamado Navidad















































































































Recuerdo con fascinación y no poca nostalgia aquellas historias que, al calor de un brasero, nos contaba el abuelo Toyoishi en lo más crudo del invierno, cuando el alegre canto de las grullas blancas hace ya tiempo que es sólo un pellizco en la memoria. Eran días felices en que los niños jugábamos con la nieve, y conocíamos las curiosas costumbres de los gaijin, aquellos extranjeros de tez clara y pelo rubio o pelirrojo con los que el padre de mi madre había combatido en los cielos de Singapur, las Indias Orientales Holandesas, Nueva Guinea, Birmania, la India y China. Como buen piloto de caza, el abuelo era una persona discreta y respetuosa con el adversario, a la par que noble y digno ensalzador de las glorias de sus alados enemigos. Así conocimos mis hermanos y yo, en aquellas veladas en torno a las crepitantes brasas de carbón vegetal, prodigios como los que cada 25 de diciembre del calendario gaijin protagonizaba el orondo Santa Claus, cuyas aventuras tanto nos delitaba conocer, siempre a bordo de su trineo tirado por renos y a punto de quedarse encajado en las estrechas chimeneas por las que se deslizaba cargado de regalos para los niños... La costumbre de cenar pavo, carpa, cordero, cerdo o salmón, según los países de procedencia de los pilotos con los que combatía... y la más curiosa de todas, descubierta gracias a un filipino de origen español que sirvió como criado en el victorioso Kokutai de mi abuelo en Birmania, mientras éste pilotaba diversos ejemplares de su querido caza Ki-44, y que le contó cómo en su país natal, allá en Europa, la gente acompaña las campanadas del reloj comiendo uvas en el tránsito a cada Año Nuevo... Katsuo Hamada, el impulsivo punto de mi abuelo, el piloto llamado a guardarle las espaldas en los combates aéreos, y que consiguió derribar 15 aviones a lo largo de la contienda, intentó hacer lo mismo con 12 caquis maduros en la Nochevieja de 1943, y estuvo una docena de días, tantos como frutos se zampó, sin poder volar por la indigestión que atrancó sus intestinos. No fue eso ni su atribulado carácter lo que le costó la vida, sino el enjambre de cazas P-51 estadounidenses que se lanzaron sobre él y mi abuelo, y de los que logró derribar al menos un par y salvar la vida de su querido líder Toyoishi aun a costa de morir reventado por las ametralladoras de unos implacables enemigos tan superiores en número. Todavía se brinda cada año en nuestra casa en su honor como señal de sincero agradecimiento.

Sin embargo, no todo eran narraciones felices de aquellos años de combates, de sufrimiento y actos heroicos por ambos bandos. Cuando nos hicimos algo más mayores, el abuelo Toyoishi nos hizo partícipes del triste fin reservado por el destino a uno de sus mejores amigos de la niñez, el sargento Gengo Hara, del Ejercito Imperial... Un hombre sencillo hasta rozar la simplicidad, cuya perdición fue cumplir hasta el último extremo unas crueles ordenanzas para con los soldados prisioneros extranjeros (en una época en que se consideraba la rendición como el mayor de los deshonores para un guerrero), y, lo que es peor, las desquiciadas órdenes de su oficial superior, el absurdo y errático capitán Yonoi, cuyo sadismo le llevaba a ordenar la decapitación a espada de los cautivos ingleses más rebeldes como castigo.

Al final, y pese a las mediaciones de una buena persona, el coronel John Lawrence, que había ejercido como intérprete en el campo de concentración de Java donde ambos habían pasado los meses finales de la guerra, el sargento Hara fue ahorcado como criminal de guerra, acusado, entre otros delitos, de la cruel muerte de un tal Jack 'Strafer' Celliers, un orgulloso e indomable prisionero por el que Yonoi sentía un especial odio, combinado con una perversa atracción http://www.youtube.com/watch?v=7JTroFovUXw. Esa historia, pasada la cuarentena, todavía me conmueve y entristece mis recuerdos de aquellos felices inviernos en la Prefectura de Nara, avivados por aquella sutil melodía que mi abuelo había aprendido siendo un niño de su amigo Gengo Hara y que interpretaba cada 25 de diciembre, fecha en la que su compañero de correrías infantiles fue ejecutado por los británicos, una vez concluida la guerra.

Por eso, cada vez que llegan las nieves a Nara, siento dentro de mí como propios los recuerdos del abuelo Toyoishi, suspiro por volar en un Nakajima Ki-44 Shoki como en el que nuestro adorado héroe familiar consiguió 34 de sus 59 victorias aéreas a costa de los aliados, pero, sobre todo, interpreto con el dulce tañer de las cuerdas de mi shamisen o el suave susurro de mi flauta shakuhachi aquella composición http://www.youtube.com/watch?v=NkWjsT_SJNI que el sargento Hara legó a mi añorado antepasado, que hace años ya que debe estar recorriendo los cielos junto a su amigo Hamada en busca de nuevas presas para sus voraces ametralladoras.... Felices fiestas y próspero año, mis queridos lectores gaijin!!!

15 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

Domo arigato, queridisimo Unagi-san.

Buon anno ache per tè.

@JaviMGomez dijo...

Gran historia... entrañable y llena de momentos impactantes y visuales.

Como ya le desee en persona en la misma Nochevieja... Feliz Año Nuevo don Mariano.

Wunderkammer dijo...

Qué entrada tan bonita, entrañable y conmovedora. También sorprendente porque al fin y al cabo te conozco prácticamente a partir de esta bitácora. Ahora entiendo muchas cosas.

Estoy seguro que al abuelo Toyoishi le hubiese encantado releer su historia a través de tus ojos. Quién sabe si puede, desde su adorado cielo, pilotando un Ki-44.

Feliz año para ti, que estoy segura va a ser felicísimo (se palpa, se nota, se siente) y para todos tus lectores y fans, que son muchos.

Wunderkammer dijo...

¡Y se me olvidaba! Desde luego, ha merecido la pena la larga espera.

Sintagma in Blue dijo...

Feliz Año para ti también.

charmed dijo...

Feliz año, querido sushi, se te echa de menos por estos lares, aunque sé que es por una buena causa y está Ud. disculpado.
Leyendo tu historia he entendido muchas de las cosas que has escrito anteriormente, la Navidad es tiempo de añoranzas, pero también tiempo de ilusión y de eso, amigo, tú sabes mucho. Un beso.

Agustín Alcaraz Peragón dijo...

Impresionante historia, pensador. Impresionante e interesante, como no podía ser de otra manera contándola quien la cuenta, puesto que a veces las más bellas historias son destrozadas por malos contadores. Tu abuelo debe estar orgulloso de cómo la cuentas tú.

Abrazos y saludos felizañonovenenses para ti y todos tus lectores.

sushi de anguila dijo...

Gaijin o no, tengo unos lectores o, mejor dicho, unos amigos cibernéticos, que no me merezco!!!! Muchas gracias a todos, brillantes y queridos bloggers que tenéis la amabilidad de pasearos por aquí, y que el nuevo año os colme a tod@s y cada un@ de venturas sin fin. Así también lo hubiera querido el abuelo Toyoishi...

Martha Cold dijo...

Caray, ahora entiendo tu pasión por los aviones!! tantas conversaciones que hemos tenido y tan poca información que tengo de tu pasado...

Las historias de los abuelos siembre son bonitas, y más si ya no están!!

Precioso recuerdo!!

sushi de anguila dijo...

Gracias, Martika...como imaginas,este post no es más que una artimaña literaria de mi alter-ego nipón para evocar, de una manera muy sentida y nostálgica, aquellas historias de su juventud que me contaban mis abuelos en fechas como estas, y también una manera de recordar una más que notable película hoy muy olvidada, pero que conduce a interesantísismas reflexiones sobre lo que pedantemente se denomina 'alianza de las civilizaciones' o interculturalidad en nuestra ridícula Babel....

...por suerte o por desgracia, ninguno de mis antepasados murcianos voló en un Ki-44... quien sabe si algún remoto familiar de Filipinas tuvo ocasión... Improbable...

...un bonito avión, por cierto que, no sé por qué porras, no llama la atención de los fabricantes de simuladores aéreos... y así estoy yo, frustrado por no poder emprender el vuelo al albur de sus alas, aun de manera virtual...

Un besazo, guapa...y gracias por leerme

Wunderkammer dijo...

Me he quedado totalmente enganchada con el abuelo Toyoishi...

Aquí una fan que reclama otro capítulo de las historias de su alter ego nipón.

sushi de anguila dijo...

Seguro, Wunderk, que es la primera entrega de muchas y entretenidas evocaciones familiares...el abuelo estaría contento de haber conocido a alguien como usted... no me cabe la menor duda...

Wunderkammer dijo...

Gracias por esas cosas que me dice, especialmente hoy que tengo el día y el ánimo de lo más alicaído... Un abracico.

Martha Cold dijo...

Jopé, no pillo ni una... de pronto todo ha encajado en mi cabeza y por raro que me pareciera que tu abuelo fuera japonés, pues mira, me lo he creído!!!

Recuerdo aquel verano en la Manga en la que recibí la inesperada e incómoda de un primo al que no había visto en 11 años y que se quedó toda una semana en nuestro apartamento y el muchacho en cuestión hizo buenas migas contigo porque compartíais varias pasiones, entre ellas la de los aviones, por eso no me ha extrañado la historia!!!

Besos mil, y de darme las gracias nada, es un verdadero placer leerte y un lujo poder opinar de lo leído ;)

LOLA GRACIA dijo...

Ay, bravo samurai