lunes, 11 de diciembre de 2017

Las truculentas pirámides de Nueva York ¡VAE VICTIS!










Antes que París, Astaná o Las Vegas, la ciudad de Nueva York tuvo también una gran pirámide en el centro de su casco urbano o, más bien, cinco de ellas, aunque de forma efímera a pesar de la robustez de las mismas. El quinteto conformaba la llamada ‘Vía de la Victoria’, un paseo al más genuino estilo de aquellos donde los generales y césares romanos exhibían sus triunfos militares. Tales construcciones fueron ideadas por ciertas mentes pensantes que veían en esta demostración de poderío militar, una buena manera de humillar a los ya derrotados ‘Hunos’, pues así eran llamados los soldados alemanes por británicos y estadounidenses durante la Primera Guerra Mundial, tras un desafortunado discurso del Kaiser con motivo de la Rebelión de los Boxers, en el que comparó a sus propios soldados enviados a China con unos modernos hunos a las órdenes de Atila que no dudarían en aniquilar a cuantos chinos osaran atacar o producir daños a los alemanes destacados en el país asiático.

El general Pershing, mando supremo de las tropas yankees en Europa durante la contienda, envió a casa unos 100. 000 cascos germanos para que fueran repartidos como trofeo entre los compradores de la quinta emisión de bonos de guerra. Pero, para hacer más atractiva la adquisición, se decidió darle un valor ‘artístico y monumental’ a los yelmos tudescos. Y qué mejor manera que apilar los cascos en cinco pirámides de punzante superficie, la más famosa de las cuales reunía 12.000 piezas perfectamente colocadas y estaba ubicada enfrente de la conocida estación Grand Central Terminal, escoltada por dos cañones alemanes capturados (los triunfos romanos siempre eran acompañados de la panoplia de los vencidos, que se lo digan a los pies del Julio César uderzogoscinnyano, foto 6) y coronada, al parecer, por lo que podría ser una escultura en metal dorado de la diosa griega Niké, la divinidad asociada a la Victoria… El conjunto lo completaban columnas blancas de estilo clásico rematadas por águilas (otro guiño a la imperial Roma y sus legiones, foto 4), coronas de laurel (idem) y unos altavoces suspendidos en el aire cuya forma recuerda a la trompetilla de baquelita con la que el bueno del Profesor Silvestre Tornasol intentaba mitigar los efectos de la sordera.

Tal y como refleja la imagen, muchos de estos cascos se correspondían con el característico PICKELHAUBE (literalmente, gorro con pincho, foto 7), el pequeño casquete de cuero y refuerzos metálicos coronado con un prominente pincho metálico popularizado por los prusianos en el siglo XIX, por ser una imagen usual asociada a sus múltiples victorias militares , pero que en 1918 era un excendente de guerra, al haber sido sustituido a partir de 1916 por el excelente y conocidísimo ‘Stahlhelm’, que multiplicaba por mucho la protección de la cabeza frente a la metralla, y asociado desde entonces a nivel popular con el casco germano por excelencia.

A nadie escapa tampoco, el gran simbolismo que entrañan en sí las pirámides, ya sea por su presencia en los billetes estadounidenses, por lo vistoso de la construcción en medio de la ciudad, tanto desde el punto de vista religioso (la mejor manera de acercarse a la divinidad que reside en las alturas) como del masónico o también del más macabro, al evocar aquellas pirámides que los asirios erigían con las cabezas y las manos derechas de sus enemigos derrotados, tal y como atestiguan los infortunados elamitas caídos bajo la espada de Assur de la última foto del post…

y es que, como exclamó el caudillo celta Brennus al imponer sus leoninas condiciones de tributo (mil libras romanas en oro puro = 327 kg a cambio de no asaltar la ciudad de Roma) a sus enemigos romanos, aún lejos todavía de ser aquella implacable máquina de guerra capaz de conquistar medio mundo... ¡Ay, de los vencidos! ¡VAE VICTIS! 

2 comentarios:

Conde de Salisbury dijo...

Bueno. Por lo menos eran cascos, que Tamerlán hacía sus pirámides con cabezas separadas de sus respectivos cuerpos.

sushi de anguila dijo...

Peores los asirios, que dejaban mancos a los vencidos, convirtiéndoles en una lacra social y laboral para la época---