martes, 23 de noviembre de 2010

El ave de corral con alma de luchador
































































































































































































































Ayer, como último jueves del mes de noviembre, se celebró en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias, instituido como fiesta nacional por el presidente Lincoln mediante una proclama dictada en plena Guerra de Secesión, el 3 de octubre de 1863 (misma fecha en la que los mexicanos ofrecieron la corona de emperador a Maximiliano de Austria, en un acto celebrado en su precioso castillo de Miramar en Trieste, mientras que en Mississippi, las tropas de la Unión derrotaban decisivamente a las confederadas en su intento de recapturar ese importante nudo logístico y ferroviario que era la ciudad de Corinth):


“I do therefore invite my fellow citizens in every part of the United States, and also those who are at sea and those who are sojourning in foreign lands, to set apart and observe the last Thursday of November next, as a day of Thanksgiving and Praise to our beneficent Father who dwelleth in the Heavens”.
Hasta entonces, era una celebración asociada sólo a motivos religiosos, como simbólico agradecimiento por la primera cosecha de los Padres Peregrinos de Plymouth (Massachusetts) que prosperó y dio fruto en tierras norteamericanas, en el otoño de 1621, tras las privaciones sufridas a lo largo del año transcurrido desde su llegada a bordo del Mayflower, y en el que habían fallecido 46 personas de la 102 desembarcadas. Por eso, una vez recogida la prolífica cosecha, los peregrinos celebraron un banquete de tres días, al que invitaron a 91 indios Wampanoag con su jefe Massasoyt a la cabeza, como muestra de agradecimiento a los nativos, que les enseñaron a cultivar el maíz y otros vegetales, y les ayudaron con provisiones cuando los colonos ingleses estaban al borde de la completa desaparición. En ese festín, cuyo menú y nombres de los participantes tenéis en este enlace http://www.pilgrimhall.org/1stthnks.htm , además de la de cinco venados, se consumió mucha carne de ganso, de pato silvestre y pavo salvaje, el ave por excelencia de esta popular tradición norteamericana.

Lo curioso es que muy muy poca gente sabe que el Día de Acción de Gracias está directamente asociado con España, las guerras de Flandes y uno de sus personajes más temidos y odiados por aquellos lares, el tercer Duque de Alba, don Fernando Álvarez de Toledo. Todo viene del sitio de la rebelde ciudad holandesa de Leiden en 1574, que las tropas españolas intentaron, sin mucho éxito, rendir en varias ocasiones por hambre. Cuando se levantó el asedio, sus famélicos habitantes instituyeron, como prueba de agradecimiento al supuesto apoyo divino frente a sus enemigos católicos, un gran banquete de Acción de Gracias con el que recordar cada año las penurias alimenticias que padecieron durante el cerco a la población. Hete aquí que los Padres Peregrinos, en realidad un escisión reformista de protestantes ingleses procedentes de las Midlands llamada los Disidentes por no aceptar las tesis oficiales anglicanas en algunos aspectos, como el de la intervención del poder real a la hora de nombrar a los obispos, se encontraban refugiados en Leiden, a salvo de persecuciones, acogidos por los protestantes de esa ciudad donde pasaron doce años (1609-1620) y de donde tomaron la costumbre de celebrar ese copioso banquete de Acción de Gracias que, a modo de fértiles semillas, se encargarían de extender por medio mundo.

Tristemente, la segunda vez que se celebró el Día de Acción de Gracias, en la ciudad de Charlestown, también en Massachusetts, lo fue en un día tan poco otoñal como el 29 de junio de 1676 y sin indios, pues en la proclama que instituía la fiesta, se aludía a la guerra con los “nativos paganos de esta tierra” (la conocida como Guerra del Rey Felipe -que así llamaban al jefe Metacomet de los Wampanoag– contra las tribus Wampanoag, Nipmuck, Podunk, Narragansett y Nashaway de lo que los británicos bautizaron como Nueva Inglaterra, siendo todos sus miembros exterminados por estos ‘buenos cristianos’ o esclavizados como jornaleros de las plantaciones de caña del Caribe), para justificar la necesidad de llevarla a cabo.


La siguiente, más de cien años después, tuvo lugar en octubre de 1777, durante la Guerra de Independencia Americana, y fue la primera vez que participaron al unísono las 13 Colonias rebeldes, para agradecer al Altísimo la derrota inglesa en la recién concluida batalla de Saratoga, clave para el desenlace posterior del conflicto.

No deja de ser curioso que la fecha oficial del Día de Acción de Gracias fuera fijada definitivamente por otro presidente y durante una nueva guerra (y llevamos ya cuatro!). El 26 de diciembre de 1941, apenas tres semanas después del ataque de la Kido Butai japonesa a Pearl Harbor que metió de lleno a su país en la Segunda Guerra Mundial, Franklin Delano Roosevelt señaló el cuarto jueves de noviembre (y no “el último jueves”, como en la proclama de Lincoln, quien, por cierto, había hecho caso en su día a las ‘insistentes’ demandas en forma de montañas de cartas de Sarah Josepha Hale, una afamada editora de textos religiosos protestantes y de las revistas ‘Boston Ladies' Magazine’ y ‘Godey's Lady's Book’, en cuyos editoriales llavaba más de ¡40 años! haciendo campaña en favor de la oficialidad a nivel nacional de la fiesta. Qué pesaaada, mujer).


Roseevelt había intentado años antes cambiar la fecha de manera infructuosa, para acercarla a la Navidad y hacerla ‘más rentable’ desde un punto de vista comercial (no olvidemos que Estados Unidos, como el resto del mundo, estaba entonces sumido en los coletazos de la Gran Depresión del 29, y necesitaba como el comer reactivar su consumo), pero fue tal la marimorena que se armó –ríanse ustedes del castizo Motín de Esquilache- (genial las cartas que recoge este enlace de los Hermanos Maristas norteamericanos http://docs.fdrlibrary.marist.edu/thanksg.html ) que don Franklin Delano se vio forzado a fijar la que y es la fecha actual. Por cierto, que desde 1947 es tradición que los productores de pavo hagan llegar a la Casa Blanca tres pavos, uno vivo, que siempre es indultado por el presidente estadounidense, y dos ya sacrificados, con los que el alto mandatario celebra el banquete para sus familiares e invitados.

Para acrecentar la confusión, hay otras celebraciones de este día tan memorable que no tienen nada que ver con la oficial. está demostrado que la primera ceremonia de este tipo en tierras norteamericanas corrió a cargo de los españoles de la ciudad de San Agustín, en Florida, el sábado 8 de septiembre de 1565.

Capitaneados por el almirante Pedro Menéndez de Avilés, habían sido enviados a la colonia española de la Florida por Felipe II para expulsar a los centenares de colonos franceses hugonotes que, instalados en el recién erigido For La Caroline, ocupaban ilegalmente esa tierra que España reclamaba como propia. Menéndez de Avilés desembarcó, entre salvas de artillería y con los estandartes en todo lo alto, con 500 soldados, 200 marineros que tripulaban sus dos galeones, y unos 100 colonos y artesanos con los que se iba a establecer la ciudad de San Agustín, la más antigua de toda Norteamérica.

Tanta parafernalia cumplió con su objetivo de atraer hacia el bando español las simpatías de la pacífica tribu local de indios flecheros, los timucua, con su características tonsuras y sus arcos largos, asentados en el cercano poblado de Seloy, donde se improvisó un altar y el fraile Martín Francisco López de Mendoza y Grajales, a la sazón líder espiritual y cronista de la expedición, en la que viajaban otros tres frailes, celebró un misa, tras la que tuvo lugar el gran banquete, en el que los españoles aportaron grandes ollas de cocido con su embutido y tocino, y abundante vino, mientras los timucua contribuyeron con las ostras y almejas gigantes de la zona, y, posiblemente, algunas piezas de caza...

La tarde antes, una pequeña vanguardia de españoles, entre los que figuraban el almirante y el padre, habían desembarcado en un lugar bautizado como Nombre de Dios (sobre el que se construyó una misión, donde, desde 1620, se ride culto a Nuestra Señora de la Leche y Buen Parto, la primera capilla en Estados Unidos dedicada a la Virgen María, y que recibe miles de visitas cada año de mujeres embarazadas pidiendo por un parto propicio) mientras entonaban un 'Te Deum Laudamus' que atrajo la atención de los indios. En su presencia, los miembros de la pequeña expedición fueron besando uno por uno el gran crucifijo que portaba el sacerdote en acción de gracias, tras su complicada travesía desde España. Los indios, embelesados con el poder que parecía emanar de ese objeto mágico, se sumaron al besacruz, confiados en que el gran talismán de madera que sostenía el padre López les fuera propicio en el futuro. A veces, las beaterías con que los españoles acompañaban sus principales eventos constituían un magnífico aparato de propaganda y de adhesión de aliados entre las tribus nativas.

La ciudad de San Agustín se apresta para celebrar el 8 de octubre su 450 aniversario, en una conmemoración que tendrá alcance nacional. Por cierto, que el bueno del padre Martín Francisco, a la sazón párroco del nuevo asentamiento, está también considerado el primer párroco de la historia de los Estados Unidos. Un histórico desembarco, sin duda, el suyo. Os añado dos imágenes sobre aquel primer banquete de Acción de Gracias a base de cocido, almejas y ostras. Una, la espectacular recreación de Stanley Meltzoff para National Geographic en su número de febrero de 1966, y otra, más infantil, perteneciente al libro 'America's First Real Thanksgiving', de lectura obligada en no pocos colegios estadounidenses, escrito e ilustrado por la profesora inglesa a y autora de libros infantiles Robyn Gioia... y en la que españoles e indios intercambian cocido (dibujado de aquella manera, como unas baked beans del Far West) por mazorcas...

Pocos años después, ceremonias similares, en las que también particpaban los indios, se celebraron a lo largo de toda Nueva Francia para conmemorar las buenas cosechas. en 1578, también en tierras canadienses, el navegante inglés Martin Frosbisher y su tripulación celebraron un gran banquete en Terranova para conmemorar su regreso con vida de su fallido intento por encontrar el legendario Paso al Noroeste que supuestamente habría de unir el océano Atlántico con el Pacífico; empresa en la que el renombrado explorador Henry Hudson , el adolescente hijo de éste y sus pocos leales, habían perdido la vida a causa de un motín que tanto recuerda al acontecido en la 'Bounty' siglos después...

En el Canadá resultante tras la conquista inglesa de 1760, comenzó a celebrarse en noviembre. Hasta comienzos del siglo XX era habitual hacerlo el día 6 del citado mes, pero en 1918 surgió el primer problema. El armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, el 11 de noviembre de ese año, supuso tal alivio debido a los estragos -tanto e vidas, 60.000 muertos y 170.000 heridos canadienses de un totoal de 650.000 reclutados, como psicológicos- causados en la población del Imperio Británico, al que el Canadá todavía pertenecía de pleno derecho, antes de constituirse en un país prácticamente independiente gracias al Estatuto de Westminster de 1931, que se decidió conmemorar la efeméride con otro Día de Acción de Gracias en honor a los caídos llamado Remembrance Day... así que los canadienses pasaron a celebrar dos fiestas prácticamente idénticas el 6 y el 11 de noviembre. Ante tal coincidencia, el 31 de enero de 1957 las autoridades canadienses cambiaron la fecha de la fiesta tradicional, manteniendo en noviembre la nueva y pasando al segundo lunes del mes de octubre la tradicional, manteniendo así la costumbre de celebrarla en otoño y eliminando cualquier suspicacia o protesta creando de un plumazo el 'puente' (sí, allí también existen) más esperado del año.

Y tras esta extensa perorata introductoria sobre la fiesta que mañana celebran los yankees y sus vecinos y afines, vayamos al gran protagonista del post, el simpático pavo común, un ave que lleva entre nosotros mucho menos tiempo del que habitualmente se cree, dado su origen americano. De hecho, todas las especies de aves de corral más comunes en la actualidad, llevan poco más de 2.000 años en nuestro país: la gallina doméstica, procedente de la India (antes había sido domesticada en China y el Sudeste Asiático), no llegaría hasta los últimos momentos de la conquista romana de la Península Ibérica, salvo algunos ejemplares aislados que trajesen fenicios, griegos y cartagineses a sus colonias. Igual sucedería con el pavo real, reservado para las mesas de reyes y soberanos, y que era considerado casi una divinidad gracias al precioso plumaje que despliega en abanico. Los egipcios, por su parte, habían aprendido a criar patos y, sobre todo, gansos, de los que las ocas son su equivalente doméstico, y también a engordar a estas últimas para hipertrofiarles los hígados y conseguir así lo que hoy, afrancesadamente, llamamos foie, y del que los más pudientes súbditos del Faraón eran tan adeptos.

España sí fue el primer lugar de Europa al que llegó el pavo, un ave originaria de Norteamérica, desde México a Canadá, donde disfrutaba en estado salvaje de una amplia distribución, que fue domesticado por los nativos mexicanos, seguramente por los mayas inicialmente, en época precolombina. De hecho, el huexolotl o guajolote, como lo llamaron los conquistadores españoles incapaces de reproducir la pronunciación de su nombre en lengua nahuatl (de la unión del prefijo 'huey'/grande y el sustantivo 'xolotl'/gallo), era la única ave de corral de las muchas especies que se vendían en los concurridos mercados mexicas, como el de Tlatelolco, famoso también por las sabrosas y coloridas aves de caza que era posible encontrar allí. También era muy importante en los ritos funerarios de tribus como las del Norte de México, que los incluían decapitados en los enterramientos como alimento de los fallecidos en su viaje al más allá, mientras que los mayas sacrificaban uno por el nacimiento de cada hijo. Que se sepa, a excepción de alguna tribu del Suroeste, como los indios Pueblo, los nativos de más al Norte del Río Grande fueron incapaces de domesticar al aguerrido e inteligente pavo salvaje que pululaba en abundancia por sus praderas y bosques. Se estima que en la América precolombina vivirían en torno a los 40 millones de pavos silvestres. Todavía hoy existe un buen número de ejemplares en estado silvestre en sus tres países de origen, cifrado en unos cuatro millones de aves, aunque cada vez son menos abundantes debido a la irrefrenable pérdida de su hábitat.


A diferencia de sus parientes domésticos, incapaces de volar o de subsistir en la naturaleza por sus propios medios, los pavos silvestres son unas aves astutas, espabiladas y con más recursos que MacGyver cuando la ocasión lo requiere, capaces de alcanzar los 40 km/h en carrera y de volar a casi 60 km/h en caso de necesidad. El característico gorgoteo que emiten sólo los machos resuena en los bosques hasta a 2 km de distancia, toda una invitación o aviso para los grupos de hembras (foto 10; ellas cloquean o chasquean, nunca gorgotean) que saben de la vocación polígama de sus emplumados y valientes pretendientes, siempre deseosos de incrementar su harén. Una sana costumbre en la que son imitados por sus parientes domésticos, aunque conlleve sacar su vena más luchadora y plantar cara a otros machos. Para seducir a su contrapartida femenina, los éstos atusan e hinchan su plumaje, las hacen ganar en volumen y, como remate, despliegan en abanico sus impresionantes colas compuestas por 18 grandes plumas, con el fin de volver loquitas a sus bullangueras compañeras de pavada (los británicos llamaron a estas agrupaciones de pavos 'rafter'), más pequeñas de tamaño y dotadas de un plumaje y un físico más discreto. Por la noche, suelen dormir subidos a las ramas de los árboles del bosque, generalmente robles en Estados Unidos y Canadá, y en pinos encinos en México.


Si característico resulta su cola en forma de abanico de plumas, no lo es menos su cabeza despejada, de una tonalidad azulada (que según los expertos cambia de color cuando se irrita) y de la que cuelga su inconfundible 'moco' o 'papada', un apéndice carnoso no comestible que se corresponde con una excrecencia de plumas recubiertas de piel. 'Moco de pavo' es también una planta originaria de Malasia, la Acalypha hispida http://es.wikipedia.org/wiki/Acalypha_hispida, cuyas rojizas espigas recuerdan al distintivo colgante de la cabeza del pavo.



De la extrema belleza de este ave dan fe las preciosas láminas dibujadas a comienzos del siglo XIX por el afamado ornitólogo y artista estadounidense John James Audubon (fotos 11 y 12). Las hembras suelen depositar entre ocho y quince huevos en su única puesta anual, aunque excepcionalmente pueda haber una segunda (sobre todo si la primera se pierde pronto), de los que, tras un mes de incubación, eclosionan los traviesos pavipollos, que apenas estarán dos días en el nido antes de salir a corretear por los campos y bosques tras su madre. Esos primeros días, las jóvenes gallináceas devorarán numerosos insectos e invertebrados, hasta que vayan llenando poco a poco sus mollejicas de piedrecitas que les permitirán pasar a una dieta mayoritariamente vegetal.


Cuando puede comer a su antojo, este ave omnívora dedica buena parte del día a alimentarse básicamente de semillas, hojas, brotes, frutos y hierba, aunque no hace ascos, sino todo lo contrario, a una buena ración de lombrices, orugas y otros insectos si se le ponen a tiro de su pico. Por contra, sus parientes domésticos son engordados a base de una mezcla de cereales y legumbres, sobre todo de maíz y soja. Aunque a simple vista no lo parezca, el robusto pavo norteamericano está muy directamente emparentado con el esbelto faisán procedente de los bosques asiáticos, que fue introducido por los europeos en medio mundo como especie de caza, mientras que su primo hermano lo era como ave de corral destinada al consumo de su carne.


En la denominación que finalmente dieron a nuestro admirado Meleagris gallopavo los españoles, influyó sin duda el hecho de que los españoles conocieran previamente al pavo real y su costumbre de desplegar la cola en los momentos del cortejo. Por ser menos lustroso que su pariente de la India, a los pavos del Nuevo Mundo se les privó del epíteto 'real' en su nombre. Aún así, recibió una buena lista de nombres en la América española, entre los que podemos citar los de pavillo, guajolote, pipil, pípila (así llamaban los aztecas a las hembras del pavo, y ahora es un término muy común para designar a las prostitutas en México), picho, cócono, chompipe, totola, konito, totolín, bimbo, pisca, guanajo, gallo o gallina de Indias, pavo realillo, huilo, pollo de Calicut (así llamaban entonces los europeos a la actual ciudad india de Calcuta), gallipavo, gallo de papada, ganso de moco, pabo (entrañable ¿verdad?, en el tagalo de Filipinas), pavo guineano o gallo avestruzado. A las crías también se las llama pipiolos. Los españoles lo introdujeron primero en Centroamérica, de donde pasó a sus posesiones andinas, y desde tierras peruanas llegó hasta el Brasil, de ahí que en el gigante suramericano sea conocido como 'gallina del Perú', con las consecuencias que luego veremos.



Divertido resulta también el apodo con el que califican las gentes del campo en México a los urbanitas de ciudad, y que, lógicamente, no es otro que el de 'pavo'. En la picaresca de los timadores y pícaros españoles, el 'pavo' era siempre el desgraciado pardillo que era fruto de sus pillerías y desmanes. La expresión 'moco de pavo' se refiere a la cadena de los relojes o collares que solía quedar colgando de los bolsillos una vez que era sustraída la pieza principal de más valor... y que también recordaba al curioso y fláccido apéndice.


Sobre el momento exacto de la llegada a tierras españolas y, por ende, europeas, hay bastante discusión y versiones contrapuestas, ya que hay autores que afirman que la primera vez que el ave paseó por nuestro país aconteció allá por 1498 de la mano de un tal Vasco de Quiroga (que no creo yo que fuera el afamado religioso y filósofo erasmista que unas décadas después fuera nombrado primer obispo de Michoacán, en México), año en que Colón arribó a las costas de la actual Venezuela, donde podría haber conocido al alado protagonista del post, en tanto que otros aseguran que fue Pedro Núñez quien supuestamente lo llevó a Galicia en 1499.


Lo que se sabe es que en 1517, dos años de que Cortés deembarcara en las costas del Imperio Azteca, ya andaba por aquellas tierras Francisco Hernández de Córdoba, descubridor del Yucatán, quien ya habló de las manadas de grandes gallos que habían encontrado durante su periplo. El propio Cortés informaba en sus cartas a Carlos I sobre los grandes aviarios en que el emperador Moctezuma, gran aficionado a la carne de huexolotl, reunía más de mil aves destinadas a su consumo propio y a alimentar a las fieras de su zoo. Los indios no sólo consumían su saludable carne, sino que hacían numerosos objetos decorativos con sus plumas, que también empleaban como establilzadores de sus flechas cuya punta eran los propios espolones de estas aves. Con inusitada rapidez, tan sabroso especimen comenzó a ser difundido en España y en Europa.


Los guajolotes domésticos llegaron a Europa a principios del siglo XVI, traídos por los españoles, y hasta el siglo XVIII convivieron las dos denominaciones, aunque a partir de entonces se adoptó definitivamente en la parte europea del imperio la de pavo, más arraigada desde la Antigüedad. Fueron los jesuitas los responsables de introducirlos y expandirlos por media Europa, al criarlos y servirlos como alimento en sus colegios, siendo el francés de Bourges el primero en el que iniciaron su crianza.


Hasta entonces, junto a gansos, capones, patos, cisnes, gansos y pintadas, los europeos más adinerados comían en contadas ocasiones pavo real, pero tras la llegada de los guajolotes, esta última especie, menos sabrosa y de peor rendimiento cárnico, quedó reducida a un mero papel ornamental en los jardines de la aristocracia y la realeza. Dice la tradición, y parece muy verosímil, que el primer pavo de Inglaterra fue cocinado para Enrique VIII, aunque habrían de pasar muchos siglos hasta que el buen comilón de Eduardo VII, a comienzos del siglo XX, pusiera de moda en todo el Imperio Británico el consumo de pavo en la Cena de Nochebuena. Quien realmente lo introdujo de una manera más popular fue el aventurero y político William Strickland, descendiente directo de una poderosa familia normanda afín a Guillermo el Coquistador, y que cruzó el Atlántico con seis pavos procedentes de las costas norteamericanas que había comprado a los nativos indios y vendió a dos peniques cada uno en el puerto de Bristol en 1526. Como reconocimiento a su hazaña, se le permitió poner en lo alto de su escudo de armas un pico de pavo. Para entonces, el ave era conocida en Inglaterra como 'turkey' debido a una confusión más o menos lógica.


Incialmente se pensó que esta rica ave era una especie más de esa pintada o gallina de Guinea, ave procedente de África que los ingleses compraban, dado el control del Mediterráneo por sus enemigos españoles, a los mercaderes turcos. Da ahí que a todos los seres alados procedentes del Imperio Otomano los denominasen genéricamente como 'turkey'. De hecho, anteponían el calificativo de 'turkey' a cualquier producto exótico que adquirían de la superpotencia musulmana, de donde obtenían los productos no sólo de Oriente, sino también aquellos procedentes del Imperio español cuyo acceso les estaba vedado. Esa es la razón de que en Inglaterra se llamara y aún hoy se llame al maíz 'turkey corn'/grano turco, pues esa era la procedencia del que arribaba a Inglaterra, los almacenes de los mercaderes otomanos. Para rizar el rizo de la incongruencia avícola, hay que recordar que las pintadas o gallinas de Guinea que le vendían los turcos a los ingleses ni siquiera procedían de las costas guineanas ni del continente africano propiamente dicho, sino de la gran isla de Madagascar, pues no había bajeles turcos, salvo que fuera pirata, comerciando en aguas atlánticas, donde podían toparse con sus temidos españoles, verdaderos amos entonces de ese océano.



Por su parte, los franceses lo llamaron inicialmente coq d'Inde (gallo de la India), pero refiriéndose no al gigantesco país asiático, sino a las Indias Occidentales, que es como se conocía entonces, y aún ahora, a los territorios e islas del Mar Caribe. De ahí se abrevió a "dinde", y hoy día se llama así a la pava hembra y dindon al pavo macho. Está demostrado que la primera aparición pública del pavo en el país galo tuvo lugar en 1533, durante los esponsales de Catalina de Medicis y Enrique II, y que también se sirvió pavo en el banquete nupcial del rey Carlos IX de Francia con esa nieta de los Reyes Católicos que fue Isabel de Austria, en 1570. La afamada Margarita de Valois, hermana del soberano francés y futura reina Margot, también criaba pavos en una granjap ara su consumo propio.


En Italia, donde es llamado tacchino (palabra de origen desconocido que tal vez provenga del arcaismo 'tacca' -parche de colores- a causa de su colorido plumaje) se le nombró de una manera más científica 'gallus indicus' y apareció reflejado por priimera vez en un tapiz de 1549. Alessandro Geraldino, obispo de Santo Domingo, envió al Papa León X http://leiter.files.wordpress.com/2008/10/inocenciox.jpg , el del impresionante retrato pintado en 1650 por Velázquez y que se conserva en la Galería Doria Pamphili de Roma , algunos guajolotes vivos para que disfrutara de su carne, quien seguro que al catar esas tiernas mollas asadas borraría de su faz de Sumo Pontífice esa avinagrada y amenazante expresión que tan bien supo captar el genio sevillano. Sorprendentemente, y pese a ser muy consumida desde muy pronto en todas las posesiones hispanas, el pavo no aparece reflejado como tal en un tratado de cocina español hasta 1599.

Paradójicamente, los turcos, tan acostumbrados desde hacía siglos a la importación de pavos reales de la India, llamaron a los pavos americanos hindi (indio/hindú), como si fuera un ave procedente del país asiático. Por el contrario, los rusos lo llaman indeyka en clara referencia a los indios norteamericanos.



Por su parte, estos últimos, tan dependientes del ave para tantas cosas, lo llamaban en el caso de los hablantes en lengua algonquian abucheech, para los Pies Negros era ómahksipi’kssíi (pájaro grande) ; para los Cherokee, kuna o kana; para los Ojibwa, mizise; para los Lakota/Dakota/Sioux era wagleksun; para los Maliset-Passamaquody, nehm; para los Miami, nalaaohki pileewa (ave nativa); más curioso es el caso de los Choctaw, quienes lo llamaban 'fakit', así todo junto, ya que según ellos, así sonaban sus gorgoteos, pero, tras entrar en contacto con los blancos anglosajones , le cambiaron el nombre a akank chaaha (pollo alto) para evitar ‘malos entendidos’, juasss. Para los mayas actuales, pavo no se dice, lógicamante, guajolote, sino que en su lengua, tan distinta del nahuatl, se llama tso’ .


El brasileño 'gallina del Perú' se fue se simplificando con el tiempo, hasta quedarse sólamente en perú, que es como también lo llaman los portugueses. Al ser estos últimos quienes introdujeron el pavo en la India, en todo el subcontinente asiático (lugar de origen de los pollos y gallinas, y del pavo real) nuestro protagonista es igualmente conocido como perú. En un país cercano como Malasia se llama también Ayam Piru (pollo de Perú) o Ayam Belanda (pollo de Holanda).
Precisamente, los holandeses, creyendo también que el ave procedía de la ciudad india de Calcuta/Calicut (hoy rebautizada Kozhikode), lo llamaron kalkoense haan (gallina de Calcuta), que con el tiempo se quedó en kalkoen, nombre que transmitieron a sus colonias como Indonesia, donde se le llama kalkun, y en la Guayana Holandesa e islas adyacentes, kalakuna; o a sus vecinos como Dinamarca, Estonia y Noruega (también kalkun), Suecia (kalkon) o Finlandia (kalkkuna o turkki).


También resulta curioso que en árabe se llame dik rumi (gallo romano), pero no los romanos originarios de Italia, como se pudiera pensar sino que se refiere a los que nosotros, erróneamente denominamos bizantinos, pero quienes se llamaban a sí mismos 'romanos', al considerarse los legítimos herederos del antiguo imperio fundado a orillas del Tíber. El término ‘bizantino’ para definir a estos territorios comenzó a ser utilizado por los historiadores sólo a partir del siglo XVIII, tres después de la desaparición de estos 'romanos de Oriente' a manos del tsunami turco que aniquiló para siempre la antigua gloria de Constantinopla en 1453, casi 70 años antes de que los españoles trajeran a Europa los primeros ejemplares que en el imaginario y la tradición cultural de muchos países se identifica, equivocadamente, con Turquía.



Por su parte, en los países musulmanes de la cuenca mediterránea es conocido como diik il-habash o pollo de Etiopía, ya que el término habash es el mismo para denominar al ave y al país del Cuerno de África. En egipcio también se lo conoce coloquialmente como ‘pájaro griego’, mientras que precisamente los griegos lo llaman gallopoula (pollo francés), apelativo que también se aplica en ciertos lugares a las chicas jóvenes de buen ver.

En italiano le dicen tacchino, palabra de origen etimológico desconocido que posiblemente esté relacionado con el arcaico término tacca (parche de colores) ; en alemán, se emplea pute o puter para refririse a la carne y truthahn para el pavo en sí mismo (de hahn, gallina, y trut, prefijo del que se ignora su significado pero que, posiblemente, en origen quisiera decir 'turco'; en chino, huoji (pollo de fuego, por los colores de su cabeza y del moco); en japonés, sichimenchô, y en coreano el muy similar chilmeonjo, significando en ambos casos ‘ave de siete caras’.

Por sus muchas virtudes y méritos, el pavo salvaje se ha ganado a lo largo de la historia la admiración de no pocas personas, incluido el que, en mi modesta opinión, es el ser humano más inteligente que jamás pisó la superficie de la tierra, Benjamin Franklin, quien propuso en el Segundo Congreso Continental, celebrado en 1782, cuando aún no era oficial el fin de la guerra ni reconocida la independencia por los ingleses, como emblemática ave en representación de su país al bravo pavo silvestre, un animal pacífico, gregario y de gran importancia económica, en lugar del águila calva que fue finalmente elegida por su condición de rapaz autóctona de Norteamérica. A Franklin no le gustaba por recordar a las águilas representativas de las principales monarquñias europeas, por su condición de ave de presa y carroñera, y por ser un símbolo guerrero ya desde tiempos de los romanos, cuyas legiones encabezaba, lo que consideraba una mala imagen para su nación... Clarividente que era el gran Benjie...aunque su propuesta, como sabemos, cayó en saco roto y apenas contó con apoyos.


Para valorar la dimensión económica y alimenticia que para Estados Unidos supuso la cría doméstica y el comercio de pavos, conviente tener en cuenta que ya en tiempos del Far West se llegaron a contar pavadas de hasta 20.000 individuos que eran trasladados hasta los mercados para su consumo casi del mismo modo que los cowboys conducían a las reses por las praderas.

Buena prueba del profundo respeto y el aprecio que sentían por nuestra valiente ave las naciones indias de Norteamérica lo testimonia el hecho de que algunos de sus más grandes jefes adoptaran su nombre algo improbable para mentalidades como la europea de entonces. Tal fue el caso del cherokee Kanagatucho, 'Pavo al acecho’, al que los ingleses llamaban Old Hop, conocido no sólo por sus simpatías por los franceses, sino también por su talante dialogante y unificador frente a las discrepancias entre las distintas facciones que integraban la poderosa nación Cherokee. Desde 1753 a 1760, año de su muerte y, casualmente, también lo que duró la Guerra de los Siete Años en tierras norteamericanas, Kanagatucho ocupó el prestigioso cargo de Hombre Más Querido (Jefe Supremo) de los Cherokee. A su muerte, le sucedió en tan alta distinción su joven sobrino Kanagadoga, ‘Pavo puesto en pie’, de 1760 a 1761, durante la cruel y despiadada Guerra Anglocherokee, siendo tan profrancés como su tío y antecesor. Así que, tras su derrota militar a manos de los británicos, fue destituido por la tribu, deseosos de de recuperar su buena relación comercial con los ingleses, de los que ahora dependían en extremo, tras la expulsión de sus antiguos patronos franceses de Norteamérica, y que había puesto fin a esa época dorada para la tribu en que eran como una novia cortejada por dos pretendientes, ingleses y franceses, a los que les sacaban todo lo que podían a más a cambio de sus favores.


La verdad es que la vida de Kunagadoga (en la foto 13, retratado cuchillo en mano por Francis Parsons durante la visita del jefe indio en 1762 a Londres en compañía de otros dos jefes, tal y como reflejan las figuras de cera de la foto siguiente) es digna de película, tanto como la del elegido para sucederle en 1761, y que necesariamente tenía que ser probritánico, para recuperar el favor de los representantes de Su Graciosa Majestad: Attakullakulla ('Madera apoyada') al que los ingleses bautizaron, no sin un poco de mala leche 'Pequeño Carpintero' debido a su baja estatura (no más de 1'55 m) , inusual entre los generalmente altos cherokee, había visitado Londres con apenas 22, en 1730. En realidad, era un indio Nipissing que había sido capturado siendo un niño y había sido criado como un cherokee más, lo que explicaría su pequeña talla. Este personaje fundamental en la Historia de la Frontera estadounidense, merece un post por sí mismo.


Hoy se rinde homenaje a tan simpática ave en forma de sello, promovido hace unos años por la Federación que vela por su existencia y conservación, e incluso ha dado nombre a diferentes marcas de bebidas alcohólicas destiladas de diversa calidad, como el afamado bourbon Wild Turkey, el más vendido de Estados Unidos, que produce desde hace más de un siglo en Lawrenceburg, Kentucky, la destilería Austin Nichols, una de las joyas del grupo multinacional italiano Campari. Tiene fama de ser el preferido de los escritores e intelectuales así como de los verdaderos entendidos en la materia, además de ser muy popular por tener un mayor porcentaje de alcohol que marcas de la competencia como el no menos conocido Four Roses, entre otros...


Los principales países productores mundiales de pavo son Estados Unidos, China, Francia, Alemania y Brasil, dándose la paradoja de que México, el tercer consumidor de este ave, se ve obligado a importarlos a pesar de una respetable producción. En cuanto a Estados Unidos, por sí solo produce cerca de 300 millones de pavos al año, de los que, tal día como hoy, se comeran casi 50 millones por más del 80% de la polación, por los 25 millones que se consumen en las fiestas navideñas y algo menos en Semana Santa, lo que da una idea de la gran importancia del Día de Acción de Gracias en la vida cotidiana del gigante norteamericano. Por cantidad, el país del mundo que consume más pavo por habitante (seguramente por motivos religiosos) es Israel, con unos 15 kg/habitante/año, frente a los 7,5 kg de media de los estadounidenses, que cada vez consumen más su saludable carne de una manera más repartida fuera del calendario festivo.


Este post va dedicado a mi compi Sweet Conch, que está de trianiversario bloguero, a la que ya avisé de que le contaría algún día -y cuándo mejor que por estas fechas- cosicas curiosas del delicioso y simpático huexolotl/guajolote/pavo/turkey...

8 comentarios:

Antonio Rentero dijo...

As usual, tan enciclopédico como interesante, y con la maestría que sólo tú tienes de hacer ameno lo que muchos considerarían disgregación, pero como sabiamente demuestras todo está enlazado si sabes tirar del hilo.

Hombre, don Benjamín sería muy inteligente, pero una gran nación como los Estados Unidos necesitaba, como Roma, un símbolo animal de reminiscencias poderosas... el águila calva además es autóctona... no se hable más.

Me ha resultado curiosa (aunque lógicamente era inevitable) la inclusión de un par de láminas del gran ornitólogo e ilustrador Audubon. En el último best-seller de mis admirados Douglas Preston & Lincoln Child juega un papel determinante la obra gráfica de este artista.

Por cierto... en casa de los Hood ¿se come pavo en el Zensgívin?

Un abrazo enorme de peregrino agradecido.

sushi de anguila dijo...

Gracias, Antoine, con público como tú, da gusto escribir.
El bueno de BJ quería dejar claro que el país que iba a nacer oficialmente, que hasta un año después no se firmaron los tratados que así lo reconocieron, fuera algo distinto de la experiencia anterior, de lo que sucedía en Europa... Incluso se llegó a barajar la opción de que la lengua oficial fuera el alemán... Enfrente tenía, como bien sabes, a un destacado ramillete de masones, liderado por Washington y Jefferson, partidarios del ave rapaz, pues para ellos, es un símbolo del valor y de la inteligencia. En el caso del águila bicéfala, se trata de uno de los distintivos de los altos grados de la masonería filosófica y especulativa. Súmales a estos los militares y cazaindios ansiosos de glorias guerreras y cierras el círculo.

Así que lo tenía crudo... Tal vez si hubiera propuesto al bisonte o al puma....

Aquí, al horno, somos de galupes y pardetes del Mar Menor...

sushi de anguila dijo...

Abundando, Audubon es en los USA un personaje equivalente a nuestro Velázquez, pintor de un aspecto de su país, como era la naturaleza que iban descubierto a golpe de expansión y desalojo indianomexicano tan importante para ellos como para nosotros nuestras victorias en Flandes y las Provincias Unidas... Los niños lo estudian en las escuelas como uno de los primeros grandes americanos, que ayudaron a forjar esa gran nación de apenas 234 o 227, según se mire, años de existencia...

Otro abrazo inmenso como la isla de Madagascar

(por cierto, escribiendo esto, me acabo de acordar del pavo PEDRITO, cuyo sacrificio supuso para losjovenes Benedickt todo un dramón en una de las más entrañables escenas de esa obra maestra que es 'Gigante')....

Agustín Alcaraz Peragón dijo...

Llevo un montón de días dándole la vuelta a algo. Importado ya de forma definitiva Halloween, me pregunto cuando empezaremos a celebrar el Día de Acción de Gracias por estos lares. Cuestión de tiempo, supongo.

sushi de anguila dijo...

Antes verás tú por estos lares oficializar la Fiesta del Cordero que el exterminio pavuno, siempre asociado por estos lares a las celebraciones navideñas...

Conch dijo...

Varios siglos después...

Gracias por la dedicatoria, principazo. Además, súper filológico y políglota, como a mí me gusta!

Que sepas que me lo he zampao entero! ...pero porque eres tú, eh? :)

Un besazo.

sushi de anguila dijo...

Tranquila, que este pavo no engorda!

Un placer, y si encima te ha parecido medio interesante y le puedes sacar algún provecho docente, pues doble satisfacción...

sushi de anguila dijo...

Last, but not least... otro besazo pa ti, prenda...