lunes, 30 de diciembre de 2013

70 años de mi cuento de Navidad favorito: 'El cazador con alma de caballero'









http://en.wikipedia.org/wiki/Charlie_Brown_and_Franz_Stigler_incident

Está demostrado que Alemania es una de las grandes patrias chicas de los cuentos y leyendas más increíbles y apasionantes; pero, también, el escenario real de historias verdaderas que harían palidecer de envidia a esa inigualable legión de mitos, leyendas y relatos. Tal sucedió así hace justo 70 años, a punto de iniciarse las Navidades de 1943. El 20 de diciembre, 'Ye Olde Pub', un bombardero estadounidense B-17 F 'Fortaleza Volante' perteneciente al 379 Grupo de Bombardeo de la 8ª Fuerza Aérea estadounidense basada en Inglaterra, y pilotado por el joven segundo teniente de 21 años Charles 'Charlie' Brown (hay nombres geniales que lo predisponen a uno a las mayores heroicidades) en la que era su primera misión, intentaba volver a su base en Kimbolton gravísimamente dañado tras una incursión sobre Alemania, con la fábrica de Focke Wulf de Brema (otro escenario de un cuento entrañable) como objetivo. Tras un certero impacto por parte de la terrible y letal artillería antiaérea alemana, la FLAK,  habían logrado rechazar durante 10 minutos el ataque de 15 cazas enemigos (Me-109 y FW-190), de ocho frontalmente y de los otro siete por la cola. Con sólo un motor de cuatro a pleno rendimiento, otro inservible y dos perdiendo potencia a espuertas, con el fuselaje agujereado como un queso suizo, el puesto del radiotelegrafista arrancado de cuajo, sin establilzador izquierdo ni fluido hidráulico, y privados del cono transparente del morro donde se alojaba el bormbardero, lo que hacía que la tripulación tuviera que soportar vientos de más de 350 km/h, el avión perdía altura víctima de grandes daños que aconsejaban abandonar el aparato cuando aún fuera posible. El ametrallador de cola yacía muerto y el artillero dorsal estaba herido y había perdido el conocimiento. De los otros ocho tripulantes, todos salvo tres, estaban heridos de diversa consideración y próximos al estado de shock al ver el destino que les aguardaba. La razón pedía saltar en paracaídas, aunque fuera sobre territorio enemigo, para salvar la vida y pasar el resto de la guerra como prisioneros...

Sin embargo, Charlie Brown, herido por metralla en el hombro derecho y que antes había perdido el conocimiento por hypoxia (falta de oxígeno) para recuperarlo cuando el avión, tras entrar en barrena al desmayarse el piloto, descendió hasta los 300 metros de altitud, se negó a dar la orden de abandonar el avión con su compañero inconsciente a bordo, sabedor de que le condenaba a una muerte segura... Lo tenía decidido. Se salvarían todos... o tal vez ninguno... Por eso hizo descender al pesado B-17 y redujo la velocidad a apenas 200 km/h, justo la mínima para evitar entrar en pérdida, convencido de que los cazas enemigos les darían por derribados y abandonarían la persecución... y su estratagema, al menos inicialmente, pareció funcionar, posiblemente confundidos sus perseguidores por la aparatosa barrena... En esos pensamientos estaba enfrascado cuando un grito de terror recorrió el aparato... Un 'BANDIT', un caza enemigo, concretamente un flamante Me-109 G-6 perteneciente al Gruppe 6 de la mítica JG27, la Jagd Gewschawader (ala de caza) 27 'Afrika', pilotado por el veterano as Franz Stigler, que con 22 derribos entonces en su haber, sólo necesitaba una víctima aérea más ese día para obtener su ansiada Cruz de Caballero... y más teniendo en cuenta el gran valor que en la Luftwaffe se le concedía a derribar a un VIERMOT (de 'vier motoren' = cuatrimotor) estadounidense, hazaña nada fácil... y de los que ese día Stigler ya había abatido dos... Acababa de repostar combustible (la autonomía de los Me-109, incluso con un depósito suplementario de combustible, no daba para mucho, en comparación con la de sus rivales) y cargado más municiones, y ahora buscaba ese tercer 'viermot' que le concedería la tan ansiada condecoración... Sólo tenía que elegir cómo derribar al coloso... y pensó que el típico ataque por la cola, tras acabar con el artillero trasero sería lo mejor, pero enseguida notó que algo no iba como de costumbre: apenas a 200 metros de distancia, las dos ametralladoras de cola no sólo no disparaban frenéticamente ráfaga tras ráfaga, sino que permanecían misteriosamente silenciosas... El 'experte' alemán pronto descubrió la causa: el artillero de cola yacía muerto envuelto en sangre, y el resto de armas de a bordo parecían inutilizadas... el B-17 parecía el blanco más fácil de toda su carrera como piloto de caza...

Sin embargo, como los hechos demostrarían posteriormente, al por entonces teniente Stigler, no le hacía falta ninguna distinción que corroborase su innata caballerosidad. Este veterano de los frentes de África e Italia, donde ya se las había tenido que ver con los pilotos aliados, tenía un concepto de la guerra aérea distinto al "todo vale"desde que recibió en la sofocantes tierras libias el consejo de uno de sus directos superiores, el teniente y distinguido as Gustav Rödel, quien le conminó a que siempre combatiera "siguiendo las reglas y sin perder su humanidad", y quien también le advirtió de que si escuchaba o veía que disparaba a un hombre descendiendo en paracaídas, él mismo le derribaría. Stigler captó el mensaje e hizo suya la filosofía de Rödel, en unos momentos en que por ambos bandos no se concedía el mínimo cuartel a quienes colgaban inermes de su paracaídas. El propio Stigler había compartido un café con el primer piloto al que derribó sobre el desierto, un inglés a los mandos del letal Spitfire, capturado nada más ser abatido, y cuyo descenso a tierra fue vigilado y protegido por el alemán. Por eso, cuando, a través de los grandes agujeros que presentaba el fuselaje del mastodonte americano, Stigler avistó a los tripulantes del bombardero atendiendo a su compañero herido y sin intención de saltar, fue invadido por un espíritu caballeresco y quién sabe, dadas las fechas en que se encontraban, por los sentimientos de paz y concordia propios de las inminentes fiestas navideñas. Stigler, que descendía de un linaje de caballeros que se remontaba al siglo XVI, había estudiado para monje en un seminario durante su niñez y que siempre volaba con un rosario bajo su chaqueta de piloto, decidió no sólo no derribar a aquellos americanos en situación de total indefensión, lo que convertía su duelo en desigual y abusiva carnicería, sino ayudarles a llegar sanos y salvos a tierra... Para ello, les indicó repetidamente, mediante gestos desde la angosta cabina de su caza, que aterrizasen en cualquier base alemana para poder ser atendidos de sus heridas, algo a lo que Charlie Brown se oponía frontalmente. Tras comprobar lo inútil de sus demandas, les volvió a indicar mediante aparatosas gesticulaciones, que virasen en dirección a la neutral Suecia, apenas a 30 minutos de vuelo, donde pasarían el resto de la guerra internados, pero vivos. Brown, obcecado en regresar a Inglaterra, e ignorante de que el alemán les indicaba la opción nórdica, se negó nuevamente... años después confesaría que no había entendido las indicaciones y que desconocía no sólo que Stigler se refería a Suecia, sino que estaba convencido de que el alemán les indicaba que descendieran en un aeródromo germano para rendirse...

Otro problema se sumaría pronto a los muchos que afectaban al avión estadounidense: entraban en una zona cubierta por la temida FLAK... Stigler, consciente de ello, hizo de nuevo señales a Brown para que cambiaran el rumbo, y de nuevo éste, creyendo que era una treta para forzarles a aterrizar en territorio enemigo, también de nuevo ignoró la recomendación. Así, para que los artilleros germanos no disparasen al bombadero, Stigler decidió volar junto a los yankees, haciendo creer a los encargados de los cañones que el avión estaba siendo escoltado a un aeródromo propio para entregarse... Y funcionó! Así evitaron la letal lluvia de proyectiles, y se encaminaron rumbo al mar...  Harto de los signos de Stigler en dirección a Suecia, y temiéndose una argucia del 'experte' de la Luftwaffe, Brown ordenó a su artillero de la torreta dorsal (la única en funcionamiento -junto a una ametralladora manejada a mano en el morro- de las 11 armas con las que originalmente estaba armado el bombardero) apuntar al caza alemán, como una manera simbólica de decir "basta" a tantas indicaciones y que éste les dejara proseguir tranquilos su camino rumbo a casa... Stigler captó el mensaje, y no insistió más... para entonces ya sobrevolaban el Mar del Norte y decidió poner fin al incidente regresando a su base, mientras los americanos se internaban en sus frías aguas rumbo a Inglaterra. El alemán se despidió cortesmente con un último saludo, ante la incredulidad de Charlie Brown y de su co-piloto Spencer 'Pinky' Luke, tal y como reflejan las fotos 2 y 3, detalles del memorable y famoso cuadro del gran pintor de temas aéreos que es John D. Shaw que abre el post.
En su vuelo de retorno, el alemán se preguntaba si sería posible que el cuasi moribundo B-17 lograse llegar a Inglaterra, tal y como pretendía su obstinado comandante.
Entonces no pudo saber que 'Ye Olde Pub' había conseguido franquear milagrosamente los 400 km que le separaban de su objetivo, tras ordenar Brown que se arrojase al mar todo objeto susceptible de hacerlo mientras el avión pudiera seguir volando, salvo los propios tripulantes... hasta los casquillos vacíos empleados en la defensa del avión acabaron haciendo compañía a Neptuno y sus tritones y sirenas. Un par de cazas de los que P-47 del 56 Grupo de Caza (imagen 7) que habían escoltado la incursión a Brema, los acompañaron hasta el cercano aeródromo de Seething, base del 448 Grupo de Bombardeo, donde finalmente aterrizaron sin más novedad, lo que confirma que el apodo de 'Fortaleza volante' no le venía grande al B-17, sino todo lo contrario.

Y Stigler no supo que lo habían conseguido, ni entonces ni después, porque en cuanto Brown contó su historia a sus superiores, la maquinaria de inteligencia del Ejército inició su cometido. Inicialmente, les costó creer el relato de lo sucedido. Después, se ordenó a todos los tripulantes el más estricto secreto y la prohibición de contar nada de lo acontecido. Se perseguía un doble objetivo: en primer lugar, evitar que los aviadores estadounidenses pudieran pensar que había pilotos alemanes capaces de albergar sentimientos humanos, lo que podía afectar su moral hacerles dudar a la hora de combatir sin cuartel al enemigo, al que la propaganda de guerra estadounidense había construido una prototípica imagen de fanáticos nazis sanguinarios deseosos de inmolarse por su Führer, cuando en realidad la mayoría sólo estaban sacrificando sus vidas por intentar salvar a sus seres queridos y sus hogares del terrible infierno que les lanzaba noche y día la incesante campaña aliada de bombardeo estratégico, capaz de concentrar en ocasiones más de 1.000 aparatos en una sola misión. Otro de lo motivos que justificaba la prohibición de hacer pública cualquier referencia al incidente se basaba en la prudencia: se creía que quizás se trataba de una estratagema alemana para generar confianza entre los pilotos americanos y poder así derribarlos con más facilidad en cuanto bajaran la guardia.

 La medida irritó grandemente a Brown, quien muy molestó comentó: “Alguien ha decidido que no puedes ser a la vez humano y ocupar la cabina de un avión alemán". El secretismo oficial privó asimismo a los tripulantes de las condecoraciones que, de no mediar el veto oficial, se habría concedido a cualquiera que hubiera realizado semejante viaje de vuelta con el avión en tales condiciones. Simplemente, aquella misión constaría como una más sin nada que destacar. Sea como fuere, el bloqueo informativo americano acerca de lo sucedido, contribuyó decisivamente a salvar la vida de Stigler, al que, de haber trascendido la historia en el campo aliado, le esperaba el pelotón de fusilamiento por colaboración con el enemigo, y más en un periodo en el que entre los altos jerarcas nazis se extendía la convicción de que era la cobardía y la falta de coraje de sus pilotos de caza la que permitía a los bombarderos enemigos asolar Alemania, en lugar de atribuir el hecho a la inmensa superioridad en aviones, recursos de todo tipo y combustible de la que disfrutaban los aliados. Incluso la Gestapo, la temida Policía Secreta del Estado, había tomado cartas en el asunto interrogando, e incluso deteniendo, a algunos pilotos de cuyo valor frente al enemigo o de su lealtad al Führer se dudaba.

El propio Stigler, en el vuelo de regreso a su base comenzó a pensar en las consecuencias que para él tendría su honrosa acción si esta trascendía, bien por parte estadounidense o por algún informe de las baterías de la FLAK que habían interrumpido su fuego para no abatirle junto al B-17. Finalmente, tras aterrizar su caza en otro aeródromo, comprobó aliviado que no había nadie esperándole para pedirle explicaciones o interrogarlo, y tras dejar su caza a los mecánicos (había sido alcanzado por un proyectil del calibre 0.50 en el radiador izquierdo durante los combates del día) e informar de que el bombardero americano se había precipitado al mar, se marchó en busca de su novia Eva, con las inminentes festividades navideñas en mente como principal pensamiento. Consciente de lo que se jugaba en caso de ser descubierto, tampoco contó entonces a ninguno de sus compañeros lo sucedido.

Stigler, 7 años mayor que Brown, procedía de una familia bávara de creencias católicasy tradición de pilotos: su padre sirvió como observador en la Primera Guerra Mundial, y tanto él como su hermano Gustel, (que prefería que lo llamaran August) cuatro años mayor, le tomaron el relevo, iniciándose Franz Ludwig a los 12 años en el vuelo en las múltiples escuelas de planeadores para jóvenes que proliferaban cual setas en otoño en una Alemania deseosa de desembarazarse de la prohibición de poseer aviones militares de acuerdo al infausto Tratado de Versalles. Como muchos jóvenes pilotos, Stigler comenzó en 1933, con apenas 17 años  a lomos de un fiable biplano de entrenamiento FW-44, su trayectoria en la Lufthansa con la intención de que pudiera aplicar esa experiencia adquirida en cuanto Alemania pudiera dotarse de una fuerza aérea digna de tal nombre, lo que ocurrió a partir del ascenso de Hitler al poder. En aquellos días de preguerra, junto a diversos polimotores, pilotaba un elegante y veloz monomotor Heinkel He-70, el equivalente a los actuales jets privados, capaz de trasladar a seis pasajeros casi a la misma velocidad que el más moderno caza de entonces, y cuya ala elíptica era muy similar a la del entonces todavía joven Supermarine Spitfire británico, un caza destinado a entrar en la leyenda al igual que los aviones pilotados por Stigler durante el conflicto: Bf-109 F-2 (en África), Me-109 G-6 (en Italia y Alemania), Me-109 K-4 y el revolucionario birreactor Me-262 durante los meses finales de la guerra. También probó diversos cazas aliados capturados, siendo el P-51 Mustang el que más temía en combate por su velocidad y maniobrabilidad, y le encantaban los no menos míticos Focke Wulf 190 (que había probado en vuelo aunque nunca lo voló en combate por no estar su unidad equipado con ellos), especialmente el D-9 y el Ta-152, a los que consideraba los mejores cazas alemanes de pistón. En 1939, Stigler se incorporó a la Luftwaffe como instructor, labor en la que era bastante competente, y entre sus alumnos más brillantes tuvo al gran Gerhard Barkhorn, segundo mayor as de caza de la historia con 301 victorias confirmadas, aunque lejos de las 352 del inalcanzable Erich Hartmann. En 1940 sufrió un duro golpe, la muerte de su hermano, piloto de bombardero, durante una incursión de ataque a Inglaterra que terminó en accidente sobre el Mar del Norte, aunque su cadáver fue recuperado en la orilla francesa del Canal de la Mancha, pero, tal y como establecían las ordenanzas, no pudo ser repatriado a casa y fue enterrado en tierra francesa. En febrero de 1942, deseoso de más acción inspirado por el recuerdo de hermano mayor, Franz se incorporó como piloto de combate al Gruppe 4 de la JG 27, en el seno de la cual siempre combatió contra pilotos aliados estadounidenses o británicos, nunca del Frente Oriental (en general, bastante menos capaces, lo que explica las grandes cifras de derribos cosechadas contra los pilotos soviéticos), a los que les derribó 15 aviones, todos cazas, en sus campañas del Mediterráneo, fundamentalmente Curtiss P-40 Tomahawk y algunos Hurricane y los más sofisticados Spitfire. Precisamente, fue en un combate contra el mítico caza inglés que Stigler vivió antes una experiencia similar a la acontecida contra el B-17 de Brown: en pleno 'dogfight' contra el piloto británico, ambos aviones se acercaron tanto que pudo avistar la aterrorizada cara de su enemigo, al que, de forma inconsciente, dejó escapar. Stigler fue derribado 17 veces (4 por cazas enemigos, 4 por la artillería antiaérea y 9 por los artilleros de los bombarderos americanos), saltó seis en paracaídas y once veces realizó aterrizajes forzosos, fue herido cuatro veces -una en la frente y otra en las piernas- por los artilleros de cola de los B-17 con sus gruesos proyectiles del calibre 0.50 capaces de travesar el muy grueso cristal blindado de su parabrisas y en una ocasión consiguió escapar de sus captores británicos en África. Curioso resulta que una de las veces que fue derribado fue de manera indirecta, por impacto con un ala del P-47 que acababa de abatir, que se desprendió del pesado caza estadounidense y voló sin control hasta impactar en la cola del Me-109 de Stigler, de estructura mucho menos robusta, y que resultó arrancada de cuajo, obligando al as alemán a saltar en paracaídas. Además de en tierras africanas, combatió en Sicilia, península de Italia, Bulgaria, Austria y Alemania.

Comandó 3 grupos de caza de la consagrada JG 27 (6, 8 y 12) y en dos ocasiones mandó una Jadgeschwader. De los 28.000 pilotos de caza que sirvieron con la Luftwaffe, sólo unos 1.300 seguían vivos al terminar el conflicto, una buena parte de ellos los ases veteranos con los seis años de guerra a sus espaldas. A diferencia de los aliados, que enviaban a sus mejores pilotos de caza a casa para servir como instructores una vez cumplido cierto número de misiones y así poder transmitir a los jóvenes en formación sus experiencias, los 'experte' alemanes no tuvieron tregua durante toda la guerra, viéndose forzados a servir en el frente interrumpidamente y sin apenas descanso, lo que explica en parte las grandes cifras de derribos logradas por los grandes ases de la Jadgwaffe, el arma de la caza alemana. En total, Stigler voló 487 misiones a bordo de los Me-109, cosechando 28 victorias confirmadas y otras 30 probables, y finalizó su participación en la guerra con otras 16 misiones en Me-262 (el '3 blanco' de la ilustración), sin camuflar por falta de pintura en aquellos días finales en las que se carecía de todo, con el que consiguió derribar otros 2 cuatrimotores americanos (que no le fueron oficialmente reconocidos) como integrante de la mítica JV 44, el ala de caza de aviones a reacción integrada únicamente por ases expertos liderada por el hipercarismático Adolf Galland, gran amigo de Stigler... En total, junto a 17 cazas aliados, derribó 11 cuatrimotores estadounidenses, toda una hazaña. Su emblema personal, que pintaba sobre sus cazas 'Gustav', era una manzana con una serpiente, en lugar de gusano, y el nombre de su primera esposa, Eva... Stigler también tiene anécdotas relacionadas con España: durante su periodo de piloto de Lufthansa volaba desde Berlín a nuestro país en misiones de estafeta y suministro para la Legión Cóndor, entonces plenamente implicada en la Guerra Civil Española. Una vez finalizado el conflicto mundial, ante la antipatía de los funcionarios de la nueva Alemania surgida del cataclismo, que veían en cualquier piloto condecorado y de brillante historial a un nazi, aunque no fuera ni mucho menos el caso de Franz Stigler, no le quedó más salida que trabajar como albañil poniendo ladrillos. Harto de tanto desprecio y marginación funcionarial, viajó en 1953 a Canadá, por consejo de otros amigos alemanes ya instalados allí. En Vancouver inició una nueva vida y formó otra familia, primero como simple mecánico de una compañía maderera y posteriormente con su propia empresa de alquiler de camiones, y fue allí que adquirió una avioneta Messerschmitt Bf-108 Taifun decorada con los colores de la Luftwaffe que había sido empleada en el rodaje -en 1969- en España del famoso filme 'La Batalla de Inglaterra', que conservó y voló durante 16 años.

Hace apenas un lustro, se recuperaron en un pantano de Alemania los restos del último caza Me-109 del que Stigler se lanzó en paracaídas a finales de 1944, y está previsto que sea restaurado.

Las condecoraciones de Franz Stigler incluyen la Cruz de Hierro de segunda y primera clase y la Cruz Alemana de Oro (a la que los pilotos llamaban cariñosamente "el huevo frito", pero, aunque estaba mencionado para recibir su tan ansiada Cruz de Caballero, el final de la guerra lo impidió.

Por su parte, Charlie Brown, el joven granjero de Virginia Occidental, tras 'Ye Olde Pub' le fue asignado un nuevo bombardero, más moderno y mejor armado, un B-17 G llamado 'Carol Dawn', a bordo del cual cuajó una hoja de servicio de lo m´s distingida y premiada. En total, consiguió sobrevivir a 31 misiones de bombardeo -2 abortadas y 29 completadas-, 24 de ellas sobre Alemania, derribando su tripulación cinc cazas enemigos y otros siete más probables, siendo herido dos veces, antes de abandonar el frente de combate, como era costumbre en la USAAF , y dedicarse a vuelos de traslado de cazas y bombarderos entre Estados Unidos e Irlanda del Norte. También sirvió como instructor de B-17, hasta que el gusanillo en busca de algo más de acción le hizo pedir el traslado al frente de China, Birmania y la India, donde pilotó polimotores de transporte C-54 y C-87 en labores de suministro. En 1949, después de pasar por la universidad de su estado, volvió a la ahora USAF y tras actuar en labores de inteligencia en la Guerra de Vietnam se retiró en 1972 como teniente coronel, para dedicarse a los negocios y a su vocación de inventor con gran éxito. A lo largo de su vida militar y posteriormente, recibió numerosas condecoraciones, una de ellas impuesta por el mismísimo gobernador de Florida Jeb Bush.

Ni uno ni otro conocían lo sucedido después de su insólito encuentro, y ambos mantuvieron durante décadas una enorme curiosidad por conocer el desenlace definitivo de lo acontecido aquel frío 20 de diciembre de 1943 en los cielos de Alemania. Y entonces, como en las mejores historias, las fuerzas del destino se pusieron en marcha.

El curso de pilotos de Charlie Brown (el 43-D) había sido la mayor promoción de pilotos de la historia de la aviación, y en abril de 1943 hasta 5.923 aviadores recibieron a la vez sus alas como pilotos del US Army. En 1986, una asociación de veteranos de las fuerzas aéreas puso en marcha 'El encuentro de las águilas' un evento que pretendía reunir en Las Vegas a pilotos veteranos de la Segunda Guerra Mundial de todo el mundo. Allí había tres pilotos de la promoción 43-D que había recibido la prestigiosa Medalla de Honor del Congreso y que decidieron invitar a su estimado Charlie Brown, que entonces vivía en Seattle, a la convención de Nevada para que compartiera con ellos y otros veteranos sus recuerdos de guerra. Cuando fue preguntado por sus condecorados amigos qué era lo más inusual que le había sucedido durante su servicio como piloto de bombarderos en Europa, Charlie Brown refirió con pelos y señales su encuentro con el Me-109 de Stigler. Poco antes, se lo había contado a su mujer, que quedó verdaderamente impresionada. Al principio, su relato provocó risas e incredulidad entre los presentes, pero luego ya hubo quien empezó a creer en una historia totalmente desconocida para los militares debido a su condición de clasificada por motivos de seguridad nacional.

Ahora que había revelado su secreto, quería llegar más lejos y contactó con el historiador responsable de los archivos de la Fuerza Aérea de la República Federal Alemana, quien, evidentemente, ignoraba ese episodio de la contienda mundial ya que Stigler no se lo había contado a nadie durante su servicio como piloto de caza. Contactó entonces con Adolf Galland, ignorando ambos que Stigler, gran amigo del legendario as famoso por su caza BF-109 E decorado con un sui generis Mickey Mouse y por los purazos habanos que siempre llevaba en la boca, era el protagonista de ese misterio que Brown ansiaba resolver. El carismático aviador germano le recomendó que pusiera un anuncio en Jäger Blatt, una publicación que solían leer los pilotos alemanes en activo o retirados, a ver si alguno de esos lectores resultaba ser el piloto que el americano intentaba encontrar. El editor de la revista se negaba en redondo a publicar nada escrito por un antiguo enemigo de una buena parte de sus lectores, y tuvo que ser precisamente la insistencia de Galland, el aviador alemán más famoso de la Segunda Guerra Mundial, y admirado y respetado por ambos bandos, la que diera a torcer el brazo del editor. Poco después de poner el anuncio solicitando información sobre el incidente, Charlie Brown recibió una carta con remitente canadiense. Poco podía imaginar que llevaba décadas viviendo a menos de 200 millas del hombre a quien le debía la vida y que con tanto anhelo buscaba. En la carta venía un nombre, Franz Stigler, y una frase: "Ése era yo". Brown inmediatamente llamó a información de Vancouver, donde le confirmaron que sólo figuraba un Stigler en la guía, y a su número telefoneo el ex piloto estadounidense. Nada más coger el teléfono, y tras un breve saludo, Stigler volvió a decirle lo de "ése era yo". Entonces, Brown le repuso: "Convénzame". Y vaya si lo hizo. Le refirió la historia con tal lujo de detalles que Brown reconoció que al fin había dado con el hombre que, durante décadas, había ocupado un importante lugar en su memoria.

Tres meses después, Brown tomó un avión rumbo a Vancouver para su tan ansiado encuentro en persona con Stigler, pero no llegó con las manos vacías. Encargó a un viejo amigo con buena mano para la pintura un cuadro en el que se reflejara el incidente tal y como él lo recordaba. El artista no era otro que Robert 'Bob' Harper, quien fue uno de los oficiales en labores de inteligencia de la base de Seething a los que relató su historia nada más aterrizar. Entonces Brown le pidió al conserje del hotel en el que había quedado con el as alemán, que cuando viera a éste entrar le preguntara: - ¿es usted Franz Stigler, el famoso piloto alemán? ¿Le importaría firmarme este pintura, por favor?- y que, a continuación, le entegara la obra de Harper para su rúbrica, cosa que el piloto alemán hizo de lo más orgulloso (su firma acompaña a la de Brown en la imagen 8, el cuadro de Harper, no el que mejor relata el incidente, pero sí el primero que lo hizo) mientras Charlie y su esposa Jackie reían mientras contemplaban escondidos la escena. Nació así una amistad tan intensa por ambas partes que los dos veteranos aviadores comenzaron a llamarse el uno al otro"hermano" y a compartir aficiones y reuniones familiares, amistad que también compartieron sus esposas, Hija y Jackie, y que perduró cuando la familia Brown se trasladó a Miami.

Una vez que su historia trascendió, alcanzó una gran popularidad, y atrajo no sólo la atención del gran pintor de aviones que es John D. Shaw (en la imagen 6), cuyo talento se puede admirar en su web http://www.libertystudios.us/about/  , cuyos tres cuadros dedicados al incidente abren el post, especialmente el espectacular 'A Higher Call' y el más reciente 'In the presence of my enemy' (imagen 5), así como el best seller 'A Higher Call' de Adam Makos y Larry Alexander, en el que se refiere con mayor enjundia en los detalles lo apuntado en estas líneas.

Como si su unión hubiera sido forjada por el mismo destino y a pesar de su diferencia de edad, ambos protagonistas fallecieron el mismo año, 2008, Franz en marzo y Charlie en noviembre.

En el obituario de Stigler, publicado en el Vancouver Sun, y que aquí os reproduzco, se hace referencia a su 'hermano' Charlie Brown


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STIGLER - FRANZ After a long extraordinary life, Franz passed away on March 22, 2008. Predeceased by his parents Franz, Anna and brother Gustel, he is survived by his loving wife Hija; daughter Jovita; grandchildren Melina, Corbin, Jason and Nathan; great grandchildren Mackenzie and Aidan; niece Christiane (Burkhard); special brother Charlie Brown; soul mates Jim, Anne and many friends. No flowers and service by request. -



 Además de sus muchas condecoraciones de la Luftwaffe, Franz Stigler fue distinguido con la Orden de la Estrella de Paz por la Federación de Excombatientes Aliados en Europa por su acto de caballerosidad, siendo hasta hoy el único piloto de Luftwaffe que ha recibido este honor. También fue nombrado miembro honorario del 379 Grupo de Bombarderos.

Nada mejor para despedir este post que ejemplifica los mejores valores navideños que el vídeo en el que estos dos recordados combatientes de la Segunda Guerra Mundial evocan en persona el episodio que los unió para siempre como hermanos...
http://www.youtube.com/watch?v=_8EkmyoG83Q

2 comentarios:

Conde de Salisbury dijo...

Me ha emocionado esta historia de honor y caballerosidad. Espero que el año que recibimos nos sea más favorable a todos que el que nos ha dejado. Como decimos en mi tierra: Urte Berri On, Feliz Año Nuevo.

sushi de anguila dijo...

Eskerrik asko, Conde. Gracias por su perdurable fidelidad. Las mejores historias son siempre las que nos brinda la propia realidad. Confío en que 2014 nos sea propicio a todos, y también a este blog, cuyos contenidos espero que sigan resultando de interés. Un abrazo y comparto con usted tan buenos deseos para el año que ahora comienza