jueves, 17 de febrero de 2011

Gabriel Cornelius Max, el Tarzán de los Monos de la pintura centroeuropea

























































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































































Checo de nacimiento, austrohúngaro de nacionalidad y muniqués de adopción, Gabriel Cornelius Max (Praga, 1840-Munich, 1915) es una de las figuras más fascinantes del amplísimo panorama cultural, artístico y de pensamiento centroeuropeo que entre el final de las guerras napoleónicas y el inicio de la Primera Guerra Mundial vivió una auténtica Edad de Oro que tanto contribuyó a la grandeza de ese Imperio Austrohúngaro que, a pesar de las tensiones nacionalistas que amenzaban su existencia, muchas de ellas promovidas por unas potencias vecinas que ambicionaban los territorios de la Monarquía Dual de los Habsburgo, fue todo un ejemplo de diversidad cultural y lingüística, de avances científicos, médicos y filosóficos, cuna de genios literarios, de arquitectos y pintores de fama mundial hasta su insidiosa liquidación por tratados tan infames como el de Versalles, Saint-Germain-en-Laye o la vil canallada antihúngara de Trianón. Así feneció a manos de sus enemigos la que hasta 1914 había sido la sexta potencia mundial, y la tercera en red ferroviaria de Europa, cuyos 52 millones largos de habitantes fueron repartidos, muy arbitrariamente, en lo que actualmente son 13 países europeos y 12 regiones desperdigadas entre esas diferentes naciones, y nunca recuperarían, ni de lejos, el nivel de vida alcanzado bajo el dominio austrohúngaro.

Afortunadamente, Max falleció en la preciosa capital bávara, donde vivió la mayor parte de su nada convencional vida, antes de poder contemplar semejante expolio territorial, cultural y político. Su azarosa aventura vital ejemplifica lo cosmopolita de ese imperio arrebatado y testimonia cuán fascinantes fueron aquellos años en que el progreso y la ciencia ofrecían sorpresas y geniales aportaciones día tras día.... Hijo del escultor checo Joseph Max (a pesar de lo mucho que lo he buscado, no he logrado esclarecer si su progenitor es el mismo artista homónimo que realizó las sobrias esculturas de San José y de San Juan Bautista en el conocido Puente Carlos de Praga), inició a los quince años sus estudios en la Academia de Artes de la capital bohemia, para pasar luego a los 18 años otros cinco en la de Viena antes de formarse en la de Munich, ciudad donde en 1869 abrió su taller y donde, entre 1879 y 1883 fue profesor de pintura histórica de esa misma Academia muniquesa de la que había sido alumno, por lo que no es de extrañar que sea considerado un pintor puramente alemán por muchos tratadistas y expertos.

Entre sus maestros e influencias, destaca grandemente el renombrado Hans von Piloty, especializado en obras de temática histórica, aunque en sus inicios, el joven Gabriel Cornelius tirase más, y de forma apabullante en lo que a su calidad artística se refiere, por las obras religiosas que tanta fama le otorgaron en esta primera etapa y de las que hay representación en museos tan importantes como el Metropolitan de Nueva York o la Pinacoteca de Kiev. De esos años es el espléndido 'Una mártir cristiana (Santa Julia)' [foto 6] que cuelga, junto con otras obras suyas en el Museo del Hermitage de San Petersburgo y supuso un antes y un después en cuanto a este tipo de pintura, como se refleja en sus excelentes pinturas dedicadas al martirio de los primeros cristianos como 'Antes de la arena' [foto 11], que nos muestra los últimos momentos de una joven cristiana antes de ser arrojada a los leones, o 'Luz' [foto 12], en que una joven cristiana ciega vende lucernas a la puerta de las catacumbas romanas para quienes deseen penetrar en ellas con algo que ilumine su camino en esas épocas de persecución.

Maestría innegable no exenta de cierta truculencia, que reflejó también en obras como 'Madonna a los pies de la cruz' [foto 7], 'El Padrenuestro' [foto 8], 'Jesús sana a los enfermos' [foto 9] o el impresionante 'El expósito' [foto 14] que nos sobrecoge por el amor con que la joven monjita aprieta contra su pecho ese niño recién abandonado a las puertas de la inclusa...

Pero el cuadro que le otorgó gran notoriedad dentro de su producción religiosa, le hizo tremendamente popular en su época y décadas posteriores y que tanto nos estremece contemplar es 'El éxtasis de la joven Katharina Emmerich' [foto 3], pintado a los 45 años, en plena madurez como artista... Pintura polémica y rompedora en su época, nos narra uno de los episodios místicos protagonizados por esta conocida religiosa alemana que ya desde los cinco años de edad decía ver visiones sobre Jesucristo y su Pasión, y en la que el Hijo de Dios le cedía su cruz. Tras ingresar algo tardíamente por su indisponiblidad económica (provenía de una familia numerosa campesina) en la Orden de las Agustinas (casualidad, o no, la misma en la que también tomaron los hábitos Lutero o Erasmo de Rotterdam) a los 29 años, fue a partir de los 34 que Anna Katharina Emmerick [1774-1824] (así se escribe el apellido según la nuevas reglas de transcripción de la lengua alemana aprobadas en 1901) comenzó a mostrar unos estigmas por todo el cuerpo que se le reproducían con especial virulencia en Navidad y Año Nuevo, dentro de las continuas fiebres y dolencias que la solían mantener en cama.

El poeta Clemente (Clemens) María Brentano, figura señera del romanticismo literario alemán y que solía firmar con el pseudónimo de María, se reunió con ella en 1819 y comenzó -según la religiosa, había sido escogido para realizar esa tarea por designio divino- a transcribir las visiones de la estigmatizada, fundamentalmente sobre la vida de la Virgen María y la Pasión de Jesús, con escenas y sucedidos no contemplados en los Evangelios que recopiló durante 5 años en sus visitas a la religiosa enferma. De la hermana Emmerich reveló Brentano que, en los 12 años que la había tratado, no la había visto comer nada más que la Sagrada Forma y beber sólo agua.

En 1824, con apenas 49 años y muy debilitada por la enfermedad y la fiebre, falleció Anna Katharina Emmerich. En 1833 publicó Brentano 'La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo de acuerdo a las visiones de Ana Catalina Emmerich', al que siguió la conclusión de sus tomos sobre la 'Vida de la Bienaventurada Virgen María de acuerdo a las visiones de Ana Catalina Emmerich', pero murió en 1842 sin poder ver publicada esta segunda obra, hecho que no sucedería hasta 1852, en Munich, y que seguramente leería con gran interés en su momento Gabriel Cornelius Max, que apenas tres años después pintó su famoso cuadro, y era un rendid devoto del misticiosmo en sus diferentes expresiones. Para entonces, la monja agustina era una figura legendaria en su país y en el resto de la Europa cristiana, respetada con gran devoción por luteranos y ortodoxos, inclusive. En 2004 fue beatificada por el Papa Juan Pablo II, ente las protestas de muchos colectivos y asociaciones judías, que consideraban injusta, antisemita y no probada históricamente sino fruto de la invención, las supuestas revelaciones puestas en boca del propio Jesucristo sobre su Pasión por la religiosa, así como la 'novelada' visión de los hechos a cargo de Brentano, que habría 'adornado literariamente' las confidencias que le contaba la hermana Emmerich en su dialecto de Westfalia y que él adaptaba al alemán estándar para hacerlo comprensible a los diferentes pueblos alemanes antes de la reunificación bajo el protector y poderoso regazo de Prusia.

Versión que, como cabía esperar, fue la que empleó en su película 'La Pasión' el avispado Mel Gibson, al que le solucionó no sólo parte del guión sino que también le aseguró una gran taquilla en todo el mundo por la agria polémica generada en el mundo judío y su gran repercusión mediática.


Idéntica trascendencia y desosegante inquietud en la forma y el contenido podemos encontrar en otra de las obras más populares de Max: '¡Oh, hombres! ¡Prestad atención!' [foto 10] en que la sibila pronuncia las palabras iniciales del Zaratrusta de Nietsche...

No es extraño que Gabriel Cornelius Max disfrutara con estas temáticas tan 'especiales' dadas sus nada usuales aficiones personales para un artista, entre las que se encontraban el pensamiento filosófico -era un declarado admirador de Schopenhauer y de las corrientes de meditación asiáticas -, la parapsicología, el espiritismo, el sonambulismo, la hipnosis y muy especialmente, el darwinismo y la antrpología prehistórica, con un especial interés por la evolución humana y uno de los campos de la investigación científica más fascinantes y recientes de entonces, como era el de los descubrimientos de los primeros restos de antepasados del hombre actual. Asimismo, fue también miembro de la entonces recién fundada Sociedad Teosófica http://es.wikipedia.org/wiki/Sociedad_Teos%C3%B3fica.

Temas y aficiones que influirían en su obra, como veremos con posterioridad, aunque antes quiero resaltar las facetas más mundanas de su pintura, con temas como 'Naturaleza muerta (Una chica toca la espineta)' de la Galería Regional de Arte de la ciudad checa de Liberec [foto 17], la oscura maldición de esa Lady Macbeth que no cesa de intentar lavar infructuosamente la sangre con la que están manchadas sus manos de manera simbólica [foto 18], o la deliciosa escena campestre protagonizada por 'Tres hermanas' [foto 19]. También destacó por sus retratos femeninos, que pintó en gran número, en su gran mayoría para coleccionistas particulares, con ejemplos tan señeros y populares como 'Isolda' [foto 16] o 'Mujer en traje típico' [foto 17].

Pero fue su afición al darwinismo y su obsesión con la antropología prehistórica la que le llevó no sólo a reunir una ingente colección de cráneos, restos óseos y útiles prehistórcios y etnológicos de más de 3.000 piezas sobre el origen del hombre que hoy custodia el Reiss Museum de Manheim, sino también a rodearse de una familia de monos de diferentes especies (cercopitecos, macacos, babuinos, papiones...) en los que quiso comprobar la veracidad de lo expuesto por Darwin en 'El origen de las especies', publicada en 1859, tres años después del mayor descubrimiento científico hasta entonces, el del llamado Hombre de Neanderthal, y que supuso el inicio de la paleoantropología por la que Max estaba tan obsesionado (en realidad, los primeros restos de lo que luego se conocería como Homo neanderthalensis habían tenido lugar en Bélgica en 1829 y en Gibraltar en 1848, pero sólo adquirieron su verdadero sentido en conexión con el especimen hallado en el thal (valle) de Neander en 1856). En ese sentido, resulta curiosa, aunque lógica dados los tópicos de la época, la representación algo bruta de su 'Hombre de la Edad de Piedra' [foto 39] con un mamut y todo...

Así que ni corto ni perezoso, Max reunió a su monada de manada y la instaló en su casa de veraneo a las orillas del lago Starnberger, en las cercanías de Munich, donde, durante años, habrían de ejercele de bullangueros y traviesos modelos. En su obsesión darwiniana, el pintor los representaba imitando roles propios de los humanos, los vestía en ocasiones como tales o los sentaba a su mesa como si de niños pequeños se tratara, como nos muestra la acuarela en que junto a Ernestina, su segunda esposa, comparte cena con dos monos [foto 21]. En esa línea, al cuadro con el dúo de monos en pose de enamorados de la imagen número 20 los bautizó, con bastante retranca 'Eloísa y Abelardo' en honor de los dos amantes más famosos y desgraciados de todo el medievo europeo.

Dentro de su heterogénea familia de primates, Max contaba con algunas jóvenes hembras como sus modelos favoritas, como era el caso de Laura y de Susana, ambas marcadas con un mechón negro en su cabeza, y que parecen en ocasiones junto a sus jóvenes crías, aunque había también, como ocurre en las familias humanas, miembros del grupo menos espabilados o agraciados como el feo y calvorota monico protagonista de 'Amarga experiencia'[foto 24], pintura en la que el nada guapo primate acaba de comprobar en sus propias fauces qué se siente al morder un limón... Monico que aparece también junto al marco de la pintura que contemplan (un retrato de Tristán e Isolda) los protagonistas de 'Monos como críticos de arte', la famosa obra que abre el post, cargada de vitriólica regañina hacia los endiosado expertos en arte de su tiempo, y que es una de las joyas de la Nueva Pinacoteca de Munich, junto a la más académica pero no menos impactante 'El anatomista' [foto 2], pintura en la que el médico que inspecciona el ebúrneo cadáver de una joven tiene un buró que recuerda mucho al del propio pintor, sobre el que descansan un cráneo humano y otro de antropoide.

Por cierto, que dada la popularidad del cuadro de Max, éste se puede comprar en versión camiseta por la internete... http://www.zazzle.es/camisa_divertida_del_mono_monos_como_criticos_del_camiseta-235611170334635983

Su amor por la naturaleza y especialmente por los simios, hizo que no sólo pintara a sus monos, de los que tenía miles de fotografías en las más diversas posturas, sobre las que luego componía sus pinturas, sino también retrató a otros primates, como al triste y enjaulado 'Orangután enfermo' de la antepenúltima imagen.

De Gabriel Cornelius Max también me rechiflan las ilustraciones que incluía en las cartas para su mujer Ernestina, como las dos que os muestro al final del post; una práctica que a mí también me encanta hacer cada vez que me doy a la relación epistolar (cada vez menos, desde que el email killed to the letter star...)

Por sus logros artísticos, Gabriel Cornelius fue nombrado en 1900 caballero (ritter) por el emperador Francisco José I de Austria, título con derecho a incorporarlo al nombre, por lo que desde entonces el pintor es mundialmente conocido como Gabriel Cornelius Ritter von Max... Una distinción más que adecuada para el verdadero rey de los monos de la pintura centroeuropea. Tarzán llegaría a las librerías y periódicos bastante después, en 1912...

Dedico este post a mi querido amigo Pedro Alberto Cruz, a quien imagino que le encantará el primer cuadro (y no va con segundas, jajaja), con quien comparto, según confesión mutua, una incurable fascinación por los inmensos logros artísticos y humanísticos de ese cosmopolita y multicultural Imperio Austrohúngaro en el que, de haber sido posible, se hubiera sentido tan a gusto gracias a su admirable forma de ser, sentir y pensar...

10 comentarios:

Lady M dijo...

Un Tarzán en toda regla, sí señor...

Los cuadros con monos me parecen los más chulos de la obra de este curioso artista.

Felicidades por tu reto, a pesar de que ha sido muy difícil, es sumamente interesante.

Mary the Kiwi dijo...

Lo que han "daó" los monos de si...jajaja!

Este pintor me ha caido en gracia, mira tú.

Qué grande eres, Sushi.

sushi de anguila dijo...

Gracias, guapas...

En este pedazo artista se resumen tantas cosas: el misticismo estigmatizado de la beata Emmerick cuyas visiones inspiraron al mismísimo Mel Gibson, e asunto de los monos, la hipnosis y la parapsicología, el hecho de que esté considerado indistintamente uno de los mejores pintores checos-austriacos-alemanes-muniqueses de la Historia del Arte, su implicación pública con el origen del hombre primitivo recién descubierto el Hombre de Neanderthal a un tiro de piedra de su casa, como quien dice, y, sobre todo, la traslación de su pasión darwinista a la realidad mediante su convievencia con los monos, y cómo los humaniza en sus cuadros... hay miradas de 'Laura' y 'Susana' con más hondura humana que muchas personas representadas en un lienzo...

Y el cuadro en cuestión me parece espectacular por mil y un motivos... retranca anticríticos incluida...

Sois los partcipantes los que hacéis interesante y especial este blog... vuestra casa siempre...

Athena dijo...

Acabo de leerle a mis alumnas de Historia del Mundo Contemporáneo los primeros párrafos de esta entrada, aludiendo a la disolución del Imperio Austrohúngaro. Acabamos de terminar el tema de la Gran Guerra. Lo que aprenderían con usted estas chicas.

sushi de anguila dijo...

Me ruboriza usted, querida amiga. De sobra saben ellas que están en las mejores manos...

Wunderkammer dijo...

Espectacular, querido gentleman. Este Gabriel Cornelius Max era el típico hombre del XIX, con todas esas curiosas aficiones, tan de la época.
Una lástima que estos episodios de la historia del arte sean más desconocidos porque, en efecto, realmente merecen la pena su estudio. Es lo que tiene el siglo XIX... a mí siempre me fascina y me sorprende. Gracias por tan fantástico post.

Lola gracia dijo...

Qué universo tan fascinante, tan diferente. Todavía estoy noqueada

sushi de anguila dijo...

Muchas gracias a las dos por vuestros elogios. No sabéis la ilusión que me hace escribir algo que os pueda parecer medianamente interesante. Y encima, tirando de una de mis grandes pasiones: los animales...

Catalina Arciniegas dijo...

Gracias por toda la información que me ha sido fascinante , he aprendido mucho leyendola y observando las fotografías, si observa en el texto la fotografia numero 10 se repite se dice que es numero 10 tanto la Antes de la arena' [foto 10] ¡Oh, hombres! ¡Prestad atención!' [foto 10... me confundi por aquellos de los numeros pero comprendo que son cosas de digitar o edición. solo es una amable sugerencia, seguiré viniendo a este blog que ha sido un hallazgo maravilloso de esta semana. Un saludo!

sushi de anguila dijo...

MIL GRACIAS!!! Está muy claro que el hombre autor de este blog, al contrario de aquello a lo que se refiere la mencionada foto 10, no prestó (la suficiente) antención... Jajajajaa...

Ahora mismo lo corrijo, y, de nuevo, gracias por tus certeras observaciones y tus elogios... hasta la próxima, en ésta tu casa, Catalina... Un cordial saludo