jueves, 6 de febrero de 2014
Una vida boca abajo y con calefacción viviente...
El acelerado progreso tecnológico en el que vivimos inmersos, con frecuencia, nos hace perder la perspectiva de cómo era el mundo que nos precedió apenas unas décadas antes... especialmente en lo que a oficios y técnicas artesanales o agrícolas de las que, con suerte, pudimos conocer sus últimos episodios antes de que desaparecieran para siempre... ése sería el caso de los afiladores de los talleres de cuchillería franceses, especialmente los de la región de Auvernia, que viene a ser algo así como nuestro Toledo o Albacete en el país vecino, gracias a sus reputados centros cuchilleros y navajeros artesanales de Thiers, Aurillac o Ambert, hoy un verdadero reclamo turístico y comercial toda la región. En sus talleres se conservó, hasta décadas bastante recientes, la costumbre de que los afiladores de los talleres trabajan durante más de diez horas al día tendidos sobre sus estómagos en una especie de catafalcos que los elevaban sobre las muelas de afilar.
Una técnica ya vigente en el siglo XVIII, tal y como reflejó Diderot en la 'Enciclopedia' (la conocía muy bien, ya que era hijo de maestro cuchillero) y que se practicaba entonces también en otros países como Inglaterra... pues permitía afilar las cortantes hojas en una posición más estable y controlando mejor los posibles desvíos de los filos hacia arriba o abajo, y ofrecía más seguridad en el caso de que estas grandes ruedas, impulsadas por la fuerza de molinos hidráulicos, se salieran de su armazón y golpearan en la cabeza y cara a los afiladores, lo que solía suceder con cierta frecuencia y, dada la velocidad a la que giraban, causaba no pocas muertes entre el gremio de los postrados amoladores de cuchillos y navajas...
Y entonces... ¿qué papel desempeñaban en todo el proceso esos perros que los afiladores tenían entre sus piernas? ¿Era una muestra de amor por sus mascotas? Nada de eso... en realidad, los perros eran parte esencial del 'instrumental profesional' de cada afilador. Dado el frío que estos profesionales padecían a diario mientras ejercían su tarea, los canes actuaban como una 'calefacción viviente' que les confortaba con su calor corporal, y que, con sus movimientos, constribuían a desentumecer las piernas y mejorar la circulación de las mismas, condenadas a estar en posición tan rígida durante horas... (Una técnica que hoy han recuperado con fines de exhibición etnológica y cultural el algunos lugares visitados por los turistas)...
Esta manera de trabajar, boca abajo sobre un catafalco, ha sido recuperada últimamente en un sector agrícola de lo más específico, y que llevaba años buscando soluciones para preservar las espaldas de sus trabajadores, sometidos a una permanente inclinación a baja altura para la recolección de las hortalizas que les dan de comer: los pepinos, especialmente aquellos destinados a ser envasados en salmuera. Como es sabido, los pepinillos son una de las verduras más consumidas en Europa Central y Oriental, dadas las condiciones climáticas que antaño, en la era anterior a las cámaras frigoríficas, privaban a estos territorios de hortalizas frescas buena parte del año.
Por ello se han desarrollado estos puestos arrastrados por tractor y dispuestos en dos halas horizontales, para que los jornaleros puedan recolectar su cosecha. Ya en uso en Alemania, Austria y diversas naciones de la órbita ex soviética, no es de extrañar que la mayoría de quienes trabajan tumbados en ellos en largas jornadas procedan de los llamados Países del Este. Dos posturas idénticas para trabajos, capacidades tecnológicas y épocas harto diferentes...
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