No corren buenos tiempos para la comunidad de naciones. Medio mundo está en guerra contra un tiranuelo de opereta y turbantito sudao sentado en medio del desierto sobre un rollizo barril de petróleo, mientras que los habitantes del resto del planeta intentan salir adelante entre tanta dictadura, crisis, injusticia, abuso comercial, expolio, genocidio, usura, desastre ecológico, plaga bíblica, hambruna, pandemia, miseria, mortandad infantil, enfermedad crónica o catástrofe natural (joé, parezco Pedro Piqueras) que, como reza la maldición china, les garantizan el 'disfrutar' todos los días de "una vida interesante".
Pocas cosas parecen merecer la pena en tan sombrío y desesperanzador panorama... la Humanidad nos muestra su cara más tétrica mientras quien más y quien menos intenta salir adelante sin preocuparse más de lo razonable de lo que, aquí y allá, pueda sucederle a sus hermanos de especie. Sin embargo, estos días me he repetido insistentemente el viejo refrán al que siempre alude en sus programas televisivos el simpático y conocido cocinero navarro Iñaki Oyarbide: "el buen alimento crea y cría entendimiento".
Y es que, sobre todo aquellos que tenemos nuestras necesidades nutricionales resueltas en calidad y cantidad, solemos olvidar el tremendo valor geográfico, cultural, religioso e histórico que representa cualquier alimento, por humilde, abundante o escaso que éste sea... Cada vez que nos llevamos algo a la boca nos estamos ventilando el fruto de un proceso que ha durado, tal vez, décadas, o, más probablemente, siglos e incluso milenios...
Por eso, y aunque este asunto ha sido carne de muchos blogs desde que saltara a la luz en 2009, creo que pocas veces más que en estos días está justificado apelar a lo único que, a día de hoy, une en forma y manera de vínculo indestructible a todos los seres humanos que, en número creciente, poblamos este todavía hermoso y fascinante planeta azul, por encima de las fronteras, las banderas o las ideologías: LA COMIDA.
Todo nació como una eficaz estrategia promocional del australiano Sydney International Food Festival (coloquialmente, el SIFF, que también se emplean siglas a tutiplén por las Antípodas, no sólo por estos lares), a cargo de la empresa local de publicidad Whybin\TBWA, y contó con el talento de su director creativo ejecutivo Garry Horner, el director creativo Matt Kemsley, el director artístico Miles Jeffreys, así como con Tammy Keegan y con Nick Mueller, que contribuyó a retocar las magníficas fotos de Natalie Boog.
La genial idea que consagraría estos nombres para la posteridad estuvo muy inspirada por uno de los trabajos publicitarios más originales y talentosos de la última década, la campaña 'Meet the World' (Conoce el mundo) PINCHAD EL ENLACE!!! http://adland.tv/ooh/flags-meet-world publicada en la revista lisboeta Grande Reportagem, que fue premiada en 2005 en el prestigioso Festival de Cannes de la especialidad y por los no menos renombrados galardones que concede el One Club, y que era obra de Icaro Doria, un joven brasileño de 25 años que trabajaba para la agencia FCB Publicidade, habitual colaboradora de la publicación portuguesa. El creativo, originario de Sao Paulo, planteaba una colorista e innovadora visión de las banderas de cada país, que las asemejaba un poco a las ventanas del sistema operativo informático Windows y otro tanto a las etiquetas de ropa en las que se informan de las cualidades de cada pieza; en el caso de la revista Grande Reportagem, podían verse algunos rasgos muy significativos de cada país, sin referirse al nombre del mismo, sino identificado sólo por su enseña nacional, y en donde la importancia de cada característica a la que se hacía referencia en las ventanitas se correspondía con el tamaño del respectivo color en cada bandera. De este modo, junto a ejemplos más convencionales, como el caso de la Unión Europea, había otros tremendamente sangrantes, como el de la ablación en Somalia, China y la explotación laboral infantil, Estados Unidos y el apoyo a la Guerra de Iraq, Burkina Faso y su terrible mortalidad infantil, el tráfico de cocaína en Colombia o los altos índices de pobreza de su propio país, que no le dolían prendas en ese sentido... Para su realización, Doria contó con la ayuda de tres excelentes colaboradores: Joso Roque, Luis Silva Dias y Andrea Vallenti.
Una vez que la gente del SIFF tuvo claro que su campaña, como la del audaz brasileño, giraría en torno a las banderas de los países participantes en la Feria de alimentación de Nueva Gales del Sur, estuvo madurando la idea hasta dar con el concepto. Y la idea, a fuer de sencilla, también resultó de lo más llamativa, sorprendente... y apetitosa. Se recrearían las banderas de doce de los estados allí presentes, realizadas no en tela sino en el mejor material posible: alimentos típicos de la gastronomía de cada uno de esos países (las doce primeras fotos que abren el post). En la buena mano para la cocina de Trish Heagerty recayó la deliciosa tarea, que es ya todo un icono entre las muchas ferias y certámenes de alimentación que se celebran por medio mundo.
Como no podía ser menos, os las pongo empezando por la de Japón, en homenaje a los difíciles momentos que están afrontando (un nigiri de atún king-size, para chuparse los dedos); a continuación, nuestra España querida, a base de paella y chorizo; Suiza con su queso emmental y un sugerente jamón curado en lonchas; Corea del Sur, con gimpab/kimpab, unos rollitos de arroz y alga (gim/kim, idéntica a la nori) rellenos, derivados del maki sushi y acompañados de salsas de soja y agridulce, como muestra del gran eclecticismo de su cocina; la del Líbano, con su característico pan lavash y ensalada fatoush acompañados de una humilde ramita de perejil a modo del legendario cedro que representa al país; Grecia, con queso feta y las sabrosas aceitunas kalamata de agreste y penetrante sabor; la India, a base de arroz basmati, dos curries diferentes y un fino y crujiente pan pappadum al centro; Italia, con su característica albahaca, tomates 'cherry' y spaghetti; Francia, con sus renombrados quesos roquefort y camembert, y su famosa uva de la variedad pinot tan apreciada por los amantes al buen vino; Australia y su popular pastel de carne (la propuesta más sencilla, prueba de la modestia de los anfitriones); Brasil, con unas hojas de banano cubiertas de limas, una rodaja romboidal de piña y media fruta de la pasión; y Vietnam, con unos peludos rambutanes y picajosos lichis coronados por la deliciosa carambola.
Posteriormente, y visto el éxito, se decidió añadir una nueva serie de países, de los que sólo he podido obtener las fotos de tres 'banderas', aunque el resto se intuyen bastante bien en la página oficial del festival http://www.cravesydneyfoodfestival.com.au/cmspage.php?intid=151&linkid=99 (ojo a las de Estados Unidos y Dinamarca!!!), que son las de Reino Unido, con una gran base de 'scones' -galleta de mantequilla escocesa- cubierta de nata montada y mermeladas varias; la de China, con pitahaya (o pitaya, pitajón, yaurero o warakko, que en todos los casos es lo mismo https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjfRwJobLlMZm37okjT6m6QU4fJh2DuTweX7VZJkLh_DU_PfQK5M_e4h3A2FtVeWaO_XFR40rndIjfoffZY3SfZszJVNcYGqfBlb5V2Fjxqzf-JY_ajU5wJ65Rn6ftSD0zIJ0L5FdUTBR8/s400/Dragon+Fruit+(PITAYA)+-+5.jpg ) llamada también fruta del dragón, y la sempiterna carambola; y la de Indonesia, con un curry muy picante acompañado del aromático arroz del país.
Ojalá llegue pronto el día en que a los seres humanos nos unan de verdad otras muchas más cosas que simplemente la comida, y se haga realidad la utopía de que todos y cada uno puedan degustar a su voluntad estos y cualesquiera otros alimentos que le plazcan.
Este post va muy especialmente dedicado a Lady M, por esa increíble y enriquecedora aventura que es compartir con ella viajes y experiencias gastronómicas a través del globo terráqueo...
Muchas gracias por dedicarme este maravilloso post. Me encantan las banderas, y también me apetece comerme algunas, jaja
ResponderEliminarY gracias por compartir conmigo tu amor por la cocina y la comida, es un placer disfrutarla a tu lado...
Besos
Las gracias a ti, arquera. Por suerte, en el mundo hay 195 banderas oficiales más otras cincuenta y tantas de teritorios dependientes... si a todas les sumamos las autonómicas, provinciales y municipales de toda España... imagina si nos quedan motivos de inspiración para fabular con la comida...
ResponderEliminarComo siempre digo, y sucede con el chiste del náufrago que se tira a la tía buena, uno no disfruta tanto de las maravillas de la creación si no tiene un/una cómplice con quien compartirlo o a quien contárselo, jejeje... y eso va desde don Quijote y Sancho o Holmes y Watson... hasta Robin de Locksley y su amada Marian Gilewater....
Compartir el placer de la comida es algo que une mucho. Me ha encantado el post.
ResponderEliminarY qué bien quedaría ahí una buena bandera pimentonera con torres y coronas de limón ;)
Gracias! No es que sea algo originalísimo pero creo que ambas campañas se merecían una entrada como esta... a mí me chiflan las dos... estupenda sugerencia, aunque aún dudo si hacer el fondo de pimentón o directamente de muchos metros de longaniza fresca... mmm.... y las coronas y las torres. elaboradas a base de ajoaceite y montoncitos de caldero... ñammmm....
ResponderEliminarTambién son buenas las opciones que usted propone. ;)
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